Una investigación realizada por el Ministerio de Educación Pública (MEP) reveló la gravedad de las deficiencias de la llamada educación a distancia implementada durante dos años de la pandemia de covid-19, dada la ausencia de un modelo y guías adecuadas para los estudiantes y sus familias.
En un lenguaje institucional que no disimula el fracaso, el estudio interno expone el abismo al cual descendieron sus funcionarios, los estudiantes y sus encargados durante ese periodo de clases no presenciales a lo largo del 2020 así como durante la combinación de presencialidad y distancia del 2021.
Según los hallazgos del análisis, aunque como modelo pedagógico universal la educación virtual es eficaz, el MEP no lo logró. Así lo consigna el informe Consecuencias de la pandemia en el cumplimiento de las recomendaciones de la OCDE emitidas en el año 2017 a Primera Infancia, Educación General Básica y Educación Diversificada de agosto del 2022,
El modelo implementado, dice el reporte, no resultó funcional porque impidió a los estudiantes evacuar dudas, profundizar en contenidos y desarrollar el vínculo estudiante-docente. Además, añade, atrofió el desarrollo práctico de contenidos vistos en las clases.
La comunidad estudiantil afectada refirió que el temario importante nunca se desarrolló en su totalidad en las lecciones lo cual “generó vacíos considerables a nivel teórico y práctico”.
Este análisis estuvo a cargo del Departamento de Estudios e Investigación Educativa de la Dirección de Planificación Institucional a pedido de la Dirección de Asuntos Internacionales y Cooperación del Ministerio. El objetivo era examinar las consecuencias de la crisis sanitaria en el cumplimiento de una serie de recomendaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) emitidas en el 2017.
Las conclusiones coinciden con llamados de atención que ha hecho el Estado de la Educación, según el cual las clases a distancia dejaron años de rezago para los estudiantes con secuelas graves y duraderas en la formación de un millón de alumnos de escuelas y colegios públicos.
Conforme sus estimaciones, tres meses sin clases presenciales equivalen a un año de rezago estudiantil; esa valoración la hizo desde noviembre del 2020 cuando los estudiantes apenas acumulaban 8 meses sin acudir a las aulas.
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Para describir los efectos del modelo sumado a los problemas que ya se venían arrastrando, el Estado de la Educación utilizó el término “apagón educativo”. El Plan Nacional de Desarrollo e Inversión Pública 2023-2026, anunciado por el Gobierno el 6 de diciembre, ni menciona cómo se hará para combatir ese rezago.
¿Por qué?
En gran medida, los problemas del modelo fueron producto de las carencias tecnológicas, sobre todo de la ausencia de acceso a Internet o de una mala conexión a la red.
Igualmente, el acoplamiento y aprendizaje del uso de las plataformas digitales para las lecciones generó conflicto para estudiantes y docentes. Incluso desembocó en problemas para enviar los contenidos de las materias a los alumnos y, principalmente, para un debido aprendizaje por parte de niños y jóvenes.
Por ejemplo, casi el 45% de los alumnos matriculados en el 2020 nunca se registraron en la plataforma Microsoft Teams que implementó el MEP cuando cesaron las clases presenciales. En muchos casos, aun con acceso a la plataforma, prevaleció el desorden en el reparto de las llamadas guías de trabajo autónomo (GTA) y fechas de entrega de materiales.
Las GTA, distribuidas de forma presencial o por medio de WhatsApp, se revisaban cada semana o cada dos o tres semanas, dependiendo del centro educativo, en una suerte de dinámica más propia de la educación a distancia que de una interacción virtual, que era realmente lo que se daba.
Desinterés
Otro aspecto que resalta el estudio del MEP es que, incluso en presencia de una buena conexión a Internet y plataformas de trabajo, el modelo nunca funcionó debido al distanciamiento obligado.
Aun y cuando el docente es la pieza medular para la enseñanza, el estudio detectó falta de compromiso.
“Algunos de los actores educativos en el proceso de aprendizaje significaron un obstáculo sensible; ya que como aduce el estudiantado, hubo un grupo de docentes que no se conectaban a las clases en línea o no enviaban las guías que se debían completar”, indicó.
Del mismo modo, también falló el compromiso de los alumnos ya que, según docentes consultados para el análisis, muchos tampoco se conectaban o bien mostraban poco interés en participar.
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Otra dificultad para los educadores era la evaluación mediante las GTA, porque nunca existió forma alguna de comprobar quién completaba el trabajo asignado, es decir, no había seguridad de que el estudiante honraba sus deberes académicos.
Un reportaje de La Nación publicado en mayo del 2021 evidenció la existencia de personas que ofrecían en redes sociales el servicio de realizar las guías a cambio de dinero, así como de padres que reconocieron haber pagado porque alguien hiciera las tareas de sus hijos.
Desgaste emocional y estrés
El Departamento de Estudios e Investigación Educativa (DEIE), detectó otro hecho importante que afectó el modelo de enseñanza en pandemia y es que, la situación nacional de contagios y muertes por la covid-19 asestó un golpe al estado de ánimo de los escolares y colegiales.
A esas circunstancias se sumó el estrés adicional por la carga de trabajo resultante de la dinámica a distancia y verse forzados a adaptarse.
Como si no fuera suficiente, también estaban los problemas económicos, desempleo y problemas de convivencia que tuvieron que enfrentar niños y adolescentes y sus familias en el confinamiento pandémico, sin el apoyo del MEP.
“No hay elementos suficientes para concluir que los recursos de apoyo educativo y psicosocial dirigidos a las familias fueron eficaces para orientar las actividades de aprendizaje de las personas estudiantes y generar una sana convivencia en el hogar durante la emergencia”, señala el texto.
La investigación interna del MEP, además, demuestra que los aspectos socioemocionales no se atendieron de manera efectiva, lo cual repercutió en aspectos académicos, como cuadros de estrés y depresión.
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El reporte confirmó una falta de habilidades del personal docente para liderar procesos de educación a distancia y el otorgamiento de un papel supletorio docente a las familias sin que tuvieran las condiciones de escolaridad necesarias para asumir procesos pedagógicos.
De hecho, la educación a distancia recargó a las familias, principalmente a las madres, como lo evidenció otro estudio elaborado en 2020 por el Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) de la Universidad de Costa Rica.
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“No solo acompañan a sus hijos en las labores educativas, sino en asumirse casi como maestras y docentes en casa. Eso es de sumo interés conocerlo porque implica una sobrecarga, ansiedad y fatiga que también interesa registrar para eventualmente pensar mejores maneras de acompañar a estas familias”, explicó Mónica Salazar, una de las investigadoras del IPP.
Cómo se hizo el análisis
Para realizar el análisis del MEP, el equipo investigador seleccionó 16 dependencias (15 internas del Ministerio y una externa) que por la naturaleza de sus funciones podrían ofrecer información acerca de los avances realizados entre los años 2017 y 2022 en las recomendaciones emitidas por la OCDE para el sector educación en el año 2017.
Esas sugerencias de la Organización consisten en 20 grandes consejos para el sistema educativo costarricense dirigidas a Primera Infancia, Educación General Básica y Educación Diversificada. Incluyen, entre otras, establecer un liderazgo institucional claro para el sector, garantizar financiamiento adecuado y equitativo y apoyar a los padres para crear un ambiente enriquecedor en el hogar; entre otras.
Se recibieron 72 documentos revisados a partir de los objetivos de investigación, las categorías de análisis y las recomendaciones de la OCDE, obteniéndose la selección de un total de 49 documentos que contenían información de interés para el estudio.