Sordos, ciegos, pobres, niños de la calle, mujeres cabeza de familia y ancianos, acapararon muchas de las palabras pronunciadas ayer en los discursos de los ocho jefes de fracción.
Para los pobres llovieron promesas de todo tipo, aderezadas con propósitos de enmienda de los políticos por la brecha social entre ricos y pobres y la deteriorada calidad de servicios de salud y educación heredados por anteriores gobiernos.
Por ejemplo, la jefa de los socialcristianos, Lorena Vásquez, -cuyo partido gobernó el país los últimos ocho años-, habló de hacer universal y equitativo el acceso a la educación.
Lanzó una promesa: "Lucharemos por los derechos y oportunidades de los sectores vulnerables. Nuestra sensibilidad y compromiso será con ellos para que no estén condenados a la pobreza y a la exclusión".
La liberacionista Mayi Antillón prometió una política "social solidaria" e impulsar iniciativas para luchar contra la pobreza. Para el partido del próximo Gobierno será clave subir del 6% al 8% el monto del PIB dedicado a educación.
Partidos nuevos como Accesibilidad sin Exclusión (PASE), con Óscar López como único diputado, aseguran que llegan sin componendas políticas y que su único interés es luchar por los derechos de los desprotegidos.
Evita Arguedas, jefa de los libertarios, habló de construir "un Estado amigable con el ciudadano, que no menosprecie su libertad y derecho a disfrutar de los beneficios del desarrollo".
Elizabeth Fonseca, de Acción Ciudadana, recordó el acuerdo de su partido de apoyar cuatro compromisos del gobierno, entre ellos, dijo, el de ofrecer ¢60.000 a cada familia pobre.
José Merino, del Frente Amplio, prefirió dedicar gran parte de su discurso a criticar el retroceso en la democracia y el "asalto" al país cometido por los "partidarios del neoliberalismo".