Este 2 de marzo se cumplen 40 años desde que el papa Juan Pablo II visitó Costa Rica en su gira por Centroamérica y a pesar de los años, el recuerdo del pontífice sigue claro en la memoria de Rodolfo González Ulloa, quien en ese entonces era apenas un niño de 10 años.
A su corta edad, el ahora periodista, historiador y cuentacuentos, vivió una de las mejores experiencias de su vida, pues recibió la comunión de manos del papa Juan Pablo II durante la eucaristía que celebró el 3 de marzo de 1983.
Conmovido por recordar ese día tan importante, González relató a La Nación cómo fue ese día y cómo fue que llegó a estar tan cerca del papa, nacido en Polonia en 1920.
González, oriundo del centro de Alajuela, comentó que su familia tenía amistad con el entonces obispo de Alajuela, el monseñor José Rafael Barquero, por lo que su mamá le pidió que pusiera al pequeño a “hacer algo” en la visita del Papa.
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Según el periodista, su madre pensaba en que lo pusieran a entregar unas flores en el Aeropuerto, o algo sencillo; sin embargo, a los días monseñor le consultó al niño si ya había hecho la primera comunión. Como la respuesta fue afirmativa, el niño recibió la mejor noticia, comulgaría de las manos de Karol Józef Wojtyła.
“Recuerdo que mi mamá me despertó como a las 4:30 de la mañana, me dijo que me alistara y me dio unos sanguches de pepino con jamón y un juguillo”, comentó González. “Vaya papito, que Dios me lo bendiga”, recordó que le dijo su mamá.
En ese momento y junto a Gilberto y Marielena, un matrimonio de la localidad que también iba a comulgar con el Papa, emprendió su trayecto hacia La Sabana. “Pasaron por mí en carro y recuerdo que nos bajamos entre la conexión de la pista General Cañas y Sabana norte (...). Estaba oscuro y había un montón de gente con guitarras, cantando y con banderas”, mencionó.
Cuando llegaron a su destino, faltaban varias horas para que comenzara la misa, por lo que pudo disfrutar junto a los demás asistentes de la musica y el fervor que se sentía en el ambiente. “Estábamos muy cerquita de la alfombra de flores y atrás estaba Carmen Granados [reconocida artista de la radio costarricense]. Ella tenía un pañuelo blanco en la cabeza”, recordó el comunicador.
Entre sus recuerdos guarda un cartón, que fue con el que se identificó durante la visita del Pontífice. Cada uno de los presentes que tendría un acercamiento al Papa debía llevar un número en el distintivo, en el caso de González, como comulgaría con Juan Pablo II, el número que portaba era el 1.
“Había como cinco niveles de cercanía de Juan Pablo II. Mi papá era número cinco, porque podía acordonar la entrada del papa móvil a La Sabana (...), pero el número uno era el que podía estar a centímetros del Papa”, aseguró González, quien mencionó que más de una señora le pidió intercambiar gafetes.
‘Me impactó el azul de sus ojos’
Cuando el Obispo de Roma por fin llegó al parque metropolitano comenzó a sonar el himno de la visita del Papa a Centroamérica: Mensajero del amor, del hondureño Moises Canelo. “La gente levantaba pañuelos. El Papa venía de dorado y pasó al frente de nosotros”, relató González.
Al momento de la comunión González tuvo que hacer una gran fila detrás de muchos adultos, por lo que le costaba saber exactamente a cuántas personas estaba del pontífice.
“Cuando se quita la espalda, quedo en frente del Papa y recuerdo que tenía los ojos azules muy profundos y eso es algo que no se veía en las fotos”, dijo el fiel entre un emotivo llanto, mientras comparó el sentimiento con “el momento en el que se observa al Volcán Poás nublado y de pronto se despeja”.
Según su recuerdo, el rostro de Juan Pablo II estaba enrojecido por el sol y su corto cabello blanco se movía por el viento. “Lo primero que sentí fue un gran impacto del color de los ojos del Papa, me hipnotizó el azul profundo, el impacto de la cercanía de la sonrisa y después la gente preguntándome cómo era estar tan cerca de él”, agregó.
El devoto a Juan Pablo II recordó que luego de la misa el ambiente festivo continuó y en medio de la celebración un fotógrafo de La Nación le preguntó a la distancia su identidad, por lo que su nombre apareció en el periódico al otro día.