Era un día como muchos en La Carpio. Rachit Vargas López conversaba con su amigo, Allan Durán, en una calle frente a su casa, en la zona de la segunda parada, que llaman Las Brisas. Serían como las 3 de la tarde cuando una moto interrumpió la conversación de los adolescentes. Dos jóvenes los miraron sin pestañear y uno sacó un arma.
“Allan me dijo que me quitara la gorra para que me vieran. Vi al sujeto mirándome fijamente, a punto de detonar el arma contra mí. Fue posiblemente el momento en que estuve más cerca de la muerte en La Carpio.
“Mi amigo me salvó la vida. Fue algo que marcó la diferencia porque estuve a punto de morir”, relata Rachit siete años después de aquel incidente en el que unos sicarios estuvieron a punto de matarlo, confundidos en la guerra de bandas que se vive en esa populosa barriada josefina.
En ese entonces, Rachit tenía 16 años y era un estudiante destacado del Colegio Técnico Profesional (CTP) de La Carpio, del que más tarde se graduó con honores.
Hoy tiene 23 años y, hace apenas ocho días, el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae) le confirmó su admisión para cursar una maestría online 2023-2025, que iniciará en setiembre próximo. A esta maestría sumará otra simultánea: Computación en la Nube, en Immune Institute Technology, de Madrid, España
Los logros de Rachit Vargas López los destacó en sus redes sociales José Aguilar Berrocal, director de la Fundación Acción Joven, quien ha sido testigo de primera línea de los esfuerzos y capacidades de este joven, a quien calificó como una “de sus mayores inspiraciones personales”.
Aguilar resumió los logros de Rachit en un post en Facebook:
- Dos veces medallista de oro en boxeo.
- Graduado con honores en el CTP de La Carpio.
- Graduado con honores como el mejor promedio en Ingeniería de Datos de LEAD University.
- Asesor regional de la empresa Pozuelo.
- Habla inglés.
- Y pieza fundamental en proyectos sobre educación, conectividad e inclusión social de la organización Reactivemos la Esperanza.
La Nación conversó con Rachit Vargas para que nos contara cómo lo logró. Según él mismo dice, en barriadas como La Carpio hay 300 o más jóvenes con sus mismas capacidades, o mayores. Lo que los aleja de él es que no tuvieron las mismas oportunidades.
“La desigualdad de oportunidades es algo que marca la diferencia entre un joven que sale de La Carpio y otro que no. En La Carpio, faltan muchas oportunidades. Todavía hay quienes siguen luchando con recursos limitados. Vuelven a intentar una y otra vez para ayudar a su familia y luchar por la vida. Solo esperan una oportunidad”, enfatizó Vargas.
Amigos, familia y educación
Rachit pasó los primeros 19 años de su vida en ese asentamiento ubicado en La Uruca, San José, fundado hace más de dos décadas en una finca que pertenecía a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Se calcula que cerca de 5.600 familias residen en la ciudadela. En el 2018, un estudio determinó que poco más de la mitad de esos hogares vive en casas “tipo tugurio”, levantadas con materiales inadecuados. Además, un 24,3% de las viviendas estaba en ese momento en muy mal estado.
Ese fue el ambiente en el cual creció Rachit Vargas López, un joven que no estuvo exento de los peligros de crecer en un asentamiento donde los trabajadores honrados y pujantes conviven con la sombra de bandas narco y asesinos a sueldo.
Entonces, como ahora, las peleas entre grupos que se dividen el territorio de La Carpio es el pan diario. Aquella tarde, hace siete años, Rachit estuvo a punto de convertirse en una víctima inocente de rencillas que se anunciaban, como hoy también lo hacen, con balaceras y pleitos a cualquier hora del día.
A pesar de los pesares, Rachit Vargas describe esos primeros y fundamentales años de su vida como felices.
“Fueron años muy bonitos. Tuve muy buenos amigos. Fue una de las cosas que me salvaron de caer en las bandas criminales y en la venta de drogas. Tres amigos fueron los que me animaron a seguir por el camino correcto. Las amistades correctas marcan mucho el camino que, al fin y al cabo, uno toma.
“Estos amigos míos nunca tomaron ningún vicio, siempre fueron a la escuela, al colegio, fueron personas muy correctas, respetuosos con sus padres. Esas cosas me ayudaron muchísimo”, cuenta Rachit al reconocer la influencia positiva de Allan Durán, Jason Vargas y Christopher Morales.
“Dime con quién andas y te diré quién eres, marca la diferencia en el caso de La Carpio. Conozco muchos que vienen de familias muy buenas, que les dieron todo, pero lastimosamente se relacionaron con otras personas muy diferentes y terminaron en bandas y drogas”, sostiene este inspirador joven.
Dos hechos más marcaron la vida de Rachit Vargas.
Cuando él apenas tenía 13 años, un amigo de su misma edad lo asaltó para robarle su teléfono celular.
“Fue algo que me dolió bastante. Muchos me incitaron a vengarme. Tristemente, eso allá significa matar a la persona. Me ofrecieron armas de fuego para cobrarme el teléfono, pero nunca lo hice.
“Tiempo después me di cuenta que él hizo lo que hizo porque no tenía ni una bolsa de arroz para llevar de comer a su casa. Esa fue una de las cosas más fuertes que viví”, recuerda.
El segundo hecho que marcaría su vida fue a través de uno de sus hermanos.
“Una de las primeras veces que entré en pánico en La Carpio fue cuando un compañero de mi hermano llegó a la casa y le puso un revólver en la frente. Desde entonces, mis papás hicieron de todo para cambiarlo de escuela. Situaciones como esa se volvieron algo muy comunes. Son hechos que cualquier persona de La Carpio vive y seguirá viviendo hasta que no haya algún cambio”, advirtió Rachit.
Según recuerda, esas escenas son muy frecuentes. Y ahora que salió de ciudadela con su familia, ha escuchado que la situación empeoró. Vive en una comunidad donde ya no se escuchan balaceras.
“Hay niños pequeños involucrados en venta de droga, incluso liderando las bandas. Si no se hace algo, esto seguirá empeorando”, advierte sobre La Carpio.
Más sobre situación de niños, niñas y adolescentes:
‘Como sociedad, estamos dejando morir a nuestros adolescentes’, advierte pediatra
Delincuencia atrapa a jóvenes por las mismas causas que ayer a los chapulines
MEP busca información para salir de rezago educativo: ‘No tenemos datos’
Hospital de Niños enciende luz roja por ‘impresionante’ ola de cortadas y autolesiones en adolescentes
Estado de la Educación urge diálogo para salir de la ‘peor crisis’ en 40 años
“Yo sentía que las bandas, los asaltos y la venta de drogas era muy normal. Ahora fuera de La Carpio, se me paran los pelos. ¿Cómo logré, estando ahí, no involucrame nunca con eso?
“Por mis amigos, que fueron Jason, Allan y Christopher, no terminé involucrado. Fuimos cuatro personas que estuvimos blindados de pasarnos a vender droga, a pelearnos con otras bandas criminales, o asaltar a gente que con toda la honra trabaja. Ese fue el factor más importante.
“Otro de los factores fue el colegio. El CTP de La Carpio fue de lo mejor. Conocí profesores que me dieron muchísimo amor y me hicieron sentir que mi campo en esa aula valía bastante. Nunca me quedé en ningún grado porque, de alguna forma, ellos nos inculcaron que, a pesar de salir de La Carpio, valemos bastante”, recuerda con agradecimiento.
A sus papás, Elizabeth y Napoleón, les agradece los esfuerzos tan grandes que hicieron para ponerlo a estudiar y para protegerlo de todos los peligros que lo acecharon mientras vivieron en La Carpio.
“Son padres muy buenos. Siempre nos inculcaron el camino correcto y nos dieron todos los recursos económicos para estudiar en la escuela y colegio. La universidad ya se salía de su presupuesto como tal.
“Es algo que le agradezco mucho a Dios. Nos dio unos padres que trataron siempre de encaminarnos por el camino correcto”, afirma. Hoy, siente orgullo porque puede ayudarles con el estudio de sus otros hermanos: el menor, terminará pronto la secundaria, y el mayor estudia Ingeniería en Informática. “Esto me hace sentir muy feliz y orgulloso”, dice.
Su buen desempeño como estudiante y como deportista en el campo del boxeo, le valió becas que le han permitido completar y seguir ampliando sus estudios superiores. En Lead University, por ejemplo, Rachit estudió con apoyo de la Fundación Álvarez y Marín.
Educación, educación, educación
¿Qué pasó con sus otros vecinos de barrio, de su misma edad, que crecieron con él, jugaron y se toparon alguna vez en las calles de La Carpio?
“Aproximadamente, un 70% de las personas con quienes compartí en mi infancia está en las cárceles. Un 10% o 15% está muerto. Lastimosamente ese es el patrón. Como yo, hay 300, pero lo único que les falta es una oportunidad para estudiar y cambiar completamente una generación”, afirma sin ocultar la tristeza en sus palabras.
Por eso, cuando le pedimos que nos contara cómo se ve en cinco años, y si regresará de alguna manera a La Carpio, contestó:
“Educación, educación, educación: ese es el instrumento más fuerte para cambiar un pueblo. Si yo regreso, regresaría a La Carpio con un proyecto relacionado con la educación.
Su sueño, dijo, es convertirse en un líder tecnológico: usar la ciencia de datos para el bien.
Después de salir de Incae aspira a un puesto de gerencia, pero seguirá estudiando. Probablemente, otra maestría relacionada con ciencias de datos con énfasis en Economía o política pública.
Porque lo que Rachit Vargas aspira es a ser un agente de cambio que inspire a los demás y en unos diez años convertirse en un emprendedor tecnológico capaz de generar empleo. Y, ¿por qué no?, ser un profesor que motive a muchos otros jóvenes a seguir sus pasos.