Una proxeneta, que llegó a playa Flamingo en un Toyota Four Runner –de modelo reciente–, conoció a Steve Wilson, jefe de investigadores de ABC Detroit, en una fiesta, la noche del viernes trasanterior.
Ella vio en Wilson a otro turista “en busca de emociones fuertes”. Bajo ese disfraz era difícil –por no decir imposible– reconocer al periodista.
La mujer habló por sus representadas de 24 años y 22 años sin sospechar que la conversación quedaba registrada por una cámara oculta.
ABC Detroit investigaba la presencia de menores en la actividad.
“Esta gente me pregunta por menores. No importa cuánto me ofrezca; me voy a jugar ese chance”, advirtió.
La proxeneta habló sobre la captura de Sinaí , una sospechosa de prostituir menores arrestada en octubre del 2003, en Hatillo, San José.
La madame –como son conocidas en Estados Unidos–, al igual que otras proxenetas que se dieron cita en playa Flamingo, tuvieron cuidado de no reclutar a menores de edad.
Así se lo hicieron saber a los turistas. A cambio, les ofrecieron jóvenes “con 18 años recién cumplidos”, aunque en sus rostros se delataran algunos años más.
Bellas como modelos
En un hotel cercano al de los Michigan boys , dos jóvenes colombianas –tan hermosas que podrían pasar por modelos de revistas– invirtieron gran parte de su tiempo en tomar baños de sol.
Se hospedaron en el sitio desde el lunes y rara vez cruzaron palabras con nacionales.
“Tienen varios años de venir, pero hasta el año pasado pude conocer a la jefa. Es una mujer muy bella, quizá más que ellas. Solo a través suyo se puede contactar a las muchachas”, relató un bartender .
Durante la noche, las jóvenes –quienes no llegan a 23 años– permanecieron en un bar, pero no socializaron con los presentes.
El semblante les cambió cuando una mujer (quien, al parecer, era su representante) apareció con uno de los estadounidenses.
El hielo no tardó en romperse. En menos de 30 segundos las muchachas se levantaron, saludaron con grandes muestras de amistad al visitante y se marcharon con él.
De paso, dejaron el aire impregnado de alguna cara fragancia.
Dólares
En el bar, reconocer a las denominadas trabajadoras del sexo resultó una tarea sencilla: muchachas reunidas en pequeños grupos –parejas o tríos–, ropa escasa y atrevidos tatuajes que circulaban entre las mesas de visitantes sin compañía.
Por momentos parecían distantes, pero se tornaban radiantes al percatarse de la llegada de algún Michigan boy.
Pagaban sus bebidas (en especial cocteles) con dólares, algunas veces con billetes de alta denominación.
“Tengo en mi cartera dinero suficiente para irme: $1.000 (¢431.000). Voy a pedir un taxi”, dijo una de las mujeres venidas desde San José.
Esa noche (domingo), el evento terminó con una gran fiesta de espuma. ABC filmó parte de la celebración, en la cual varias muchachas se despojaron de sus ropas al ritmo de la música.
Los Michigan boys partieron la mañana del lunes. Un vuelo chárter los recogió en el aeropuerto internacional Daniel Oduber, en Liberia, Guanacaste.
Steen Oldenburg, gerente del Marina Resort, destacó que para los hoteleros es difícil saber si los visitantes vienen con amigas ocasionales o sus parejas.