El Parque Nacional fue el escenario donde ayer al caer la tarde Juan Ignacio Salom y Alejandra Sol unieron sus vidas.
Antorchas, sillas, invitados luciendo sus mejores galas y música llamaron la atención de los transeúntes.
Algunos sucumbieron ante su propia curiosidad y se convirtieron en testigos de una ceremonia poco común.
Ignacio contó que tanto él como Alejandra "adoran" San José y por eso pidieron permiso al alcalde, Johnny Araya, para celebrar su matrimonio en el pleno corazón de la capital y al pie del Monumento Nacional.
La ceremonia arrancó al filo de las seis de la tarde, cuando ya el sol se ocultaba y el viento enfriaba cada vez más la capital.
El novio aguardaba a su compañera desde una hora antes. Los invitados empezaban a llegar y los curiosos a congregarse y ocupar los poyos del parque.
Minutos antes de la hora prevista apareció la novia en el parque.
Descendió de un vehículo y empezó a caminar desde el costado norte hacia el centro.
Llevaba un vestido crema, con la espalda completamente descubierta y una larga cola.
Las notas de la canción She ( Ella ) interpretada por Elvis Costello se empezaron a escuchar.
Ella, quizás el rostro que no puedo olvidar, el trazo de placer o de tristeza, quizá el tesoro o el precio que tengo que pagar...
El acto. La melodía sonó hasta que la novia ocupó su silla para dar paso a la ceremonia civil.
Pero antes, tres rituales.
El primero que se realizó fue un ritual maya. Los novios encendieron velas y pasaron el fuego a cada uno de los invitados.
Luego un ritual africano de la liberación. Uno de los familiares tomó un recipiente con agua que esparció en dirección de los cuatro puntos cardinales.
Con esta ceremonia se invocan, según contó el novio, a los ancestros de la pareja para que los acompañe en la boda.
Por último, un ritual judío. Los novios se levantaron y dieron siete vueltas, uno alrededor del otro.
Ahora una lectura, pero no de un pasaje bíblico, sino del correo electrónico que recibieron de un amigo que estaba lejos y no los pudo acompañar.
Y, finalmente, el abogado Miguel Ángel Mondol extendió el acta, donde Alejandra y Juan Ignacio firmaron para unir sus vidas, felices tras una ceremonia matrimonial poco común.