Aprender, siempre es una decisión personal, y aprender Matemáticas no es la excepción. Sin embargo, por todos los prejuicios que rodean a esta materia a muchos estudiantes les puede resultar difícil.
Para ayudarlos, lo primero es ofrecer un ambiente seguro, afirmó Floria Arias, directora del Departamento de Educación Matemática de la Universidad de Costa Rica (UCR). Es decir, un espacio que no añada frustración, donde se pueda establecer una buena convivencia, donde se cultive el afecto entre estudiantes y docentes. Ahí será más fácil aprender.
“En muchas ocasiones se fomenta una competencia negativa dentro del aula, con actitudes de burla hacia aquellos que tienen dificultades, especialmente en el caso de las Matemáticas. Esta dinámica repercute en el rendimiento y disminuye la motivación por comprender la materia”, afirmó.
La académica de la UCR, Andrea Araya, respaldó esta posición. Para ella, si los docentes no crean un ambiente seguro, los estudiantes pueden llegar a pensar: “mejor no pregunto”, “ya otro respondió”, “el profesor no espera una respuesta de mí”, “ya no hace falta mi participación” o “¿para qué interactuar si el profesor avanza igual la clase?”.
Estos pensamientos alimentan la ansiedad matemática en los estudiantes y se reflejan en sus calificaciones.
Otro factor de relevancia es el autoconocimiento en los estudiantes. En el marco del sistema educativo actual, existe un nivel mínimo de dominio en Matemáticas, y algunos individuos alcanzan este estándar con calificaciones del 70. Para muchos de ellos, ese puntaje se equipara a un 100, ya que representa un esfuerzo significativo para comprender una parte específica del contenido que les resultaba difícil.
Aprendizaje lúdico
Utilizar juegos como herramienta para enseñar matemáticas emerge como una estrategia efectiva para reducir tanto la ansiedad como los estereotipos asociados a este campo.
Este es precisamente uno de los métodos que la Universidad de Costa Rica (UCR) implementa en su proyecto “Comunidades de Aprendizaje Matemático” (CAM), mediante el cual visitan diversas regiones para llevar formas de aprendizaje más accesibles y amenas para escolares y colegiales.
En ese plan se enmarcó la visita que hicieron universitarios y sus profesores a la Escuela El Naranjal, en Puerto Viejo de Sarapiquí, en Heredia, el 15 de noviembre pasado, cuando La Nación los acompañó.
Ahí se pusieron en práctica las nuevas estrategias con niños de primer y cuarto grado. Mediante juegos como twister matemático, bolos, cierra la caja y arma-T, los futuros docentes enseñaban a los menores a sumar, restar, multiplicar o dividir. Cada vez que uno de los niños ganaba un juego, acumulaba puntos que luego podía cambiar en una “pulpería” por borradores, cuadernos o snacks.
La idea es que los docentes de los centros educativos aprendan a enseñar de forma lúdica y logren disminuir el miedo de los niños a la asignatura, explicó Kattia Rodríguez, coordinadora del CAM.
Sin embargo, reconoció que es un proceso que puede llevar varios años, ya que no es sencillo cambiar el pensamiento de los maestros con más experiencia.
Entre los menores que disfrutaban de este aprendizaje se encontraba Isabella, de 7 años. Con los dedos, ella se apuraba a sumar para ganar uno de los juegos. Entre risas le decía constantemente a Rebeca Ventura, una de las docentes en formación, “qué fácil profe”.
Ventura explicó que las Matemáticas están presentes en cada momento de la vida, y con los juegos motivan a los niños a verlas como una herramienta útil y no como un obstáculo.
Reglas claras
Para Floria Arias, directora del Departamento de Educación Matemática de la Universidad de Costa Rica, es necesario que los docentes hagan en sus clases, analogías con juegos y comuniquen correctamente la importancia de las matemáticas en el día a día de las personas.
Uno de los grandes problemas actuales es que los alumnos deben adivinar qué es lo que quieren los docentes y para qué les sirve lo que deben aprender. Si bien es cierto que no van a utilizar ecuaciones o sumas algebraicas en un supermercado, sí necesitarán razonar para saber qué deben pagar y cuánto, y eso debe ser explicado en cada nivel del sistema educativo.
“El docente no aclara las reglas del juego; el aprendizaje es un juego y como en todos los juegos hay reglas y sanciones. Entonces, ¿por qué no hacer la analogía así con los estudiantes?”, planteó la académica.
Destacó además que aprender jugando crea una microsociedad y fomenta que los estudiantes compartan entre ellos las estrategias para entender mejor.
“Cuando una persona suma más rápido que otra y comparte esa estrategia, facilita a los demás estudiantes la comprensión. A veces, los alumnos entienden mejor a sus compañeros que al mismo profesor”, comentó Arias.
Esta nota es la segunda entrega de una serie de reportajes sobre el aprendizaje de las Matemáticas.