Eduardo Robert lleva 20 años de dedicarse a la producción de leche en San Gerardo de Irazú, en Oreamuno de Cartago, de un lado mira al volcán Irazú y del otro al Turrialba.
Es este último vecino el que ahora le causa el desvelo, pues las constantes caídas de ceniza, incrementadas desde el 30 de abril, hicieron que su producción cayera en un 25%.
Robert se enfrenta ahora a uno de sus mayores miedos: perderlo todo al igual que le sucedió a su padre cuando fue el Irazú el que desató su furia, en 1963.
"La capacidad del Turrialba es igual o mayor que la del Irazú. No quiero ser apocalíptico, pero todos los días pienso en eso, en perderlo todo, como le ocurrió a mi papá. Ese es el miedo de todos los que vivimos de la tierra. Cuando usted ve tres días seguidos de caída de ceniza, ininterrumpida, piensa en lo peor. Todo el pasto está gris, las vacas no comen, están estresadas, no producen leche. Cuando finalmente les da hambre se comen pasto con la ceniza y eso las afecta también", dijo este propietario de 40 vacas.
Turrialba, Pacayas de Alvarado, Tierra Blanca de Cartago, y comunidades de Oreamuno, al igual que el cantón josefino de Coronado, son los lugares más perjudicados por la caída de ceniza del Turrialba, que ha tenido erupciones de hasta 3.000 metros de altura con expulsión de ceniza, gases, vapor e incluso piedras. La última se registró a inicios de este mes; alcanzó los 1.000 metros.
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Aunque aún los productores de la zona no lo han "perdido todo", ya se registran pérdidas y acumulan facturas.
Allan Sánchez, director del Servicio de Salud Animal (Senasa), explicó que en el caso de las 369 fincas lecheras afectadas, la disminución promedio en la producción es cercana al 15%. La baja significó ¢123 millones menos en ingresos para los productores en solo en 22 días.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), entre tanto, registró 150 hectáreas de papa afectadas, 50 de repollo, 25 de coliflor, 15 de brócoli, 10 de cebolla, 10 de zanahoria y una de culantro. Esos sembradíos están ubicados en Tierra Blanca y Pacayas. Aún el MAG no tiene la lista del número de finqueros afectados.
"Aquí es pedirle a Dios que el volcán nos pemita seguir trabajando. Yo paso monitoreando el volcán, siempre tengo el temor de quedarme sin trabajo. El día de la explosión más grande (la que alcanzó los 3.500 metros de altura, ocurrida el 24 de mayo) desde la pura mañana corrimos a ver cómo limpiábamos los cultivos. Hubo un cebollal que se quemó, llevaba dos días sin llover y la ceniza lo quemó. Tuve que correr a comprar dos sopladoras para limpiar la ceniza, cada una cuesta ¢390.000.", contó Fabián Segura, productor de papa y cebolla de San Gerardo de Irazú.
La plantación de cebolla fue la más afectada por la ceniza, cuenta Segura, pues reportó 30% menos en la producción (cebollas que no se van a cosechar). Esto significa casi ¢5 millones en pérdidas desde el inicio de la emergencia.
¿Qué van a hacer? La posibilidad de nuevas erupciones es incierta. Según Raúl Mora, vulcanólogo de la Red Sismológica Nacional (RSN), la información sísmica, química, los datos de campo y la historia geológica del volcán muestranun posible escenario de más erupciones freáticas (vapor, gases y piedras) y magmáticas, en el futuro cercano.
Para atender la situación, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) ha destinado más de ¢200 millones en suministros para producción pecuaria y agrícola: fertilizantes y agroquímicos para el tratamiento de cultivos, sopladoras, pacas de heno y medicamentos para los animales.
Sin embargo, ante la eventualidad de más erupciones, los productores piensan en medidas a mediano y largo plazo. Por el momento, Robert piensa en la posibilidad de hacer un invernadero para ubicar a los animales, una bodega para almacenar heno, o bien, buscar una finca en otro sector para evacuar las vacas.
"La ceniza del volcán ha hecho que los terrenos para producir sean muy fértiles. Pero así como nos ha dado este tipo de terrenos para vivir de ellos, nos lo puede quitar todo, no queda más que pedirle a Dios", dijo Robert.
Fabián Segura, por su parte, mantiene la fe de que el volcán le permita seguir cultivando.
El Sistema Banca de Desarrollo (SBD), aprobó, a finales de mayo, una línea de crédito por ¢10.000 millones, a los que se le suman ¢5.000 millones que ya estaban para atender las emergencias provocadas por la actividad del volcán Turrialba. Los fondos estarán disponibles para agricultores y ganaderos afectados a través de todos los operadores financieros y de las empresas que son compradores tradicionales de productos en las zonas afectadas.
Víctor Acosta, director de micro y pequeña empresa del Banco Nacional, dijo que a esa entidad han llegado ocho afectados a hacer consultas y gestiones para obtener un crédito y otros para readecuar deudas que se les dificulta pagar por las pérdidas que han tenido.
Para Acosta, es "complicado" que una persona de las zonas afectadas que tiene una actividad agrícola pida dinero para sembrar ahí mismo.
"El riesgo puede ser que, además de lo que perdió, lo siguiente también lo pueda perder. Hay que valorar cada caso. Puede ser que la construcción de un cobertizo sea válido, puede que sembrar no", expresó Acosta.
Este panorama es poco alentador para los dueños de las 260 hectáreas de cultivo afectadas por la ceniza, pues aparte de la baja en producción hay temor de los compradores de consumir los vegetales de aquella región. Por eso el MAG informó de que los vegetales se pueden consumir sin ningún riesgo para la salud, pues la ceniza no contiene metales pesados. La única recomendación es lavarlos con agua potable.
A las complicaciones de lecheros y agricultores se suma de los empresarios turísticos, que también resienten los estragos del volcán. Los rumores obligaron a Pablo Abarca, presidente de la Cámara Nacional de Turismo a aclarar que los alrededores del Turrialba son seguros para visitar.