Hace 76 años, Teodoro Picado Michalski era el presidente de la República y ese sábado 12 de octubre en el cual el país conmemoraba el Día de la Raza, salió a la calle el primer ejemplar de La Nación para competir directamente con La Tribuna y La Prensa Libre.
Su precio de venta era de ¢,010 y para que tenga una idea de cuánto significaba ese dinero, el costo de la entrada al cine para ver el filme “La fuga de Tarzán”, con Johnny Weissmuller, era de ¢0,80. Ese día, los cines Variedades, Palace e Ideal se unieron para promocionar la película en esa primera edición.
Entre los nuevos anunciantes también estaban Tienda La Gloria, que publicitó sus ofertas de cretonas de doble ancho a ¢3 la yarda y cigarrillos Cacique, que dio a conocer el precio de cada cajetilla: ¢,050. Líneas Aéreas Costarricenses (Lacsa) promocionó sus nuevos aviones DC-3 y su puntualidad.
El medio de comunicación nació en una casona de madera de dos pisos en el centro de San José, específicamente, 50 metros al sur del antiguo Bar Azul, hoy AutoMercado Central Morazán.
Sergio Carballo era el director. Tenía a su cargo siete periodistas: Adrián Vega Aguiar, Eduardo (Lalo) Chavarría, Salvador Lara Bustamante, Joaquín Vargas Gené, Claudio Ortiz Oreamuno, Federico González Ocampo y Hortensia Echeverría, la cronista social.
“Trabajábamos de 6 a. m. a 10 p. m. Uno tenía que volar pata desde la Casa Presidencial (diagonal a la Biblioteca Nacional) hasta los ministerios de Trabajo, Educación o Gobernación y ganaba ¢125 mensuales”, recordaría Vargas Gené tiempo después.
Adrián Vega contó luego: “Hacíamos de seis a diez notas diarias. Tres o cuatro de primera plana”. De hecho, ese primer día de La Nación, El Salvador era la noticia principal por la abolición de la ley marcial. También se informaba cuán duro era el trabajo de los educadores, pues, de la labor en las aulas, pasaban a preparar clases en la casa.
El primer editorial se tituló “Nuestro derrotero”. Lo que allí se dice marca aún, 76 años después, el día a día de este medio de comunicación: “Aspira La Nación, en resumen, a ser la más libre de las tribunas, desde donde los ciudadanos todos -y nosotros en la primera fila de combate- defiendan honrada, libre y tenazmente los elevados intereses nacionales”.
Advertía, líneas antes, que “los funcionarios públicos y sus actuaciones merecerán todo nuestro respeto -especialmente las personas- pero sus actuaciones serán objeto constante de nuestro análisis”.
Indicaba, además, que era evidente un entorno adverso a las actuaciones administrativas y políticas del gobierno de Picado Michalski, por lo cual, el diario prometía hacer lo posible por sustraerse de ese ambiente a fin de analizar con serenidad y sin prejuicios los casos concretos: “Será nuestra actitud de imparcialidad vigilante, estudiando con sereno juicio los problemas nacionales”.