Después de una ausencia física de 12 años, el escritor Mario Vargas Llosa volvió ayer al país y al Teatro Nacional con una confesión entre manos: los secretos de su más reciente novela La fiesta del Chivo .
Y es que ante el público que llenó ese teatro se presentó, con un poco de retraso y el rostro cansado, Vargas Llosa, el escritor.
Sin falsas posturas ni un discurso preelaborado, dejó que Eduardo Ulibarri, director del diario La Nación , conversara con él acerca de las dudas que podrían asaltar a cualquier lector.
Antes, el Premio Cervantes y miembro de la Real Academia Española de la Lengua cumplió con su papel de personalidad pública: dio una conferencia de prensa, se reunió con los políticos y hasta firmó unos autógrafos.
El peruano, nacionalizado español, llegó a Costa Rica como parte de una gira latinoamericana de promoción de su obra en la cual ha visitado República Dominicana, Perú y México, entre otros países.
Con una apretadísima agenda, el autor de La ciudad y los perros y La tía Julia y el escribidor entre otras obras atendió a los periodistas en el Hotel Camino Real Intercontinental. Los reporteros centraron el intercambio de preguntas y respuestas en los temas favoritos del autor: literatura y política (vea nota aparte).
Muy formal con el protocolo, luego partió sin perder tiempo a Casa Presidencial donde lo esperaba Miguel Ángel Rodríguez, presidente de la República, para asistir a un almuerzo privado en el restaurante Le Chandelier.
Por supuesto, los funcionarios de la Casa Presidencial no desaprovecharon esa visita y esperaron con sus libros por una rúbrica del afamado autor.
"Es muy interesante escuchar de boca del señor presidente algunas realidades costarricenses. Le decía qué admirable es, después de haber pasado tres años y medio escribiendo sobre la dictadura de Trujillo, llegar a un país que es como un emblema de la cultura democrática en América Latina", expresó Vargas Llosa.
En el restaurante se reunió con una veintena de personas, entre ellas Guillermo Vargas, ministro de Educación; Enrique Granados, titular de Cultura; Ástrid Fischel, primera vicepresidenta de la República, y la diputada Alicia Fournier.
La educación, la salud y la lectura fueron algunos de los asuntos que trataron.
Conversación sincera
Tras una pequeña presentación del escritor y editor Sealtiel Alatriste, encargado del sello editorial Alfaguara en México, el público del Teatro Nacional enmudeció y solo se escucharon las voces de Vargas Llosa y Ulibarri.
Ante la primera pregunta de Ulibarri, el escritor reconoció que cuando escribió su novela no pensó en la larga tradición de literatura sobre dictaduras en América Latina, sino que más bien fue una forma de poner en palabras un tema que le rondaba en su cabeza desde la década de los 70.
"Es necesario subrayar que La fiesta del Chivo es una novela: A pesar de que se basa en hechos históricos, hay mucho de invención", aseguró este ensayista, dramaturgo y novelista.
Su interés, explicó, fue contar la historia secreta de la dictadura de Trujillo (1930-1961) que no llegó a los documentos; es decir, la historia que sale de la intimidad de los propios personajes con todo y sus corrupciones, alegrías y tristezas.
Ulibarri lo llevó a conversar acerca de su forma de concebir a Trujillo. "Siempre tuve claro que Trujillo no debía parecer un monstruo, un ser fuera de la tierra porque eso era desnaturalizarlo. Es un hombre que se transforma a medida de que tiene más poder y de que quienes están a su alrededor se vuelven más serviles", expresó Vargas Llosa.
De pronto, una sorpresa: la actriz Eugenia Chaverri empezó a leer algunos fragmentos del libro.
Así, lector y escritor hablaron acerca de la estructura compleja y transparente de la obra, el poder y de personajes tan importantes en la obra.
Vehemente y seguro de sus palabras, Vargas Llosa dijo: "Lo que le importa a un escritor es contar una historia y la estructura y otros detalles están en función de eso".
Los aplausos rompieron el silencio.
Colaboró en esta información el periodista Alejandro Vargas.