“En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (Jn 19,41-42).
Tomado del Evangelio de San Juan, este fragmento relata el entierro de Jesús en un sencillo lugar. En nuestros días, la Iglesia Católica celebra este acontecimiento el Viernes Santo con toda la solemnidad del caso, no así con la misma sencillez.
Aunque la procesión del Santo Sepulcro, que se realiza el viernes, es una de las celebraciones más llamativas, no es la más importante de Semana Santa.
“El pueblo fiel tiene una sensibilidad hacia el misterio de Cristo, sobre todo, el de su muerte”, explica el padre Wálter Howell, de San Miguel de Escazú. Sin embargo, cita a San Pablo, “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”.
De igual modo opina Daniel Rodríguez, sacerdote de la Parroquia de Guadalupe. “Por tradición de la colonia, el Viernes Santo caló en la manera de evangelización que tuvieron los misioneros. La gente se ha quedado con la imagen del Cristo crucificado o muerto, siendo lo más importante la Resurrección”. A pesar de esto, la gente no deja de sentir fascinación hacia aquella imagen del Cristo yacente.
Esto lo saben muy bien en la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Heredia, en la Basílica de los Ángeles en Cartago, en la Catedral Metropolitana y en la Iglesia de Guadalupe. En todos estos centros religiosos los Santos Sepulcros son la pieza más valiosa y la que encierra una gran tradición.
Toneladas de arte
En la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Heredia, cuidar al Santo Sepulcro se ha convertido en toda una tradición de orgullo y respeto para un grupo de hombres que conforman, como en otras iglesias, la orden de los Caballeros del Santo Sepulcro.
Según explica Luis Daniel Ovaldía, presidente de ese grupo, cada año se abre una inscripción para los hombres que deseen alzarlo. Dependiendo de la cantidad, se hacen escuadrillas de 20 hombres que cargarán 3.500 libras entre todos.
“Este sepulcro fue obra de Guillermo López, quien montó la estructura, y de Rafael Chacón, quien se encargó de hacer los detalles. Es todo oro”, dice Ovaldía.
Antonio Monge Piedra, mayordomo de la Basílica de Los Ángeles en Cartago desde hace 52 años, cuenta que el Santo Sepulcro de esa iglesia fue mandado a construir por Monseñor Alfonso Coto Monge y por él mismo.
“En aquel momento el único Santo Sepulcro que había (en Cartago) estaba en la Parroquia del Carmen. Por eso nos pusimos de acuerdo para hacer algo bueno”, cuenta.
Fue así como en 1960 se le pidió al reconocido escultor Manuel María Zúñiga que lo diseñara. Fue él mismo quien hizo la imagen del Cristo yacente y pidió que fuera Miguel Elizondo, un talentoso cartaginés, el encargado de armar el sepulcro y tallar la madera, en cedro amargo.
El trabajo duró año y medio y el resultado final fue una bella obra de arte de 12 kintales de peso, que debe ser alzado entre 16 y 18 personas. Pero por ser tan pesado, no se alza en hombros sino que se lleva en un aparato especial con rodines. Considerado como el mejor Santo Sepulcro de Zúñiga, el de la Basílica de Los Ángeles es también “...uno de los más bellos de Latinoamérica”, afirma don Antonio.
También por su peso, el Santo Sepulcro de la Iglesia de Guadalupe fue sacado durante mucho tiempo en un carrito con rodines, pero desde hace unos años se retomó la tradición de llevarlo en hombros. Con un peso aproximado de dos toneladas, se necesitan 32 hombres para alzarlo. “Es muy imponente”, opina el sacerdote Alvaro Sáenz. También fue hecho por Zúñiga con ayuda de su hija, Julieta, hace unos 70 años. Su curiosidad es que la urna tiene algunos elementos paganos como pavorreales y dragones.
Las réplicas
El Santo Sepulcro de la Catedral Metropolitana de San José tiene una historia más antigua, según cuenta la investigadora de historia Ana Isabel Herrera Sotillo.
En 1878, Cleto Monestel, un colaborador de la Catedral, había mandado a traer un Santo Sepulcro desde Francia, hecho de puro bronce.
Este se reparó varias veces, pero en 1923 se le encomendó al mueblero José Urgellés que realizara uno nuevo, esta vez en madera de caoba y laminado en pan de oro.
“Urgellés hizo una copia exacta del sepulcro francés, y de hecho utilizó los mismos cristales, que son los que actualmente tiene el que se encuentra en exhibición en la Catedral”, explica Herrera.
La imagen del Cristo yacente fue realizada por Manuel Lico Rodríguez, un escultor de San Ramón, y encomendada por Lucas Fernández y otros vecinos.
Este Cristo tenía los brazos movibles, para cumplir las dos funciones: la del Cristo yacente y para utilizarse como crucifijo en el altar. Actualmente se encuentra solo acostado.
El Santo Sepulcro de la Parroquia de San Miguel de Escazú es una réplica del que está en la Catedral.
También fue construido por José Urgellés, con la ayuda de otros tres hombres y tuvo un costo de ¢5.000 en 1932.
La imagen del Cristo yacente también cumplía las dos funciones pero, por su antig,edad, el padre Wálter decidió no utilizarlo más como crucifijo. Esta imagen fue hecha por Mercedes Guillén, un escazuceño, héroe de la Guerra de 1856, en el siglo pasado.
La procesión del Santo Sepulcro
Si usted planea ir a alguna procesión del Santo Sepulcro, sepa cómo será:
- El Santo Sepulcro es la urna de cristal con la imagen del Cristo yacente en su interior.
- La gente camina en silencio a manera de respeto. La banda del lugar interpreta marchas fúnebres de compositores nacionales, usualmente El duelo de la patria.
- Vestidos de negro, los Caballeros del Santo Sepulcro de cada parroquia son los encargados de alzar la imagen en hombros.
- Las procesiones empiezan después de las 4 p.m. (como en la Catedral Metropolitana). Algunas dan inicio en la noche.
- La tradición de cargar el Santo Sepulcro en hombros, por las calles, viene de España.
Aunque es una de las procesiones más solemnes, no es la celebración más importante de Semana Santa. La resurrección de Cristo es lo más importante.