Usted reclama que los diputados socialcristanos le habrían dado su apoyo a Federico Vargas para el puesto según lo dice él, pero, ¿no encuentra cierta lógica en ello?
Bueno, precisamente por eso es que creo que un diputado no debe participar por un puesto que finalmente se escoge en la Asamblea.
La relación afectiva es algo completamente humano y le da una ventaja competitiva a quien está adentro. Lo más sano es que ni siquiera puedan postularse.
¿Por qué afirma que frente a un panorama así el concurso por la Defensoría pierde seriedad?
Aclaro que yo parto de una duda y para mí lo importante será escuchar la respuesta de los diputados socialcristianos a mi pregunta de si es cierto que ya le ofrecieron su voto a Federico Vargas, su jefe de fracción.
Si me responden afirmativamente creo que pierde sentido la existencia de un supuesto concurso en el que se elige al más capacitado.
¿Ya tiene respuesta?
Hasta el momento (ayer al mediodía) no.
¿Y no cree que es muy fácil responder esa pregunta de una forma aunque se esté pensando de otra diferente?
Tal vez, pero yo tengo el mejor concepto de todos los diputados y lo que me queda es esperar que, cualquiera sea su respuesta, sea totalmente honesta.
Pero, ¿no hay entonces derecho a realizar lobby? ¿Usted no lo hace?
Lo que es absolutamente lícito es acercarse a quienes estarán a cargo de la elección para exponerles las causas que uno tiene para aspirar al cargo.
Puedo asegurar que yo he hablado con cinco o seis diputados y les he hecho ver mi intención y mis planes para la Defensoría pero en ningún momento les he solicitado el voto porque eso sería un irrespeto. La idea es que ellos elijan a conciencia.
¿Y por qué deberían votar por usted?
Estoy convencido que desde mi puesto actual (presidente del IFAM), conozco mejor que nadie cada rincón del país y sé muy bien las causas por las que este país está estancado.
El conocimiento de la realidad nacional me permite buscar las causas de ello y además mi formación de abogado me permitirá llevar adelante la multiplicidad de aspectos legales que se manejan en la Defensoría. Un punto más a mi favor es que no soy militante de ningún partido político.
¿No es usted socialcristiano?
Antes de 1998 solo era un simple votante y hasta la administración de Abel Pacheco entré a formar parte de un Gobierno.
¿Y no aspiraba hasta hace poco a una diputación?
Deseché eso para el corto plazo puesto que el momento político no es el más adecuado y prefiero luchar por el país desde otra trinchera.
¿Es entonces la Defensoría un trampolín?
Cualquier puesto público lo es si uno trabaja bien. En realidad lo que constituye un impulso para cualquier funcionario no es el puesto por sí mismo, sino los resultados que se obtengan en este y demuestren la capacidad.
Y si usted fuera el Defensor, ¿qué cambiaría en la institución?
Trabajaría muy fuerte en el único que creo es el lunar que se le puede señalar ahora a la Defensoría: la necesidad de enseñarle a los ciudadanos que no solo se trata de exigir el respeto a sus derechos, sino también decirles que es igual de importante su respeto a los deberes.