Los colores alegres de sus vestidos contrastan con la mirada fría y el rostro resignado.
Tienen una realidad muy distinta a la de los compradores que llenan las avenidas más céntricas de San José y Cartago en diciembre; su Navidad transcurre en las aceras, con vasos de cartón en las manos, a la espera de caridad y monedas.
Cada año, decenas de familias de la comarca Ngöbe Buglé salen de sus hogares, en Panamá, y se dirigen a distintas localidades costarricenses, para realizar labores agrícolas, principalmente en fincas de café.
Al acercarse diciembre, los caminos se separan: mientras los hombres se quedan en los cafetales, las mujeres y los hijos se trasladan a la Gran Área Metropolitana (GAM) para pedir limosna.
Tras años de pesquisas, eso es lo único que han logrado concluir el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la Fiscalía y la Policía de Migración.
Las averiguaciones se realizaron ante la sospecha de que podrían estar frente a una organización de trata de personas con fines de explotación laboral. Tal supuesto no se ha podido comprobar hasta ahora, informó el Ministerio Público a este diario.
Cuando el día acaba. El Patronato Nacional de la Infancia (PANI) ha logrado comprobar que, por las noches, las migrantes y sus hijos buscan cobijo en hoteles de bajo costo. En el hotel Corobicí, sobre avenida primera y entre las calles 10 y 12 de San José, seis niños esperan el regreso de su mamá, según constató La Nación.
El dueño del local, José Álvaro Muñoz, afirmó que ahí están seguros, pues eso es preferible a que salgan a la calle. Según él, en otros establecimientos, el ambiente es difícil para las ngöbes.
“Hay mucha droga y a cada rato tiene que llegar la Policía a poner orden”, relató.
El PANI tuvo que ubicar en un albergue al bebé de tres meses de una indígena, debido a que fue visto en la calle en al menos tres ocasiones, a pesar de la orden dada a la madre de dejarlo en un sitio seguro con un familiar.
“No puedo obstaculizarles el libre tránsito, porque muchas vienen con permisos temporales, pero sí nos toca la parte preventiva. Nos corresponde decirles que es prohibido exponer a los niños a la lluvia, el frío y el hambre”, explicó Teresa Serrano, directora de la Oficina de Atención Inmediata del PANI.
La duda. A pesar de que las investigaciones judiciales apuntan a que la mendicidad se realiza voluntariamente, otros sectores sospechan que la actividad es mucho más compleja.
“Esta población reúne las condiciones típicas de vulnerabilidad: es excluida social y culturalmente, tanto del lugar de donde vienen como al que llegan.
”En muchos casos, en estas situaciones, las personas no saben o no pueden resistirse a ser violentados”, comentó Alejandro Guevara, investigador del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente (Ilanud).
Ante el poco conocimiento, Guevara considera que la vía penal no es la mejor para atender esta situación.
“Hay otra línea de trabajo, que es la prevención: el trabajo desde una perspectiva social, para reducir las condiciones de exclusión que vuelven vulnerables a estas personas”, manifestó.