Han pasado casi 12 años desde su primer encuentro y Fernando Sánchez Linares tiene grabado en el pensamiento el semblante amable del papa Francisco.
Desde la muerte del pontífice argentino, el adolescente lo ha tenido muy presente y no solo porque esté convencido de que una oración que el papa hizo por él lo sanó, sino porque atesora con cariño el trato ameno con el que Jorge Bergoglio lo acogió las tres veces que se vieron y cómo le hizo sentir que eran amigos.
Fernando, hoy de 17 años, presentó una grave enfermedad en sus riñones cuando apenas tenía cinco. Su papá, el exembajador de Costa Rica en El Vaticano, Fernando Sánchez Campos, recuerda cómo en un viaje a Costa Rica la familia se enteró de lo peor: el mayor de sus dos hijos estaba muy enfermo.
Sánchez estaba con su esposa e hijos en el país, pero ante la renuncia del papa Benedicto XVI, el embajador tenía que regresar a Roma, Italia; lo hizo al día siguiente de que a su hijo le hicieran una biopsia. Debido a su trabajo, Fernando Sánchez estuvo en El Vaticano cuando en marzo del 2013, Jorge Bergoglio fue elegido como Papa, Francisco, el primer latinoamericano y el primer jesuita.

Tiempo después de que saliera el humo blanco que notificó que había nuevo papa, llegó el día en el que más de 180 representantes del cuerpo diplomático en El Vaticano tendrían la oportunidad de saludar al pontífice: entre ellos el embajador de Costa Rica, quien en ese momento se sentía abatido por la situación de su niño.
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Fernando Sánchez contaba con 20 segundos para saludar al papa de parte del pueblo de Costa Rica; luego de la labor cumplida, aprovechó para disculparse por llegar solo, pues todos los diplomáticos y diplomáticas estaban acompañados por sus esposas y esposos.
Cuando se excusó, quien emitía palabras era un padre atribulado. Sánchez le contó al papa que su esposa no estaba allí porque permanecía en Costa Rica cuidando a su hijo enfermo, en ese momento, Francisco se interesó y preguntó si se trataba de un niño pequeño.
“Le dije que sí y que si quería verlo, le enseñé la foto y se puso a orar por él. Yo me emocioné mucho. Cuando terminamos, me jaló el brazo, me dijo: ‘Fernando vení, te veo triste y preocupado’, entonces me puso las manos en la cabeza y oró por mí. No caí al suelo, estaba toda la prensa y para ellos fue llamativo que se pusiera a rezar. Hoy nadie se hubiera sorprendido por algo así, pero esa era la primera vez que se salía del protocolo. Quedé muy conmovido y cuando me volví a retirar, me jaló otra vez del brazo y me dijo: ‘ya recé por vos, ahora rezá por mí”, recordó Fernando Sánchez.
Tres meses después de esa oración, el pequeño que había estado internado en Costa Rica, regresó a El Vaticano recuperado, desde entonces nunca más se volvió a enfermar.
El exembajador mencionó que el cuerpo diplomático que fue testigo de lo ocurrido llamó el acontecimiento como “el primer milagro del Papa”.
El papa Francisco, un amigo
Hoy, con 17 años, Fernando dice que al recordar al papa tiene imágenes muy bonitas que le dan tranquilidad y paz. Rememora aquella primera vez en la que, en la plaza de San Pedro, él y su hermana María Pía le llevaron dibujos. En aquel momento, el papa lo saludó con ternura y le dedicó 20 minutos, tiempo en el que le preguntó por su salud. Posteriormente oró por toda la familia, recordó el menor de edad, quien dio declaraciones a este medio con autorización de su padre.
Fernando Sánchez, el papá, comentó que las veces que el pontífice bendecía a sus hijos decía que a través de ellos enviaba bendiciones a todos los niños y niñas de Costa Rica.
“La forma de ser del papa nos puso a reflexionar sobre cómo tenemos que actuar. (...) Era especial con sus gestos y amabilidad, quería ser amable con la gente. Eso lo caracterizaba. Eso es algo que se tiene que valorar en una persona, indistintamente de la persona. En su caso sorprendió con su cercanía, su amenidad”, dijo Fernando, quien confió que se inspiró en la gentileza del papa.
Fernando hijo volvió a ver al papa Francisco dos veces más durante su niñez y en la tercera, con seis años, quiso hacerle un regalo. Fernando, el padre, dice que un día el niño le comentó que Francisco usaba “el mismo sombrero” todos los días y que creía que podía necesitar otro. La familia buscó un solideo para regalarle.
“Para la despedida (Fernando Sánchez fue embajador en El Vaticano del 2010 al 2014), Fernando le llevó el solideo blanco. Fuimos a la audiencia y el papa se lo puso y le dijo: ‘mira me queda muy bien’. Entonces se quitó el de él, se lo puso a Fernando y le dijo: ‘a vos también te queda muy bien” y se lo regaló”, recordó el padre.
Fernando, quien cursa quinto año, atesora el significativo regalo, uno que siente recibió de un amigo.
“La sensación que me queda es que a la hora de estar con él era como compartir con un amigo de toda la vida, simpatizaba con uno como persona. El día que falleció me levanté con la noticia, duele que una persona tan buena, amena y que le cambió la vida a millones de personas, ya no esté entre nosotros”, comentó el joven, quien reconoce que su vida también fue impactada positivamente por el papa Francisco.