Marco Solís Cerdas estaba pequeñito cuando sus papás echaron a andar el negocio familiar Tamalera La Flor de Aserrí, hace 25 años. Él tiene 30.
La tamalera está cerca del cauce del río Cañas, el mismo que el 16 de setiembre les arrancó paredes, las andanas de leña e inundó la cocina. A ellos no les fue tan mal, pues la furia de los aguaceros que alimentaron el río dejó aquel día 300 damnificados y 170 casas dañadas.
“Sí, la verdad es que llueve más duro ahora en periodos más cortitos, yo sí lo había visto. En Aserrí a veces llueve y a veces no, pero ahora con tantas ondas (tropicales) está lloviendo más duro y cuando llueve, llueve en serio”, resumió Solís.
Luego de Aserrí y Desamparados, siguió la zona sur del país con inundaciones y derrumbes y más recientemente Jacó (Garabito de Puntarenas) donde como nunca antes, los vecinos vieron las calles convertidas en ríos.
En los últimos dos meses, Costa Rica ha sufrido los embates de derrumbes, inundaciones, cabezas de agua...
¿Tienen relación estos desastres con el cambio climático? La respuesta es sí, totalmente.
Costa Rica está en una de las regiones del mundo más vulnerables a fenómenos extremos por el impacto del cambio climático y es repetidamente afectada por sequías, lluvias intensas, huracanes y el fenómeno El Niño Oscilación del Sur (ENOS).
Esas condiciones generadoras de emergencias y desastres se intensificarán, según lo advierten abundantes estudios científicos liderados por la propia Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
El país está en un istmo; una franja de territorio delgada que une dos masas continentales. A los lados tiene dos océanos que bañan costas donde predominan tierras bajas, por lo que, sin ser una isla, el país sufre como si lo fuera por la influencia de esas gigantescas masas de agua que rodean la mayoría de su territorio, relativamente pequeño.
¿Cómo se manifiesta esa influencia hoy? Por ejemplo, el 21 de julio en Parrita, Quepos y Garabito, en el Pacífico central, cayeron tales aguaceros que hubo 264 reportes de inundaciones en 10 horas. Algo similar ocurrió el 2 de agosto en San Carlos, cuando según los pobladores, tenían años de no ver caer tanta agua.
Según datos del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), su estación en Herradura de Garabito registró solo ese 21 de julio 189 milímetros (mm) de lluvia (189 litros por metro cuadrado) en ocho horas, cuando según el registro histórico promedio es de 326 mm en sus 31 días. Ese mismo día, en Dominical de Osa, cayeron 262 mm en nueve horas: ahí el promedio de todo julio es 453 mm.
En esos sitios llovió de forma súbita lo correspondiente a precipitaciones de 15 días. Todo esto se vincula con cambio climático el cual golpea comunidades del país, tanto fuera como dentro de la Gran Área Metropolitana, como lo vivieron los habitantes de Calle Fallas de Desamparados, donde debido a la fuerza de los aguaceros, el río Cucubres irrespetó los muros de protección que las familias habían puesto años atrás.
Si aún abriga dudas, en marzo, el IMN emitió un pronóstico inicial para la actual temporada de huracanes del Atlántico, la cual estaría por encima de lo normal con entre 16 y 23 fenómenos que alcanzarían categoría de ciclón: lo usual han sido 14 por año.
Sin embargo, la advertencia viene desde más atrás, pues ya en el 2014, el Quinto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) detalló ampliamente estos efectos originados en el océano Pacífico y Atlántico, debido a alteraciones en patrones de lluvia (más intensas y con duraciones variables) por cambios en la temperatura y el nivel de ambos océanos en donde también se originan los huracanes y tormentas.
Huracanes más cerca
Por razones geográficas, Costa Rica ha estado históricamente menos expuesta que Honduras y Guatemala hacia donde esos fenómenos suelen desplazarse cuando se forman en el Atlántico, explicó Ana Rita Chacón Araya, jefa de Climatología, Agrometeorología y Cambio Climático del Instituto Meteorológico Nacional (IMN).
Sin embargo, cada vez pasan más cerca del país y eso tiene que ver con cambio climático pues hay una desviación del patrón histórico.
De hecho, en 2016, por primera vez en 165 –desde que existen registros, en 1851– un huracán cruzó Costa Rica de costa a costa. Su paso dejó 10 muertos (siete adultos y tres niños); 10.831 personas fueron directamente afectadas pues 1.610 viviendas sufrieron daños parciales o totales. En tanto, 2.778 kilómetros de carreteras terminaron dañados.
Como explicó Chacón, los huracanes se forman cuando la temperatura del océano alcanza cierto punto de calentamiento en un fenómeno natural e incluso deseable, pues actúan como agentes de equilibrio enfriando grandes extensiones según desplazan masas de aire frío o caliente por el planeta.
“Interpretan un papel de balance y tienen ventajas porque cumplen funciones naturales clave. Lo que pasa es que, cuanto más se calienta la temperatura del océano, ocurren más huracanes o se vuelven más intensos. El propio IPCC ha dicho que serán más frecuentes e intensos en esta zona y obviamente tendremos más impactos negativos”, explicó.
Los efectos
En Costa Rica, esos impactos se evidencian principalmente con inundaciones y deslizamientos que destruyen infraestructura vial, viviendas e incluso cobran vidas.
Según registros del IPCC de 1931 al 2015, Centroamérica sufrió 375 eventos meteorológicos extremos donde los más recurrentes fueron inundaciones, tormentas, deslizamientos de tierra y lodo (82% del total), según el IPCC.
De 1984 al 2014, las inundaciones se duplicaron en el área respecto al lapso 1971-1990. Costa Rica, Honduras y Panamá han sufrido la mayor cantidad, lo cual también explica por qué su estadística de deslizamientos registra una trayectoria creciente en los últimos años.
Casi toda Costa Rica está expuesta a deslizamientos de mediana a muy alta intensidad, anunciaba el IPCC hace 8 años.
Este año, los derrumbes han obligado a cierres de las principales rutas del país, la 32, San José Limón que estuvo inhabilitada por 19 días en junio, mientras que desde el 17 de setiembre está cerrada la Interamericana Norte por el sector de Cambronero. Ahí, la caída de material arrastró a un precipicio un bus y una motocicleta: nueve personas fallecieron.
En cuanto a inundaciones, según la estadística, había 18 consideradas severas desde 1980; en promedio, una inundación importante cada dos años, según datos del Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (Mideplán) recopilados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Las mayores pérdidas acumuladas por desastres naturales en Costa Rica se deben a inundaciones resultantes de huracanes, tormentas y periodos de lluvia más intensos.
En el 2005, las lluvias que afectaron a las provincias de Limón, Heredia, Cartago y Alajuela dejaron pérdidas causadas por inundaciones y deslizamientos estimadas en $133 millones, según OCDE. En el 2015, otras inundaciones y deslizamientos inducidos por lluvias en Limón y en los cantones de Sarapiquí (Heredia) y Turrialba (Cartago) provocaron pérdidas estimadas en $173 millones.
Marianella Feoli, directora de Fundecooperación para el Desarrollo Sostenible, recordó que esa mezcla de lluvias extremas, sequías, huracanes y tormentas inciden en la infraestructura pública, la salud y el bienestar de la población por sus golpes directos y regulares sobre infraestructura y otras edificaciones públicas y privadas.
“La Contraloría General de la República ha dicho que los costos de estos fenómenos extremos crecieron de 0,3% a 1,7% del PIB por año entre 1988 y 2010. Cuando se analiza la estadística de daños de la Comisión Nacional de Emergencias, el mayor porcentaje de pérdidas económicas ha sido en vías, puentes y sector agropecuario”, explicó.
Aún no hay cálculos de emergencias más recientes.
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En julio pasado, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) lanzó el informe El estado del clima en América Latina y el Caribe 2021 que advierte de las profundas repercusiones que estos fenómenos ya trasladan a la población civil.
“Se prevé que la creciente subida del nivel del mar y el continuo calentamiento de los océanos sigan afectando los medios de subsistencia, el turismo, la salud, la alimentación, la energía y la seguridad hídrica en las zonas costeras, en particular en las islas pequeñas y países de Centroamérica”, revela la publicación.
Tomar decisiones
Aunque muchas comunidades sufren y sufrirán estos embates, hay una en donde ya comenzaron a tomarse decisiones de transformación de cara a lo que viene.
Ese es el caso de la ciudad de Turrialba, cantón de Cartago, la que el 22 julio de 2021 recibió en 24 horas, lo que normalmente en un mes. Ese julio se convirtió en el más lluvioso en los últimos 79 años.
Producto de las inundaciones que dejaron esos aguaceros, muchos lugareños perdieron sus casas, sobre todo, aquellos que vivían cerca del cauce del río Turrialba.
Más de un año después, esta semana, el alcalde Luis Fernando León, confirmó que entre 70 y 75 familias recibieron nuevas soluciones de vivienda luego del desastre del año anterior, pero el avance es variable, algunas familias están apenas en proceso de elegir otro sitio donde construir y otras, ya comenzaron las obras.
“Logramos mover a las familias hacia puntos menos riesgosos pero no ha sido sencillo, también incluimos en el último presupuesto municipal ¢87 millones en fondos para realizar estudios de fragilidad ambiental para un mejor manejo de riesgos y obras”, explicó.
Incluso, en julio pasado, un año después del desastre, se conformó un grupo para estudiar el posible traslado de la ciudad.