“Mucha gente no entiende cómo alguien que se bañaba con tarritos cuando no había agua logró llegar a un puesto como este”, dice orgullosa María Estrada Sánchez, la primera mujer en liderar una de las universidades más grandes del país, el Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec).
Sin embargo, llegar ahí no fue fácil; hubo etapas muy difíciles en su vida que la rectora rememoró en una entrevista con La Nación. Esta cartaginesa, de 47 años, es la quinta de quince hermanos, que con frecuencia se turnaban para jugar y cuidar a los más pequeños.
Cada vez que sus papás le regalaban un juego de mesa, sabían lo que significaba: venía un niño más. Así que, a medida que la familia crecía, debían reorganizarse en las habitaciones, por lo que había camarotes y en cada cama dormían dos personas.
En esa casa había reglas para todo, eran esenciales. Incluso para bañarse debían hacer fila, dejar todo listo la noche anterior y “pelear” por ser el primero en “meterse al agua”. Sin embargo, para Estrada fue “maravilloso” vivir en una familia tan grande.
“En la fila jugábamos piedra, papel, tijera, o pulsitos, o ayudábamos a cambiar pañales. Yo ayudé a criar a 10 de los hermanos, siempre he vivido en colectivo y escogí los nombres de los más pequeños”, narró la rectora.
Desde joven, María destacó. Su nombre siempre figuraba en el cuadro de honor tanto en la Escuela Ricardo Jiménez Oreamuno, como en la Ascensión Esquivel Ibarra, ambas en Cartago.
Su madre, ahora de 68 años, organizaba concursos de lápices de colores entre los hermanos. El que tuviera las mejores notas ganaba; pero a la ahora rectora del Tec no la dejaban participar, porque siempre tenía un rendimiento excelente.
En algún momento, la Universidad de Costa Rica (UCR) la seleccionó para una investigación y recomendó que la adelantaran dos años más en su escolaridad, pero su mamá se negó, pues era de la idea de que merecía disfrutar con niños de su edad.
“Tal vez lo feo de todo ese proceso (su niñez) fue la parte de la carencia, de la alimentación”, reflexionó la ingeniera en Computación.
Mientras recordaba esa etapa de su vida, no pudo evitar que las lágrimas se asomaran; tomó aire y contó su época más dura.
Fue durante la adolescencia, mientras cursaba octavo y noveno año en el Colegio de San Luis Gonzaga. En esos años, la tapa de dulce se convirtió casi en la única comida, pero no ocurría todos los días. “Cuando mi papá se fue, no había qué comer, era muy duro tener que ayudar a los hermanitos a distraerse viendo tele o que se durmieran con hambre”, explicó.
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A los 15 años, Estrada buscaba soluciones para ver si lograban al menos desayunar y empezó a dar clases de Matemáticas, Ciencias o Inglés a otros estudiantes.
“A partir de ahí, logramos hacer una comida al día. Uno de los vecinos contactó al Club de Leones y vinieron a hacer una visita a la casa, y a raíz de eso mis hermanas pudieron encontrar trabajo, aunque ellas querían seguir estudiando”, relató la ingeniera.
Para seguir en el colegio, Estrada desarmaba los cuadernos y cosía las hojas que no había utilizado para tener “uno nuevo”.
“Una compañera me regaló un uniforme para poder seguir, porque mi uniforme ya se rompía, los zapatos estaban rotos y la blusa. Fue la etapa más difícil, más por todo lo que eso conlleva en la adolescencia”, añadió.
‘Buenísima para el baile’
Cuando llegó el momento de ir a la universidad, Estrada decidió ingresar al Tec porque estaba cerca de su casa y era el lugar al que podía ir caminando, por eso se decidió por una ingeniería, aunque le llamaba la atención la economía y las relaciones internacionales que impartían otras casas de enseñanza, muchos más distantes.
Ahí pasaba sus días completos, incluso estuvo en el grupo folclórico “Tierra y Cosecha” y por eso recibió una de las becas de las cuales se beneficiaba. Desde entonces, bailar salsa o merengue es de las cosas que más le gustan y en Cartago lo practicaba en salones comunales.
“Íbamos todos los jueves a bailar en diferentes lugares cerca del Tec. No podía escaparme porque ya sabían que solo iba a casa a cambiarme y regresaba (a bailar). Así que solo estaba en casa los fines de semana porque me tocaba”, contó entre risas.
Hoy, ver películas, o caminar descalza bajo la lluvia son algunos de sus pasatiempos favoritos y con la música, ¡ni hablar!, trata de estar actualizada para estar a la altura de sus tres hijos.
Ella, acostumbrada a vivir en comunidad, reconoce que cuando llegó el momento de independizarse de su mamá, fue “muy difícil”
“Fui madre soltera, decidí ser madre, pero mi esposo actual quería casarse y yo no. Yo solo quería ser madre. Al final, decidimos vivir juntos”, recordó Estrada. Actualmente llevan 20 años de matrimonio.
Su familia es lo más importante y ella se esfuerza por mantener a sus seres queridos felices. En el papel de madre, considera que educar a sus hijos sin recurrir a la violencia fue muy importante. “Soy más relajada, debo admitir que busqué criar hijos independientes y brindarles todas las oportunidades educativas, en eso fui muy estricta. Pero estoy muy orgullosa de ellos”, dijo con satisfacción.
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Camino para más mujeres
El camino hacia la rectoría, dijo, representó mayores retos para Estrada por ser mujer. Haber estado en entornos muy masculinizados donde fue víctima de violencia la ha hecho más fuerte.
“No quiero romantizar la violencia, pero ahora que me toca liderar una universidad como esta, yo puedo entender cómo nadie en el país entienda cómo después de la elección nacional, la siguiente elección más importante son las del Tecnológico. No entienden cómo una institución tan masculinizada toma la decisión de poner a una mujer a liderar”, dijo Estrada, quien se convirtió en parte de la historia este año.
Para la rectora, hay mucho por trabajar en materia de género y es algo por lo que ella luchará.
“Estoy muy contenta de que ahora la comunidad no solo reconoce, sino que verifica y consolida que las mujeres en ciencia y tecnología no son un tema de género, aquí no es que las mujeres no se lo permitan, es un tema social y cultural, porque más bien son las mujeres las que se gradúan en un tiempo menor que los hombres”, concluyó la ingeniera.