Escuchar balaceras no es extraño para Mariana Azofeifa y sus hijos. Por eso, a la vecina de Alajuelita, San José, no le queda más que enseñarles a los niños qué hacer en esos momentos.
“Mi hijo siempre me dice, ‘mamá balacera, mamá balas, ¿qué pasó?’, y yo le digo que no se asuste, que hay que agacharse y él ya lo asimila más. Yo tengo tres hijos, y siempre les he explicado qué es lo que suena y lo que se debe hacer”, narró la madre.
Así lo explicó a La Nación, la mañana del jueves 4 de mayo, mientras esperaba al menor de los niños en las afueras de la Escuela Ciudadelas Unidas, ubicada en urbanización Tiribí, en el cantón josefino.
“Aquí han matado mucho, en Semana Santa mataron uno, un sábado; después, el martes (11 de abril) mataron a uno en la mañana y a otro en la tarde, luego otro a los dos días. Si usted no se mete con nadie no le hacen nada, pero si se encuentra en el lugar equivocado, una bala perdida afecta”, manifestó.
La situación en la comunidad ha obligado a que también en el centro educativo enseñen a los estudiantes a protegerse en caso de un hecho de violencia que se dé en los alrededores. De hecho, uno de los crímenes del 11 de abril, referidos por doña Mariana, ocurrió a 50 metros de la escuela.
Según dice, ella apoya que se establezcan protocolos de seguridad en la escuela, pero, comentó, cree que a los menores se les tiene que “hablar claro” sobre lo que ocurre.
“Hay profesoras nuevas y una, para no asustarlos, les decía que lo que sonaba eran tambores, y los chiquitos más bien se tiraron abajo de los pupitres y le decían ‘no niña es una balacera’”, relató la mujer.
Este jueves, por ejemplo, muy cerca de la escuela había un buen grupo de policías, por lo que la madre expresó su tranquilidad de que al menos hubiera vigilancia.
Los efectivos, sin embargo, estaban alertas ante una supuesta amenaza contra un individuo presuntamente vinculado con la venta de drogas, quien reside en aquel barrio.
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Estas situaciones, y sobre todo el homicidio del 11 de abril, motivaron a la maestra de Preescolar Vivian Patiño a realizar ensayos con los niños para que sepan que deben tirarse al suelo si se escuchan balazos. Muchos de los menores, ya lo saben, porque también tienen que hacerlo en sus casas.
“Como profesora, tengo un sentimiento de angustia, de frustración, de enojo, de temor porque la infancia necesita crecer en un ambiente con perspectiva de felicidad. Yo los veía y me daban ganas de llorar.
“¿Cómo es posible que estemos practicando esto en Costa Rica con niños de 4-5 años que no tienen que vivirlo, esto no se puede llegar a normalizar”, reflexionó la funcionaria, semanas atrás.
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Las medidas implementadas por esta maestra son respuesta a la violencia que golpea al país y de la cual no escapan las escuelas.