Colitis, gastritis, migrañas, deterioro de la salud mental... Males de todo tipo se convierten en compañeros persistentes de los estudiantes universitarios, quienes conforme avanzan en sus carreras, ganan conocimientos, pero pierden salud.
El desgaste es general y no discrimina entre carreras ni sedes, según determinó un estudio realizado por la Unidad de Promoción de la Salud de la Oficina de Bienestar y Salud, en la Universidad de Costa Rica (UCR).
La investigación, dirigida por Saúl Aguilar, midió la autopercepción sobre la salud de 7.385 estudiantes que ingresaron a la UCR en el 2011 y el 2012 y, volvió a evaluar a 3.545 de ellos en el 2015.
En ese periodo, todos los padecimientos considerados aumentaron. Por ejemplo, la cantidad de estudiantes que sufría colitis subió en un 8,03%, mientras que el crecimiento en las gastritis fue de 4,29%, en las migrañas fue de 5,7% y en las odontalgias (dolor de dientes o muelas) de un 4,04%.
De acuerdo con Aguilar, la vida universitaria funciona como un disparador de las crisis de salud en las personas que ya tienen algún factor de riesgo.
"El aparato universitario está estructurado para que al estudiante se le prueben sus condiciones mentales y hasta físicas al límite. ¿Cuál es el problema?, que estos estudiantes no vienen desde la secundaria con las herramientas necesarias para poder afrontar estas exigencias de forma satisfactoria", comentó Aguilar.
German Marín concuerda y cree que los resultados del estudio se reflejan en su experiencia universitaria. Él ingresó a la carrera de Medicina en el 2011 y considera que de haber tenido conciencia sobre las acciones que pudo tomar en pro de su salud, la experiencia de los primeros años habría sido distinta.
"En mi caso fue el manejo del estrés. Yo ahora estoy en control de Psicología, que es una gran ventaja, pero eso era terrible. Padecía constantemente de reflujo, por ejemplo, de gastroenteritis y me enfermaba con cierta frecuencia", contó el estudiante.
No obstante, en opinión del joven de 24 años, los docentes también deberían ser más considerados y analizar si en ocasiones cargan a los estudiantes con un exceso de trabajo, lo cual muchas veces implica que tengan que elegir entre cumplir con los deberes académicos o sacar tiempo para cuidarse.
Conscientes de los riesgos, pero con pocas alternativas
Al preguntarles, los estudiantes enumeran, al instante, una lista detallada de las prácticas que juegan en contra de su salud, la cual coincide con los hallazgos de Aguilar: comen mal y a deshoras, duermen poco, se estresan demasiado y hacen poco o nada de ejercicio.
El problema es que para muchos, conocer su situación no implica que puedan hacer mucho al respecto, pues aseguran que el tiempo no les alcanza.
"Si bien el campus de la 'U' es muy apto para correr y hacer actividad física, tiene el gimnasio, la natación y varios programas, al menos, para nosotros en Medicina, por el horario, nos es bastante difícil, más conforme avanza el semestre", expresó Marín.
Para Mónica Navarro, estudiante de quinto año de Ingeniería Civil, una de las principales dificultades consiste en comer de forma saludable, pues desde que dejó su casa en Pérez Zeledón para vivir en San José, le costó encontrar los espacios para preparar sus alimentos.
"Cambié el hábito de comida saludable que tenía en la casa y empecé a comer mal, entonces subí un montón de peso. Y ya cuando entré a octavo (semestre de la carrera) fue demasiado el estrés y muchas cosas y más bien pasé como de 55 kilos a 43 kilos", dijo Mónica Navarro.
El aumento en el peso luego de entrar a la universidad fue común entre los estudiantes que participaron del estudio de Aguilar. Entre el año de ingreso y el 2015, el porcentaje de estudiantes con bajo peso bajó un 3,15% y el de alumnos con con un índice de masa corporal (IMC) normal disminuyó un 5,3%, mientras que los estudiantes con obesidad aumentó un 2,38% y el de estudiantes con sobrepeso se incrementó en un 7,4%.
Otra barrera para comer adecuadamente que señalan los estudiantes son los horarios de las clases, los cuales con frecuencia los obligan a saltarse tiempos de comida.
"Por ejemplo en los laboratorios, si los tenía a las 8 a. m. se supone que uno sale a mediodía, pero a veces uno se atrasa o las prácticas fueron más largas y se sale tarde, como a las 12:40 p. m. y la próxima clase es a la 1 p. m., y no te da tiempo de comer.
"A veces me comía unos palitos de ajonjolí o unos bizcochos, yo era consciente de que eso jamás era un almuerzo pero era eso o no comer nada", expresó Mariana Brenes, alumna de licenciatura en la carrera de Tecnología de Alimentos.
Esa irregularidad a la hora de comer, contó, disparó sus crisis de gastritis.
Aguilar considera que ajustar los horarios de las lecciones es uno de los cambios que la UCR podría hacer para fomentar que sus estudiantes tengan una mejor calidad de vida.
"Tenemos el desafío de ser una universidad promotora de la salud y eso implica tomar decisiones políticas que sean favorecedoras. Por ejemplo, que no se pongan clases en horas de alimentación, estamos tratando de hacer conciencia en directores, decanos y en la Administración en general para que eso no suceda, pero es difícil porque la universidad es un monstruo y tiene que moverse", manifestó Aguilar.
El investigador también le apuesta a la inclusión de contenidos sobre promoción de la salud en la malla curricular de los alumnos universitarios, así como a facilitarles charlas y capacitaciones.
A la vez, los alumnos consideran que, pese a la dificultad de modificar el estilo de vida durante los años universitarios, sí hay medidas que se pueden intentar implementar desde el inicio de la carrera.
"Cuando uno se acostumbra a no preparar la comida o no ir al súper porque no tiene tiempo, se acostumbra a comer afuera. Si uno se organiza y saca por ejemplo un domingo en la mañana, va, compra y luego prepara lo que se va a comer, tal vez tenga más control", recomendó Navarro.
"Con la edad y con lo que uno tiene en la cabeza (al momento de ingresar a la universidad) probablemente uno tiende a tomar malas decisiones, pero con todo lo que ha pasado sé que hay muchas mejores decisones que tomar. No hubiese pasado tantos años pensando que debería ir al psicólogo en vez de ir al inicio", expresó Marín.