La imagen de los pies de tres niños atrapados entre el barro rojizo tocó muchos corazones y logró que lloviera ayuda para que 42 estudiantes de la Escuela Pocosol, en el caserío El Campo, en San Carlos, asistan a su centro educativo protegidos con botas y capas.
Fue hace una semana que una vecina de esa comunidad, Marcela Delgado Solera, buscó apoyo ante el pedido de la directora y también maestra de esta escuela fronteriza con Nicaragua, Siany Oviedo Quesada, quien le contó las tribulaciones diarias al ver cómo sus alumnos caminaban descalzos entre el barro para poder estudiar.
La respuesta fue abrumadora, contó Delgado y confirmó la docente a La Nación. No solo lograron botas y capas para estos estudiantes.
La ayuda también alcanzó para completar la compra del uniforme al primer equipo de fútbol de la escuela, hacer una fiesta de la alegría para la salida a vacaciones de medio año, y hasta para apoyar a las familias de estos estudiantes con víveres y otros insumos de cara al paso de la tormenta Bonnie por esas tierras.
Y ¿saben qué más? El ‘milagro de la multiplicación de los panes’ en Pocosol también benefició a una escuela vecina en el caserío La Aldea, y se lograron 18 botas para estudiantes del colegio local, que pasaban malos ratos en su caminata hacia el centro educativo.
Según publicó Delgado en su muro de Facebook, la Escuela Pocosol ya cuenta con implementos deportivos, juegos para entretenimiento, colonias y hasta cepillos de dientes para sus estudiantes.
Hubo empresas y personas particulares que donaron los tacos de fútbol, medias y hasta guantes para el equipo. “Nos quedan algunos fondos para ayudar a las familias de estos pequeños tras el paso de la tormenta en la zona fronteriza con alimentos. Por razones obvias, esperaremos que pase esto para las entregas respectivas”, dijo Delgado.
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“Esto nos ayudó muchísimo. Muchos se han puesto en contacto con nosotros. Gracias a esto, hasta le pudimos ayudar a otra escuela que pertenece a nuestro circuito. Las ayudas se triplicaron y hubo suficiente para compartir.
“Una escuela privada de Ciudad Quesada estuvo entre quienes nos contactaron, y ellos nos darán también su ayuda”, dijo Oviedo muy agradecida con las personas que han mostrado interés en ayudar a sus alumnos.
La directora es nueva en la comunidad. Ella viaja desde Florencia para dar clases y dirigir el centro educativo. En su cuarto año como docente, fue nombrada directora de la Escuela Pocosol y su motivación como educadora es darles a sus estudiantes motivos para no faltar a clases y disfrutar las aulas. El deporte es uno de ellos.
La directora describe al caserío donde viven sus alumnos como muy pobre, algo muy común en los pueblos fronterizos. Oviedo, además, de dirigir la escuela, atiende a nueve chiquitos de cuarto grado, de los cuales solo dos tienen refrigeradora en su casa, y casi todos lavan su propia ropa en la piedra de un río.
Los papás de sus alumnos trabajan en piñeras y otros siembran lo que comen en sus casas, humildes viviendas con interior de hueco.
Cerca de la escuela, contó hace una semana, está la cancha de fútbol, si se le puede llamar así.
La novel directora pidió ayuda a dos vecinos para que limpiaran la plaza con ayuda de un ‘chapulín’ o pequeño tractor; tal era el nivel de monte que tenía. Logró, además, la donación de los dos marcos para el campo de juego en donde sus estudiantes practicarán de cara a un campeonato estudiantil, programado para este mes de julio.
De seguro, la motivación al ver cómo tantos desconocidos se solidarizaron con ellos, les inyectará las energías necesarias para destacar en ese campeonato y, quién quita, traerse el trofeo para El Campo.