En otros años, cuando faltaban cuatro días para comenzar la escuela, ya Sugey tenía lápices, cuadernos y uniformes listos, pero en 2021 no vale la pena.
La niña que va para cuarto grado en la Escuela Playa Torres, en isla Caballo, golfo de Nicoya, carece de lo más fundamental para volver a lecciones: de maestro.
Así lo cuenta Angie Torres, la mamá de Sugey, quien solo tiene guardados los cuadernos que sobraron del 2020. Ella no sabe que va a pasar con el año escolar de la niña.
LEA MÁS: Curso lectivo arranca con la incógnita de cuántos estudiantes llegarán a las aulas
“El maestro que estaba para este año, renunció, entonces, no sabemos qué se va a pasar. No he comprado los útiles porque mi hija no tiene maestro, no sabemos nada de las clases. El maestro nos informó a los padres por mensaje de texto, que había renunciado, no nos han dicho si el lunes van a ir o qué”, contó con gran preocupación.
Según dice, hasta el jueves, la directora del centro educativo no había llegado a la Isla, solo estaban la conserje y la cocinera.
“La directora tiene un grupo con todos los padres, lo único que ha informado es que iba ver cómo hacía. Yo, por el momento, no he comprado nada, ahorita no sabemos si van a recibir clases presenciales o a distancia”, expresó Torres a La Nación.
La niña quiere volver, por eso insiste en que la matriculen en otra escuela, la que queda en playa Coronado, al otro lado de la Isla donde sí hay maestro, pero la madre no puede, pues implicaría un gasto en transporte imposible de costear.
“Ella me dice ‘no quiero estar en la casa’: le digo que se espere hasta que haya maestro, pero ella me responde ‘por qué no me mandás para allá’ , pero la distancia es mucha, hay que ir en lancha, es muy largo y hay que gastar dinero en la gasolina todos los días ida y vuelta, es mucho dinero. Caminando, son siete kilómetros solo de ida, es demasiado para ella”, explico doña Angie.
En otra zona del país, otra madre también sufre muchos desvelos con el inicio del curso lectivo. Es el caso de Marjorie Abarca, vecina de La Angelina de San Nicolás de Ochomogo, en Cartago.
Su hija Mariana va para cuarto año en el Liceo San Nicolás de Tarantino y su hijo menor, Santiago, de 10 años, está en la escuela Jesús Jiménez, en Cartago.
Ella tiene un poco de miedo de que regresen a las aulas por la covid-19. El niño es asmático, tiene déficit atencional y un nivel de autismo.
“Ninguno se quisiera contagiar, pero tampoco pueden estar encerrados en una burbuja porque como niño y como adolescente quieren experimentar del colegio, las amistades y todo. Me preocupa más mi hijo Santiago porque es de alto riesgo, pero ellos sí quieren regresar, no quieren estar más encerrados”, dijo Abarca.
La experiencia para esta madre con las clases a distancia el año anterior “fue muy complicada” ya que no tenían computadora ni Internet fijo, por lo que tuvieron que batallar para cumplir con las labores asignadas.
LEA MÁS: Falta de cobertura frustra ilusión de hogares pobres de recibir computadora y conectarse a Internet
“En lo personal, es un beneficio que regresen las clases presenciales porque no tenemos computadora ni Internet fijo. Poco a poco he logrado comprar los útiles, ya hemos ido teniendo todos gracias a Dios; con los uniformes, tuvimos que hacer un esfuerzo para comprar algunos ya que los del año pasado eran poco aprovechables porque ellos crecieron.
“A pesar de la incertidumbre que todos los papás deben tener, igualmente estamos dejando todo en manitas de Dios para que este nuevo año lectivo sea de mucho provecho para todos nosotros”, concluyó la mamá.