Guanacaste. La construcción de la nueva carretera Cañas–Liberia significa un ahorro de tiempo para los conductores y un dolor de cabeza para los comerciantes que tenían sus locales a la orilla de la vieja vía de dos carriles.
Algunos de estos pequeños empresarios, que ofrecían frutas, verduras y comida preparada, están considerando vender sus establecimientos por las pérdidas que acumulan desde el inicio de los trabajos.
Tal es el caso de Rosa Cruz, dueña desde hace siete años, de la soda Rosita, en Cañas. Ella sostuvo que sus ingresos bajaron hasta un 90% en los últimos meses, por lo que a veces es mejor no abrir.
“He pensado en vender el establecimiento, porque ahorita ni siquiera salgo con el pago de los recibos, tengo que pedir prestado. Me tuve que retirar de Hacienda, le debo un año a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y ¢300.000 a la Municipalidad”, manifestó Cruz.
El principal problema, especialmente en el cantón cañero, es que muchos negocios que antes se veían a un lado de la carretera, ahora pasan inadvertidos, porque los tapan las nuevas estructuras, como los puentes o un paso a desnivel.
Así lo constató La Nación en un recorrido realizado por la ruta en ambos sentidos.
El paso a desnivel que toman los choferes que se dirigen hacia Bagaces o Liberia hace que la única posibilidad de observar sodas, restaurantes, hoteles y lubricentros sea al ingresar a Cañas.
El alcalde de Cañas, Luis Fernando Mendoza, aseguró que la etapa más fuerte de afectación ya ha ido pasando, por lo que espera que la situación mejore con el paso del tiempo.
“El proceso constructivo generó poca afluencia de clientes para diversos establecimientos. Hay negocios a los que se les vinieron abajo las ventas por temporadas de hasta ocho meses; esperamos que ya eso vaya pasando”, afirmó el jerarca municipal.
La ampliación consta de 50,5 kilómetros, aunque, en marzo de este año, el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) inauguró solo 30, entre Liberia y Bagaces.
Los 20,5 kilómetros restantes, entre Bagaces y Cañas, están pendientes, al igual que la finalización de trabajos en el puente sobre el río Corobicí.
La intervención de esta vía se inició en mayo del 2012 y se tenía programado concluirla en mayo del 2014. Empero, la reubicación de servicios públicos y la inclusión de intersecciones a barrio La Cruz, Colegio Laboratorio y Upala, atrasaron la obra.
Problemas. Los problemas no son de ahora. Luis Ulate, propietario del lubricentro Ulate, comentó que, con los trabajos de la carretera, su negocio se inundó por primera vez en 35 años.
“El desnivel no está parejo; a mi negocio se le metió el agua tras un aguacero y me dejó pérdidas de ¢300.000. Hice un muro, pero me dijeron que tengo que quitarlo; no lo voy a hacer hasta que me den una solución”, explicó Ulate.
Para él, la disminución en ingresos ha sido de hasta un 40% y eso lo ha obligado a despedir a tres personas en el último mes.
Similar situación vive Lorena Rong, quien prescindió de los servicios de sus tres saloneros en el restaurante Villa Rica, y ahora atiende el local sola.
“Antes, por acá pasaban buses, pero ahora hay una caída en las visitas, si acaso viene uno por semana. Nos pidieron paciencia, pero, qué va, quiero irme para otro pueblo”, añadió Rong.
Ella decidió, hace dos meses, poner en venta su casa y el restaurante, pues reconoce que no es rentable mantenerlo.
Para Bernardo Bolaños, de la Ferretería Técnica, la disminución en ingresos ronda el 25%.
“Nos afectaron los cambios de vías. La señalización que pusieron es muy pobre, y ahora estamos a la expectativa de lo que va a pasar”, afirmó el ferretero.
El alcalde dice que no lleva un listado de los afectados, pero cree que son más de los que se le han acercado.
“Hice la propuesta en el Concejo para que se convoque de forma urgente a las autoridades del Conavi y a representantes de las empresas, para que, junto con ingenieros municipales, se visite el sitio, se escuchen las quejas y, en caso de ser necesario, se realicen reparaciones”, dijo Mendoza.
La voz de estos comerciantes cañeros se reproduce en Llanos de Cortés, en Bagaces, donde la familia de José Martínez cerró una pulpería y una soda debido a que el paso hacia su establecimiento quedó obstaculizado.
Este diario intentó conocer la versión del Conavi sobre la convocatoria de la Municipalidad de Cañas, pero, al cierre de edición, no se obtuvo respuesta alguna.
A diferencia de los relatos anteriores, Mario Arrieta, del lubricentro Bagaces, asegura que, en su caso, la afectación ha sido poco relevante. “Nuestras ventas son de pueblo y para el agro, entonces, no hemos tenido mayores problemas”, manifestó.
En el abastecedor Pijije pasa igual: los clientes siguen llegando y los ingresos no cayeron.