Los últimos tres colaboradores del emblemático Club Social de Cartago entregaron las llaves de dicho patrimonio arquitectónico al Juzgado Civil de esta ciudad, ya que no pudieron darle más mantenimiento. Esta personas tenían un año de trabajar ad honorem en el lugar, pero no lograron continuar.
“Fuimos a entregar las llaves a esa instancia judicial porque ya era imposible su mantenimiento. Ahora, temo que sin guarda y sin protección alguna, el edificio pueda ser presa de actos vandálicos, ya que en su interior hay cosas valiosas”, dijo Andrés Martínez, quien estuvo como administrador sin recibir paga alguna.
A este centro de la élite cartaginesa, inaugurado en 1923 y declarado patrimonio arquitectónico histórico el 12 de abril del 2000, solo podían ingresar los socios. En las últimas décadas, el sitio se vio envuelto en litigios de bandos de asociados sobre la propiedad.
Por este diferendo, está vencida la personería jurídica de la Asociación Club Social de Cartago desde el 2013.
El club se ubica en el corazón de vieja metrópoli, 50 metros al oeste de la Municipalidad de Cartago.
El médico Fernando Garzona, uno de los últimos presidentes del club, dijo que los diferendos se iniciaron cuando un grupo de asociados quería vender el inmueble y otros, no.
“Es un patrimonio arquitectónico de Cartago, espero que antes de que le echen un back hoe en la noche, y lo demuelan, como se ha hecho en muchos edificios históricos de Cartago, intervenga el Centro de Investigación y Conservación del Ministerio de Cultura”, dijo Garzona.
El área de terreno en que está asentada la propiedad es de 1.690 metros cuadrados. “Esa propiedad, aparte de lo histórico, vale varios miles de millones de colones”, dijo el médico
Mario Chacón, dirigente cultural de Cartago, instó a la Oficina de Patrimonio a intervenir: “Sería lamentable que pronto aparezca en ese histórico lugar negocios comerciales como los que ya abundan en esta ciudad”.
El diseño de esta edificación, de estilo neoclásico, fue elaborado por el arquitecto José Francisco Salazar.
En el libro “Señales en el cielo, el terremoto de 1910 y la transformación de la arquitectura de la ciudad de Cartago”, escrito por los historiadores Sonia Gómez y Carlos Luis Fallas, se describe este edificio como el “símbolo claro de quienes lo erigieron, pues el estilo neoclásico en el que se proyectó fue el lenguaje de los grupos poderosos del país, que lo utilizaron para ostentar su condición socioeconómica, su abolengo y poder político para diferenciarse de otros sectores sociales”.
En sus salones, a mediados del siglo pasado, se elegía la Reina de Cartago, mientras que en otro local cercano de clase popular, se elegía la “Reina obrera”.
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Por muchas décadas, los 14 de setiembre se ofrecían cenas suntuosas y elegantes, a los Presidentes de la República, que llegaban a conmemorar la Independencia patria.
La Escuela de Párvulos
El sitio donde ahora se erige el Club Social de Cartago estuvo ocupado por otra edificación a finales del siglo XIX: la Escuela de Párvulos (niños en edad de kínder), institución donde cursó sus primeros estudios el tenor costarricense Manuel “Melico” Salazar.
Ese fue un edificio de dos plantas, de ladrillo y piedra labrada, el cual presumía de una influencia neoclásica, muy de moda en aquella época.
No obstante, el histórico Terremoto de Santa Mónica, en 1910, lo destruyó.
Ya para entonces –cuenta el libro–, “un grupo de ilustres ciudadanos cartagineses solían reunirse para conversar sobre realidad nacional y local, así como para realizar actividades de ocio”.
Después del sismo, la agrupación perdió notoriedad, pero en 1915 se reorganizó y sus miembros decidieron construir una sede.
En 1922, tras una asamblea, decidieron comprar para ese fin el terreno donde se había levantado la Escuela de Párvulos y, en 1923, el sueño se hizo realidad.
Desde entonces y hasta hace poco, ese centro de reunión, y particularmente su fachada, fue testigo de extendidas tertulias de vecinos, quienes se apostaban ahí a conversar sobre realidad nacional.
El grupo que recientemente se congregaba en las afueras del edificio se hacía llamar La Sala Cuarta. Estaba integrada por conocidos cartagineses; uno de ellos, José Rafael ‘El Negro’ Sancho (q.d.D.g.).