1- Una de las palabras de moda es "globalización", con la que se designa cualquier movimiento que abarque o involucre a todo el planeta. Muchos piensan que la globalización es algo nuevo, característico de este fin de siglo, pero sabemos que no es así; antes bien, es antiquísima: cientos de años antes de Cristo, los fenicios y los chinos globalizaron el comercio; Alejandro Magno, Atila y Gengis Kan, en diferentes épocas, globalizaron el poder; más recientemente, Colón, Magallanes, Alexander Humboldt y otros globalizaron la geografía; en fin, creo que podemos decir que, en su momento, el catolicismo globalizó la religión.
Lo que sí es característico de este siglo es la globalización de las comunicaciones. Ésta, colocando en el espacio satélites artificiales, reuniendo y lanzando al llamado ciberespacio el conocimiento universal y permitiendo que millones de personas viajen de un lugar a otro del planeta, ha logrado una "globalización global", es decir, manifiesta en todos los órdenes de la actividad humana. La telegrafía inalámbrica, la telefonía, el télex, el telefacsimil, la radio, la televisión, las microcomputadoras, el teléfono celular, los radiolocalizadores y la telemática (Internet) han permitido que este fin de siglo presencie la ruptura de todas las barreras, excepto, desafortunadamente, aquellas impuestas por el culto al ego de los seres humanos. Porque el siglo que termina, más que todos los que han transcurrido a lo largo de la historia, también se ha caracterizado por un exorbitante culto al ego.
Hemisferios
2- Las neurociencias, que estudian la mente humana y su sustrato cerebral, nos enseñan que el cerebro humano tiene dos hemisferios: uno izquierdo que se encarga del razonamiento, del pensamiento lineal, de los conceptos concretos y que, por lo tanto, enfoca su atención hacia el mundo externo, y otro derecho que maneja la intuición, el pensamiento contextual, la imaginación, los conceptos abstractos y que se enfoca hacia los mundos interno y trascendente. Un análisis comparativo del globo terráqueo nos muestra que los hemisferios occidental y oriental guardan una correlación absoluta con nuestro cerebro: el Occidente ha enfocado su atención hacia el mundo externo, la comodidad, la tecnología, el conocimiento concreto, el dominio sobre los otros y la acumulación de bienes materiales. Oriente, por su parte, se ha volcado hacia el mundo interno, la religión, la filosofía, la abstracción y el dominio de sí mismo.
Durante milenios, Oriente y Occidente se mantuvieron lejanos, incomprendidos entre sí, casi opuestos e incompatibles. Los contactos que establecieron tendieron más al dominio/sumisión, a la venta/compra, a la explotación/miseria, que al conocimiento y reconocimiento mutuo, al intercambio y la reciprocidad. Muchas veces, los occidentales hemos pensado que aquellos, por ser diferentes, han sido inferiores.
En su libro "El punto crucial", el físico Fritjof Capra insiste en que estamos entrando a una era que se caracterizará por el paso de competir a compartir y el escritor británico de origen polaco Joseph Conrad enfatizó que "es la imaginación, y no la invención, la dueña suprema tanto del arte como de la vida".
3- Todas las herramientas que se conjuntan en este final de siglo empiezan a perfilar el cambio; la posibilidad de compartir, la maravilla de las comunicaciones a distancia, la utilización de ambos hemisferios cerebrales, van abonando el terreno para que, poco a poco, vayamos entendiendo y aceptando las humanas diferencias, aprendamos los unos de los otros y el culto al ego vaya disminuyendo. Oriente y Occidente se empiezan a abrir, a entender y a aceptar. El Papa dialoga con el Dalai Lama, la acupuntura y el ayurvada ingresan a la medicina occidental, los inciensos llenan nuestras tiendas, las investigaciones científicas de la Universidad de Harvard avalan la meditación como el procedimiento productor de salud por excelencia y...¡sorpresa!, la espiritualidad invade Occidente.
Pero es una espiritualidad diferente: generada por la misma persona, no impulsada por los movimientos religiosos; universal, no sectaria; compartida, no fanática; inmanente y trascendente el mismo tiempo; libre de torquemadas, hítleres, inquisiciones y holocaustos; basada en la ciencia y no en la superstición.
Simbiosis
Observamos cómo el ser humano, en este pequeño país como en el resto del mundo, independiente de fronteras, de etnias y de estratos sociales y económicos, va estudiando, aceptando y entremezclando al Tao o camino de quietud y calma de Lac-Tzé con la liberación de la esclavitud al ego para la unión con Dios (yoga) del hinduísmo, a las transmutaciones del I Ching de Confucio con el monoteísmo y el amor a Dios y al prójimo de Abraham y Moisés, al conocimiento y el desapego del Buda con el amor incondicional de Jesucristo, y a la fe, la oración y la confianza en el poder del espíritu con el estudio y el análisis riguroso del método científico.
Hoy día, las tendencias espirituales se han convertido en "la tendencia espiritual": inclusiva, universal, holística; mezcla de lo mejor de Oriente con lo mejor de Occidente; involucrando tanto el trabajo del hemisferio cerebral derecho como el del izquierdo; racional o intuitiva al mismo tiempo. Yoga y religión, unión y reunión, se identifican porque son lo mismo: en lo individual, la armonización de cuerpo, mente y alma; en lo general, la unión del ser humano con el resto de las criaturas, con el universo y con Dios.
La observación de este fenómeno me hace pensar que, como parte de esta "globalización global", se está completando una vuelta más en la espiral de la evolución del ser humano. Estamos creciendo, transmutando y trascendiendo. El punto crucial de Capra se manifiesta. Está apareciendo una nueva religión, globalizada, sin fanatismo, que va derrumbando paredes y tiendiendo puentes.
La alquimia, es decir, la mezcla, ya empezó. Su concreción en el espacio/tiempo es sólo cuestión de esto, de espacio y de tiempo.
Bienvenidos, pues, nuevo milenio, siglo, año. Bienvenido nuevo día. Bienvenida nueva conciencia. Bienvenido, y bendito seas, nuevo peldaño en el crecimiento espiritual.
(*) Director del Instituto PRANA