¿Quién es el costarricense que estuvo más cerca de Juan Pablo II? Hasta su fallecimiento, el 8 de marzo, fue monseñor Román Arrieta; ahora, ese honor lo ocupa monseñor Dagoberto Campos, un sacerdote costarricense de 39 años y miembro diplomático del Vaticano, quien se encuentra asignado en Santiago de Chile.
Campos, quien inició su carrera sacerdotal como capellán en la Casa Presidencial, tuvo gran cercanía con el Sumo Pontífice durante sus cuatro años de estudios en la Pontificia Academia Eclesiástica del Vaticano; es decir, en la escuela diplomática de la Santa Sede.
Él se formó allí entre 1995 y 1999 y obtuvo un doctorado en Derecho Canónico con énfasis en Derecho Eclesiástico Público.
"Durante ese período, los alumnos de la academia compartimos una o dos veces al año con el Papa, quien llegaría a ser nuestro jefe. Todos los años, la academia entera -35 sacerdotes de diferentes partes del mundo- lo visitaba una o dos veces y juntos celebramos, a las 7 a. m., una eucaristía en la capilla privada del Santo Padres; después, a eso de las 8:15 a. m., todos pasábamos a la biblioteca, donde él nos saludaba y conversaba con nosotros.
"No eran grandes conversaciones, sino diálogos entre estudiantes y él... Juan Pablo II siempre fue una persona muy jovial; cada vez que le mencionaban a Costa Rica hacía un gesto de admiración", detalló Campos Salas.
Eso sí, Campos conoció a Juan Pablo II en febrero de 1994.
"Los obispos me llevaron como diácono en la visita que cada cinco años le hacen al Papa. Me tocó participar en la eucaristía en esa capilla privada como diácono; le preparé el cáliz y lo ayudé en todo", dijo.
El día del cumpleaños. Ese sacerdote y sus padres, Benilda Salas y Dimas Jaime Campos, tuvieron la oportunidad de cantarle feliz cumpleaños número 78 a Karol Wojtyla el 18 de mayo de 1998.
"Mis padres me fueron a visitar y fueron escogidos como pareja para estar en la capilla en un espacio para 25 ó 30 personas. Fui el concelebrante de la eucaristía; es decir, el que está al lado derecho del Papa. Mis padres estaban muy emocionados y recibieron la comunión de sus manos", contó .
Sus padres, vecinos de San Rafael de Poás, Alajuela, recuerdan aquel día en sus vidas como una gran bendición de Dios.
"El Papa nos dio la mano y un rosario. Yo vi una gran santidad en él", aseguró Benilda Salas.
Ahora, monseñor Dagoberto Campos Salas está en oración. "Por supuesto que nos duele cuando una luz que ha brillado tanto como él se apaga".