En una foto tomada hace 50 años por La Nación, un joven estudiante que acababa de ser víctima de un tijeretazo en la Universidad de Costa Rica (UCR) parecía haberse resignado a su suerte, mientras un barbero rasuraba por completo su cabellera, convertida en un picadillo de mechones
Miguel Martí Volio tenía apenas 17 años cuando fue víctima de una tradición universitaria que consistía en cortarle el pelo a los alumnos de nuevo ingreso. La UCR había tomado acciones para frenar dicha práctica, debido a un grave accidente sufrido por un alumno; pero algunos intentaban mantenerla vigente fuera del campus.
Hoy, con 67 años, el periodista, escritor y consultor en comunicación recuerda este anecdótico pasaje de su vida con añoranza y hasta algunas sonrisas. Incluso, aunque fue víctima de atolondrados cortes, asegura que la denominada rapada “no era un acto violento, excepto si uno se resistía”.
“Fue a principios de marzo, en el año 1973. Yo caminé desde el parque de San Pedro hacia la UCR, muy tranquilo porque sabía que ya la universidad había prohibido esa tradición de que los alumnos viejos le tijereteaban el pelo a los nuevos.
“Pero cuando iba por el famoso pretil, que en ese entonces era el edificio de Estudios Generales, vi que se me abalanzaron encima varios estudiantes, y me sorprendí demasiado y me dio hasta un poco de susto.
“Tenían tijeras en las manos y yo estaba rodeado, pero entendí en ese momento que tenía que cooperar por mi propia seguridad. Simplemente me quedé quieto y me tocó poner la cabeza para que me cortaran el pelo. Y, desde luego, cubrí mis ojos con mis manos y ahí se dieron un gusto tijereteándome”, detalló entre risas.
En aquel momento, era muy conocida la noticia del alumno Luis Fernando Asís Ávalos, quien en 1972 sufrió serias heridas en los ojos, otras partes de la cara y el tórax, luego de que un grupo de alumnos intentó cortarle el cabello. Las autoridades universitarias decidieron prohibir los ataques con tijeras.
LEA MÁS: Hoy hace 50 años: Costumbre de rapar a nuevos universitarios quedó prohibida
El pelo hecho un desastre
Martí contó que sus rapadores le dejaron el pelo completamente hecho un desastre. “Pero no, no me hicieron ningún daño porque cooperé”, aseguró.
“Una vez que me dejaron así tijereteado, uno de ellos me dijo que cerca de la universidad había una barbería. Entonces, fui para que me pasaran la cero y estando ahí en la silla del barbero entró un reportero acompañado de un fotógrafo de La Nación y tomó esa foto que ustedes publicaron hace poco”, relató.
El pasado 6 de marzo, en la sección Hace 50 años, este periódico republicó la nota “UCR expulsó a dos estudiantes por rapar a nuevos universitarios”, en la que se informaba que, en marzo de 1973, dos alumnos fueron expulsados un mes de esa casa de enseñanza por desatender la prohibición de participar en la rapada.
La publicación fue acompañada por una fotografía tomada en ese entonces a un estudiante que había sido víctima de esa práctica. “Ese soy yo”, afirmó Martí emocionado. “Quisiera que usted supiera la inmensa sorpresa que sentí el día en que abrí el periódico y vi mi foto de hace 50 años”, agregó.
El comunicador conta que, a raíz de la republicación de la foto de aquel pasaje, varios amigos le llamaron para contarle que ellos evitaron ser rapados porque esos primeros días se vistieron con saco, camisa formal, corbata y hasta llegaron con una especie de maletín ejecutivo.
“Entonces, daba la impresión de que eran alumnos viejos o que eran trabajadores administrativos o profesores de la Universidad y así se salvaron”, comentó.
Tijereteada solo para hombres
La rapada consistía en que, todos los años, los estudiantes de la Facultad de Ciencias y Letras de la UCR, tijereteaban a los “novatos”, como una forma de distinguirlos por su reciente ingreso en las aulas universitarias, contaron hace 50 años las autoridades universitarias a un periodista de La Nación.
Además, se trataba de un rito de iniciación que se practicaba exclusivamente con hombres.
Martí comentó que, desde el principio de los tiempos, los grupos humanos desarrollaron lo que se llama el “rito de iniciación”, que son ceremonias y pruebas que tiene que pasar una persona que quiera ser miembro de un grupo para ser aceptado como miembro pleno.
“Entonces, esta tradición era algo atávico, era algo que hasta pareciera ser muy enraizado en la psique humana. Sin embargo, con el paso del tiempo lo que antes se veía como normal y hasta gracioso, conforme se van transformando valores, percepciones y actitudes morales, empiezan a ser vistas como incorrectas, indeseadas, inaceptables.
“Y eso fue lo que pasó con la famosa tradición que existía de tijeretear a los nuevos que entrábamos a la universidad”, aseveró Martí.
Miguel Martí sostuvo que él fue uno de los últimos alumnos de nuevo ingreso que sufrió ese ritual, ya que en 1973 la universidad lo eliminó luego del accidente de un año antes.