Ninguna de las muchas adversidades y limitaciones que Moisés Salguero Morales enfrentó fueron más poderosas que el deseo de cumplir sueños; fue esa voluntad la que hizo que este joven indígena cabécar se graduara el 21 de junio como ingeniero mecatrónico del Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec).
Lo logró a pesar de las carencias que vivió en la infancia, sin luz ni agua potable. También, pese a los prejuicios, las miradas despectivas del director de su colegio y las decenas de voces que le dijeron que no podría lograr nada porque “los indígenas son vagos y tontos”.
“Posiblemente Moisés, el niño que se propuso metas, estaría llorando al verme lograr más de lo que alguna vez soñó”, reflexionó el muchacho, que hizo su proyecto de graduación en el prestigioso Leibniz Institute for Plasma Science and Technology, en Alemania.
El niño que quería ser ‘tecnológico’
Moisés Salguero Morales nació en San José, años después de que su mamá dejara el territorio Tjái (Tayní) en Valle La Estrella, en el sur de Limón, a los 13 años. Baudilia Morales Ruiz sufrió violencia intrafamiliar y buscó una vida mejor. En la ciudad conoció al sancarleño Javier Salguero Arias, se casaron y tuvieron cuatro hijos: Moisés es el tercero.
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El hoy ingeniero vivió hasta los cinco años en un hogar con piso de tierra y paredes de láminas de cinc, en Linda Vista de Desamparados.
“Lo más valioso que había era el cilindro de gas. Cuando estaba pequeño mi mamá quiso que regresáramos al territorio”, recordó.
En el territorio, Moisés y su familia experimentaron la carencia de agua potable y de luz: sabe lo que es ir a lavar al río y a recoger agua de lluvia o de una quebrada para tomar. Las tareas escolares a la luz de candelas o focos.
Hoy, su comunidad poco ha cambiado, aunque desde hace dos años tienen una antena que les permite tener señal telefónica; aún no hay agua potable.
“Nosotros, que ahora podemos, compramos botellas de agua”, contó.
El padre de Moisés se hizo policía y su mamá tiene una tienda de ropa, una que empezaron cuando los chiquitos estaban pequeños y caminaban más de cuatro kilómetros para llegar a la parada del bus y ayudar a sus papás a llevar “la carga ” que traían desde San José para vender.
Cuando llegó el momento de estudiar, un pequeño Moisés empezó a ver las diferencias que hacían entre las personas indígenas y las no indígenas, pero nada le arrebataba su idea de ser “tecnológico”: él deseaba hacer algo relacionado con la tecnología.
Un día, unos desgastados folletos del Tec llegaron a sus manos y ahí conoció la Ingeniería en Mecatrónica.
Los prejuicios de antes, continúan hoy. Cuenta que su hermana hablaba español con acento cabécar y por eso la molestaban. Cuando él llegó al colegio, en el territorio Vesta, al que acuden estudiantes indígenas y otros que no lo son, los comentarios racistas eran diarios.
“Me pasa que cuando me monto en taxi o en bus, dicen que como tengo un papá que no es indígena, es que soy inteligente y que a los indígenas no les gusta estudiar ni cuando les dan becas.
“No toman en cuenta que tener apoyo es difícil. A mí, mi familia me ha apoyado toda la vida, a mi mamá le pegaban en el colegio si hablaba en su dialecto. Hay muchas personas indígenas traumatizadas y por eso se piensa que los indígenas no pueden”, lamentó.
En su caso, destacó el apoyo de sus profesores, a quienes recuerda con aprecio, aunque tampoco no olvida las miradas de menosprecio del director del Liceo Rural Gavilán Vesta.
Hubo muchas voces negativas que decían que “por ser indígena no iba a llegar lejos”. Así lo mostró en un video de TikTok en el que en 48 segundos resume su éxito universitario. En su cuenta @moichilero, Moisés muestra con orgullo su cultura.
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‘Quise salir adelante’
Cuando Moisés estaba en noveno año, todo pudo salir mal y su destino sería otro. Según dijo, empezó a tener amistades que no eran positivas y casi “lo echan del colegio”; en ese momento pensó que quería ser diferente y salir adelante. “En décimo y undécimo fui mejor promedio”, dijo.
Con la Ingeniería en Mecatrónica en mente, Moisés hizo el examen de admisión para entrar al Tec, pero por poco y no consigue entrar a la carrera luego de que su colegio no enviara sus notas de presentación. Él tenía un 97 y le aparecía un 70.
“Entonces iba a entrar a la UCR, en eso me llamó Diana Segura, ella trabaja con personas indígenas en el Tec, me dijo que podía entrar con el programa PAR. A veces pienso que seguro en el colegio creían que yo no iba a llegar lejos”, expresó.
Gracias a una beca del 100% y a la residencia del Tec, Moisés pudo estudiar, por eso vive agradecido con la educación pública. Dejó a los suyos para estudiar, todos sufrieron mucho, pues en la cultura cabécar, la familia no debe separarse. Ahora mismo, y mientras consigue empleo, está con ellos en su territorio.
Moisés inició sus estudios y sus sueños se hicieron más grandes. Se postuló para hacer un intercambio y estudiar por unos meses en Estados Unidos, pero por no saber inglés fue rechazado. Se propuso aprender el idioma: accedió a un programa gratuito del Tec y completó los 15 niveles del curso, no solo los nueve que requiere su carrera.
Volvió a aplicar y lo aceptaron. Para su proyecto de graduación sobre tecnologías de plasma físico también buscó ir al exterior y fue recibido en Alemania.
“Quiero motivar a las personas indígenas a no dejarse menospreciar por nadie. He tenido la oportunidad de convivir en muchos escenarios y tener más dinero no hace a nadie mejor persona. Lo que nos hace mejores personas es ser buenos en la vida. No hay límites para nadie. Todos somos iguales”, manifestó.
Moisés superó sus propias expectativas y ahora quiere con ser un comunicador científico. Actualmente, estudia un diplomado en Gobernabilidad e Innovación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Más adelante planea cursar un doctorado, o una maestría.
“En la U quería graduarme con un proyecto muy chiva. Tenía sueños muy grandes, que eran casi imposibles. Cuando vuelvo a ver atrás, veo que sobrepasé todas las metas que me puse. Aunque tengo el mismo título que tiene mucha gente, significa muchísimo más, es difícil obtenerlo viniendo de mi contexto”, asegura el primer universitario de su familia y el único ingeniero en Mecatrónica de su comunidad de 6.000 habitantes.