En este punto, la carretera se acaba y ya. Diez estañones unidos por una cinta amarilla y un portón aguja despintado, rodeado de maleza, indican que nadie puede continuar en dirección norte, aunque a dos metros hay un rótulo inútil que dice “Bienvenidos a Nicaragua”.
Es el último metro de Costa Rica en la frontera de Tablillas, cantón Los Chiles, y a las 12:36 p. m. de este jueves se supone que nada debería estar ocurriendo aquí, pero siempre está pasando algo.
Dos jefes de las empresas fruteras de la zona vienen de comprar en el súper Carranza, en el centro de Los Chiles (a seis kilómetros) y pasan las bolsas por debajo de los alambres de púa para subirlas en el cajón del pick-up 4x4 que tienen estacionado en el lado nica.
Del lado tico, dos policías acaban de almorzar su sopa de pollo sentados a la mesa a cinco metros del territorio nica. Están a cinco metros del callejón por donde a esta hora pasan seis viajeros con sus dos “jalagente”, como le llaman aquí a quienes hacen de “coyotes” o traficantes de viajeros sin papeles.
Esta vez ni siquiera se han querido medio ocultar entre los naranjales; van por el trillo hecho por los cientos de migrantes que van y vienen por este punto donde Costa Rica Rica no tiene puesto de Migración, pero Nicaragua sí.
Del lado nica, un agente migratorio llamado Franklin viene caminando indiferente con uno de los soldados del puesto San Pancho, en este punto de la frontera. El gerente de la empresa frutera, después de pasar por encima de la cerca limítrofe, le entrega dos litros de gaseosa y un paquete de galletas; se sube al pick-up y sigue su jornada.
Del lado tico, los dos policías han acabado de almorzar en la delegación y continúan pasivos, cumpliendo su turno. Frente a ellos una bandera enorme de Costa Rica ondea los colores azul, blanco y rojo desteñido, casi rosado.
Unos gallos, dos perros, yigüirros y zanates van y vienen por encima de la línea fronteriza. Los humanos también cruzan sin sellos de ningún tipo, pero 200 metros más allá y pagando a otros.
La burocracia. Este es el puesto fronterizo de Tablillas, o debería serlo. Lo es en el sentido crudo de la frase, pero no en el oficial. El proyecto de construir aquí algo formal se ha ido atrasando por burocracias, y ahora, con el cambio de gobierno, está por verse.
Nicaragua tiene construidas instalaciones de Migración y de aduanas. Tiene construida también una carretera nueva hasta Tablillas y el puente, siete kilómetros atrás, sobre el río San Juan, con financiamiento de Japón.
Nicaragua podría inaugurar esta obra en cualquier momento, pero de poco sirve mientras el portón amarillo siga cerrado en la línea fronteriza.
El deseo del gobierno de Daniel Ortega era inaugurar pronto las obras, lo cual, el anterior ministro de Seguridad tico, Mario Zamora, consideró un acto “hostil”.
Era evidenciar que Costa Rica estaba atrasada, como lo comunicó la Cancillería en una nota diplomática. No había podido avanzar el proyecto financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ni tampoco el plan de instalar estructuras temporales.
“Se perdió tiempo; en el último año se avanzó muy poco”, dice el nuevo canciller Manuel González, “Hay que reconocer que ellos están más adelantados”.
El anterior viceministro de Comercio Exterior, Fernando Ocampo, a cargo del proyecto, admite que hubo atrasos burocráticos ligados también a la Municipalidad de Los Chiles, que no autorizaba construir hasta tener garantizado el 50% de los ingresos del futuro puesto fronterizo y que este no estuviera supeditado al de Peñas Blancas.
“Ya todo eso está solucionado y no sé por qué las cosas están paradas”, responde el alcalde de Los Chiles, Álvaro Solano, esperanzado en que al Ayuntamiento le ingresen unos ¢2.000 millones por año por los servicios fronterizos.
El puesto de Tablillas podrá atraer cerca de un 40% del tránsito que ahora atiende la frontera de Peñas Blancas, en el cantón de La Cruz, Guanacaste. Estos son cálculos del BID citados por Ocampo.
La previsión es que por Tablillas pase mercadería de manera más directa a los puertos de Limón. Se ahorrarían 160 kilómetros por esta ruta, pues no entrarían a la Gran Área Metropolitana (GAM), sino que aprovecharían el camino nuevo por Sarapiquí, que estaría listo a finales de este año.
De momento, los únicos vehículos que pasan por Tablillas son los de los naranjales de las empresas Frutales del San Juan y Ticofrut. Pasan con un permiso especial por un portón aparte, explicó Mario Hurtado, gerente general de la primera compañía.
La realidad indica que el tránsito de personas y de bienes lícitos o no, es diario e incontenible; no espera decretos ni coordinación entre ministerios o entre Gobiernos.
200 viajeros por día. Dos nicaragüenses que dijeron llamarse Margarito y Lucía son parte de ese tránsito. Él tiene residencia en Costa Rica donde, aseguró, trabaja en una empresa de electromecánica desde el 2001. Andaba en Chontales por el Día de la Madre y ahora viene con su compañera, sin papeles.
Era ya la tarde y estaba al borde de la cerca, junto a los árboles de nance donde los alambres están cortados y hay indicios de gente. Hay basura y restos de fogata.
Ahí suelen estar los “jalagente” de cada país, coordinados entre sí y con los taxistas piratas que, en el caso de Costa Rica, esperan a los migrantes en alguno de los puntos de la calle donde desembocan los trillos desde la frontera.
A esos transportistas le llaman “los talibanes” y son el dolor de cabeza de las autoridades en la zona. El alcalde Solano cuenta que un vez apedrearon a la compañía de buses para espantarla de esos seis kilómetros entre Los Chiles y el punto fronterizo de Tablillas.
Por esa calle andaba este jueves un viejo Nissan Sentra color negro. Estaba esperando a Margarito y a Lucía, que se mantenían sobre la línea aguardando la orden de su guía. Es un muchacho blanco, llevaba chancletas, una vara en una mano y un celular en la otra.
“Apurate, ya podemos ir”, indicó el guía viendo por encima de la maleza seca, por si se acercaba un policía tico.
Es difícil para los policías, dice uno de estos. “Uno hace el ridículo persiguiendo a los paisas; ellos se ríen de uno. Hay como 20 pasos a los largo de 25 kilómetros y si no entran por uno, entran por el otro. O si se les devuelve, solo esperan un poco y vuelven a intentarlo”.
De repente, el guía da la orden a Margarito, a Lucía y a otros tres migrantes para que caminen rápido por medio frijolar, ya en suelo tico. Cargaban bultos enormes con sepa Dios qué. Se agitaron en el trayecto de unos 300 metros hasta donde estaba el Sentra negro con puertas abiertas y encendido.
Ahí entraron los cinco migrantes, el guía y el chofer, más el equipaje. Eran siete dentro de un automóvil que igual pudo alcanzar los 100 kilómetros con rumbo desconocido para el equipo de este diario. Esto es lo usual.
Si los paran, los migrantes deben decir que no han pagado, que solo van pidiendo ride . Así los guías y choferes se salvan de ser detenidos por tráfico de personas, sin perder tampoco la ganancia.
Unos ¢25.000 puede pagar cada migrante en total para pasar por Tablillas. El monto será mayor si logran convencer de que hay que dar “peaje” a los policías. Los policías cuentan que se han dado “casos”, pero excepcionales.
En ese carro iban siete, pero por día son unos 200, según dijo el alcalde , basados en reportes de Migración nicaragüense. Del otro lado sí hay reportes de ingresos y salidas.