Al filo de la frontera, 146 alumnos de la Escuela La Guaria, en Santa Rosa de Pocosol de San Carlos, vivirán este jueves su primer desfile patrio y, por primera vez, verán a su banda tocar.
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Nunca han tenido desfiles porque no tenían tambores, liras o platillos; ahora tampoco los tienen, pero este año no permitieron que las carencias los limitaran a disfrutar como los demás niños del país.
Con la ayuda del director del centro educativo, Byron Rojas, confeccionaron sus propios instrumentos musicales y, por primera vez en su historia, tienen una banda integrada por 20 alumnos de todos los niveles.
Según relató el maestro Mario Catón Torres, convirtieron en tambores los baldes plásticos y cubetas de pintura donados por gente de la comunidad.
“A las mamás las hemos dejado sin ollas; la olla de la arrocera también ha servido de tambor; el bolillo es un garrote de madera; la lira la improvisamos con pedazos de metal y aluminio amarradas en palitos, y las maracas con botellas plásticas y piedras adentro. Los niños están encantadísimos, en estos días han dejado las bolas de fútbol por esto; para ellos es algo lindísimo, sacan toda la energía que tienen acumulada golpeando el tambor, es un bum para ellos, algo nunca visto”, relató Catón.
La emoción aumenta porque mañana, por primera vez, la banda tocará en la calle.
“Están muy emocionados porque los vamos a sacar a la calle a desfilar en la comunidad, ellos en la calle no han tocado, se han preparado para el desfile dentro de la escuela “, dijo.
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Los niños de este centro no tienen instrumentos musicales porque el dinero que el Ministerio de Educación Pública (MEP) les deposita, apenas alcanza para la comida de los estudiantes, el material de estudio y el mantenimiento de la escuela que tiene aulas y un comedor para atender a todos los alumnos.
También ese dinero sirve para apoyar a los niños, pues algunos llegan a clases sin zapatos porque no tienen y el barro de la comunidad se los destruye muy fácil.
“Aquí los niños, un tambor, que es algo tan sencillo, muchos no lo conocen. El MEP, en estas latitudes, solo dedica a lo básico. Las familias de ellos son muy pobres, ganan muy poco en lo que trabajan, que es agricultura de subsistencia y jornal en piñera. Esas son las limitaciones, pero emocionalmente los niños son esplendorosos. Como docente nos toca servir de papá y mamá y las cosas que les hacen falta a ellos como zapatos, nos los donan, ese es el diario vivir”, contó el educador.
A pesar de todas las carencias que enfrentan estos niños, Catón asegura que son felices con lo que tienen.
“La verdad, le voy a decir, como estamos tan acostumbrados a muchas limitaciones, a veces no sentimos que tengamos necesidad, porque con cualquier cosa trabajamos; por ejemplo, para hacer deporte a veces tenemos que improvisar una bola de fútbol o béisbol. Hacemos todo lo posible para que ellos se preparen y den el salto a la secundaria”, dijo.