Costa Rica es uno de los países con el tránsito vehicular más lento de América Latina y el mundo, pues, en promedio, un viaje entre la capital y sitios ubicados a 80 km de distancia se hace a 55 km/h, en promedio, cuando en Chile se viaja a 92 km/h; en México, a 90 km/h y en Panamá a 72 km/h.
Entre 162 naciones medidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), Costa Rica ocupó la posición 144 (entre más arriba, peor) y, en Latinoamérica, solo supera a Haití, Nicaragua y Guatemala. Todos los demás países de la región obtuvieron mejores resultados.
Con esos 55 km/h en promedio en un recorrido de 80 km o más, el país está entre los 20 del planeta con los tiempos de viaje más lentos, lo cual, según dos investigadores del FMI, incide en la calidad de vida y la producción económica. La mayor velocidad promedio en carreteras es la de Estados Unidos, con 107 km/h, seguido por Portugal (106 km/h) y Arabia Saudí (106 km/h).
La mejor posición en América Latina la obtuvo Chile, con esos 92 km/h, seguido por México (90 km/h) y Panamá (72 km/h).
El peor resultado lo obtuvo Bután, una nación de Asia por la que pasa la cordillera del Himalaya. Su territorio equivale al 75% del de Costa Rica, aunque tiene solo 750.000 habitantes. Allí, los recorridos entre las principales ciudades se realizan, en promedio, a 38 km/h.
Tanto en El Salvador como en Honduras, que están por encima de Costa Rica, la velocidad media es de 56 km/h.
La investigación la realizaron los economistas Mariano Moszoro, economista senior, y Mauricio Soto, subjefe de la División de Política de Gasto del Departamento de Asuntos Fiscales del FMI. Los hallazgos del estudio los publicó el Fondo a finales de mayo.
Así lo hicieron
Para cada uno de los 162 países, los especialistas calcularon la velocidad promedio más ágil a la que se puede viajar en el trayecto entre la principal ciudad y otros centros urbanos estratégicos, ubicados a más de 80 kilómetros de distancia. En el caso de Costa Rica, simularon viajes desde San José hasta Liberia, San Carlos y Limón.
Las principales vías que comunican a la capital con dichas ciudades son la Interamericana Norte, la ruta 27 y la ruta 32.
El cálculo se basó en estimaciones de tiempo de viaje generadas por Google Maps, que los investigadores calibraron para tomar en consideración el impacto de la geografía en los tiempos de viaje, porque no es lo mismo desplazarse por una región plana que en una zona montañosa, donde necesariamente se debe transitar más lento.
Obstáculo para el desarrollo
De acuerdo con Moszoro y Soto, la velocidad promedio de viaje en carretera es una variable que brinda pistas importantes sobre la calidad y la accesibilidad de las vías de comunicación de un país. Dichos factores, a la vez, inciden directamente en las condiciones de vida y la actividad económica.
“Autopistas de alta velocidad que puedan transportar bienes a consumidores de mercados lejanos aumentan la productividad, reducen la pobreza y contribuyen de forma sustancial en el desarrollo sostenible e inclusivo”, afirmaron los especialistas en un artículo publicado en el sitio web del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El estudio encontró una fuerte correlación entre la velocidad de tránsito en las carreteras y la situación económica de los países. Por ejemplo, entre los países con las vías más ágiles destacan naciones poderosas, como los Estados Unidos y Arabia Saudita. Por el contrario, en las naciones más pobres se encontraron caminos lentos, que constituyen “otro obstáculo para el desarrollo inclusivo”, según el Fondo.
Según el último informe del Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales de la Universidad de Costa Rica (Lanamme-UCR), publicado en diciembre del año pasado, de los 5.300 kilómetros que componen la red pavimentada nacional, un 25% muestra “una gran fragilidad” y es susceptible de presentar “deterioros significativos en el corto plazo”.
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La investigación del FMI reconoce que la calidad de las vías no se puede medir exclusivamente a partir de la velocidad de viaje, pues dicha medición no refleja la seguridad de los caminos, la disponibilidad de medios de transporte alternativos, como el tren, ni las presas que se generan en horas pico y días festivos. Además, no miden la dificultad de construir carreteras de calidad en geografías complicadas.
No obstante, para los investigadores, la medición sí puede servir de insumo para que las autoridades evalúen la infraestructura pública y la comparen con la de otros países, con el fin de encontrar soluciones a los cuellos de botella y promover la competitividad.