Apenas escucha la pregunta, los ojos celestes de Orlando Núñez Pérez, descendiente por rama materna del escritor y revolucionario cubano José Martí, se iluminan como si aquel dardo le hubiera tocado una fibra muy sensible de su corazón: ¿Por qué ama el periodismo?
Se acomoda en la mecedora y responde con una seguridad apabullante: “Primero, porque le permite a uno dar batallas por lo que cree. Segundo, por la afición de escribir. Y tercero, porque tiene un lucimiento tremendo. Martí decía: ‘El periodismo en lo externo es una profesión, en lo íntimo es un sacerdocio’. ¡Esa frase lapidaria de Martí! Semper sacerdo… ¡Siempre periodista! Nunca dejaré de serlo”, expresó el hombre de 99 años recién cumplidos,
Orlando tenía tan solo 16 cuando escribió su primera columna en el periódico de su natal Madruga, un pequeño poblado a unos 65 kilómetros de La Habana, Cuba, conocido como “la reina de las aguas” por el poder curativo de sus ríos y lagunas. Allí creció junto a seis hermanos y sus padres, Julio y Rosa María. De la extensa familia, hoy solo queda él.
Su vida ha sido 83 años de puro periodismo. Una carrera que lo llevó desde la libreta y el lápiz para registrar entrevistas a ciudadanos ilustres de su pueblo, hasta asesorar a mandatarios de la talla de José Figueres Ferrer, el recordado don Pepe.
Núñez Pérez será el homenajeado en la Semana de la Comunicación, que se celebrará a partir de este 23 de septiembre en el Colegio de Periodistas y Profesionales en Ciencias de la Comunicación, institución que él ayudó a fundar.
Para este Colegio, el homenaje es un acto de justicia y un reconocimiento que tenían pendiente. Además, para la Junta Directiva, es un honor reconocer su valentía, pues Orlando Núñez huyó de Cuba, donde Fidel Castro lo condenó a morir en el paredón sin derecho a juicio por denunciar los abusos de la revolución. Llegó a Costa Rica el día de la Virgen del Carmen, hace ya más de 60 años.
Cuenta Núñez que lo recibieron en el aeropuerto. Él venía con un señor mayor cuyos familiares le habían encomendado cuidar. Al llegar, los recibió un capitán de la Guardia Civil, de apellido Toledo, recuerda.
“Cuando nos vio a las afueras del aeropuerto, nos preguntó: ‘¿Ustedes son los cubanos que vienen asilados?’ Yo saqué mis papeles y se los enseñé. ‘Han llegado a tierras de libertad’, nos dijo. Ese fue el recibimiento. Nunca se me olvidará.
“Me dije: tengo que pagar esa deuda. Todo lo que he hecho en mi vida, en relación con Costa Rica, ha estado marcado por mi promesa de que, con mi conducta, tenía que pagar el gran favor que me hicieron a mí y a mi familia en épocas de acoso y disolución. Aquí logré reunir a mi familia y reiniciar una nueva vida: estuvieron 10 o 12 de mis parientes juntos: mi papá, mi mamá, mis hermanas, mis hermanos. ¡A todos los saqué!’, declara.
Orlando Núñez ha honrado su promesa con creces.
Recorre Madruga desde Costa Rica, todos los días
El desafío de tener tantos años, asegura don Orlando, es que la vida se vuelve una rutina: “Me levanto, leo La Nación, desayuno, veo la televisión. Llamo a Adriana (su hija, también periodista, ya retirada)… todos los días la misma cosa. Esto me da mucha tranquilidad”, dice.
No le faltan sus ejercicios, tampoco lectura y pintura, amores que le enseñó su mamá. “Esto te pone buena la salud”, afirma en tono de consejo paternal un hombre sano, que solo toma una pastilla para la presión.
“La mejor medicina es oír música y entretenerme pintando. Yo siempre tuve afición desde niño por pintar. Mi mamá nos impulsaba mucho a eso. Nos daba cuadernos y lápices, pero nunca fui a la academia. Pura afición y lo que observaba.
“Me gustaba ver las pinturas famosas. Igual que la música. Siempre me gustó mucho cantar, cantar cantar. Estudié un poquito de solfeo y formé parte del coro de Madruga”, recuerda.
Todos los días, Orlando Núñez recorre con su memoria las calles de Madruga. Varios de los muchos bocetos y acuarelas que lo rodean en el lugar donde vive plasman sus aguas, lomas y palmas.
“Madruga es un municipio de La Habana con dos elevaciones montañosas pequeñas: la loma de la Gloria y la loma de la Jíquima. Esta loma tiene una vista fabulosa de todo el valle donde está asentado Madruga. Tengo varios bocetos del parque, que tenía una glorieta al estilo morisco.
“El problema con Madruga es que todos los días de mi vida pienso y sueño con ella. Recorro sus calles todos los días. En Madruga ya no queda gente que yo conozca, murieron todos. Sin embargo, yo camino cada calle donde jugué, corrí y fastidié tanto”, cuenta.
De las cuatro mujeres y los tres hombres que procrearon Julio Núñez Rizo y Rosa Pérez Fuentes únicamente sobrevive Orlando, el segundo de los varones. Su papá, “un campesinito” que sobrevivió a los ataques de parásitos y a la paratifoidea que mató a cinco de sus siete hermanos, le heredó el amor al trabajo y a servir. Su mamá, lectora voraz, le inculcó amor y respeto por las bellas artes.
“Mi papá llegó hasta tercer grado. Sin embargo, fue un gran comerciante y, además, muy inquieto por la cuestión social. Fue presidente de los bodegueros (pulperos), y los almacenistas que había en Madruga. Fue presidente de la asociación de trabajadores del comercio y alta figura de la Logia Masónica. Fue un gran benefactor en el pueblo. Por él se hicieron monumentos, se rotularon calles y se arregló el acueducto”, relata con orgullo.
“A mi mamá le gustaba mucho leer. Cuando éramos pequeños, ella recibía una revista argentina, Leoplán, famosa en su tiempo, y Para tí, otra para mujeres. Había un sistema español de alquilar novelas. Iban a las casas y, por cierto dinero, le traían cada 15 días un facsímil de las novelas. El soldado desconocido, todo lo de Pérez Galdós. A ella le gustaba leer mucho y nos inducía a la lectura, a la escritura y a la pintura”, rememora.
Esas son sus raíces, las mismas que lo hicieron crecer y convertirse en periodista y en político pues fue presidente de la Juventud del Partido Liberal, el más antiguo de Cuba. Pero pudo más el periodismo.
“Siempre periodista. Trabajé con mi padre, que tenía negocios de comercio y mueblerías, como ayudante y eso, pero de ser artesano, no nunca. Estuve trabajando en el partido y tuve cargos públicos.
“Tenía a mi cargo la divulgación en dos o tres emisoras distintas de La Habana, y una hora de televisión en el canal 4, a las 7:15 de la tarde, que era hora estelar″, destaca. “Canal 4, de Pumarejo, el gran periodista de la CMQ, la principal estación de Cuba”, añade.
Amigo de Fidel y luego perseguido
¡Siempre periodista! Tanto que, Orlando, aunque empezó a estudiar Derecho en la Universidad de La Habana, dejó esta carrera.
“No pasé de segundo año porque, cuando eso, la universidad era un nido de terrorismo. De ahí nació Fidel Castro, que fue compañero mío en primer y segundo año. Eran las mafias de la universidad, había escaramuzas y hubo muertos. Era un desastre, me decepcioné de eso y dejé de ir a la universidad”, señala.
¿Amigo de Fidel Castro?
“Fui compañero y amigo, bastante. Lo conocí en la universidad. Por cierto, él fue quien me enseñó a comer yogurt. Yo no sabía lo que era el yogurt pero él sí porque era rico. El padre era terrateniente. Me decía: ‘Guajiro, (campesino, en Cuba) ¿tú no comes esto? ¡Pruébalo!’ Y me enseñó a comer yogurt.
“Fuimos amigos, bastante, íbamos bien, pero en una escaramuza que hubo en la universidad, él empezó a golpear a un muchacho indefenso y yo me metí y lo quité. Él me miró y me dijo: ‘Guajiro: tú no sirves para esto’. Le dije: ‘Yo para abusos no serviré nunca’. No dejamos de hablarnos pero ya no era la amistad que teníamos antes”, expresa.
Eran tiempos “tremendos”, relata don Orlando. Cuenta que los asuntos se dirimían a golpes. Para él fue muy triste porque, dice, la Universidad de La Habana era hermosa. Recuerda que ahí llegó a dirigir el coro Leopold Stokowski, el director de orquesta británico.
“Era un lugar muy agradable, con una escalinata de 128 peldaños que se subía hasta arriba, y una estatua muy grande del Alma Máter, que dominaba toda La Habana, pero se corrompió. La época era precisa para eso. Hubo muchas escaramuzas revolucionarias y se contagiaron de ese virus. Y yo me decepcioné de la universidad”, cuenta con un dejo de tristeza.
En esos escenarios tan turbulentos, Fidel Castro lo condenó a morir fusilado en el paredón por su defensa de las libertades. El entonces principiante dictador, nunca le dio garantía de un juicio. Por eso, Núñez se asiló en la Embajada de Costa Rica en La Habana, su primer paso hacia su hogar definitivo en tierras costarricenses.
“Si Fidel me agarra voy al paredón porque yo le hice una campaña en contra muy grande. Yo lo conocía y lo combatí mucho, y él no me perdonó”, reconoce.
Orlando Núñez echó raíces en Costa Rica
Su primer trabajo en Costa Rica como periodista fue en el periódico La República.
“Con la necesidad que yo tenía de trabajar y ganar dinero, pasaba el día entero ahí. Hacía de todo: la página 2, escribía Al que le caiga el guante que se lo plante, Acuarela, Gente célebre, El clavo de hoy, Un comentario más… Hacía editoriales, entrevistas, comentarios en la página de Internacionales de las noticias del día”, reseña.
La necesidad de mantener a tres hijos pequeños y a su esposa, Julia, lo mantenía en una rutina intensa: llegaba al periódico a las 8 de la mañana y salía hasta casi la medianoche. Fue natural que las mayores responsabilidades empezaran a recaer sobre Núñez, quien pronto ascendió a jefe de información, jefe de redacción hasta llegar a director.
En esas lides, conoció a quien luego se convirtió en su gran amigo y familia de vida: José Figueres Ferrer, quien lo llamó como su periodista para la campaña de 1970, y luego lo nombró primer jefe de prensa de Casa Presidencial.
Define a Figueres como amigo íntimo: “Don Pepe era un hombre culto. Leía mucho. Se interesaba mucho por los clásicos. Era un purista de la lengua. Cuando él hacía un artículo aquello se parecía a las páginas de Balzac, el gran novelista francés. Yo me aficioné tanto a leerlas, que llegó un momento en que solo dos personas podíamos arreglarle esos escritos a don Pepe: Gonzalo Solórzano, su secretario de toda la vida, y yo”.
En Costa Rica, crió a su familia, a sus hijos Adriana, Orlando y Fernando. También se convirtió en un gran propulsor de las artes y de su deporte favorito, el béisbol.
Entre otros cargos públicos, fue encargado de prensa del Consulado de Costa Rica en Miami, y cónsul honorario. Nunca ha dejado de ser periodista. Fue columnista de La Prensa Libre, Excélsior y La Nación, en donde con alguna frecuencia continúa publicando artículos de opinión.
Periodista preocupado por Costa Rica
Los días de Orlando Núñez Pérez transcurren tranquilos. Una tranquilidad que, cada vez con más frecuencia, rompen las noticias que nunca deja de ver. Se confiesa “muy preocupado” por la situación de Costa Rica.
“Yo he acumulado mucha experiencia, he visto muchas cosas. Tuve relaciones con casi todos los presidentes hasta hace poco, y me dieron su amistad y confianza. Pude valorar lo que es el carácter democrático del costarricense y su amor por la libertad, su enfado y disposición a cualquier cosa cuando esa libertad estaba amenazada.
“Puede ser que el carácter costarricense tenga sus caídas, pero en cuanto a su amor por la libertad irrestricta y por el derecho a defender esa libertad y a expresarla, decirla y comunicarla, eso es indiscutible que es costarricense”, manifiesta.
Núñez recuerda como si fuera ayer cuando visitaba otro país. Apenas se identificaba como cubano-costarricense le llovían elogios por la libertad y la democracia de los ticos.
“Esa era una carta de presentación que teníamos los costarricenses en el mundo entero. Y se valoraba. Ahora resulta que este gobierno, desde el principio, ha sido uno de confrontación, de buscar problemas donde hay soluciones. De destruir puentes donde hacen falta puentes. De estar maltratando al adversario político, incluso con nombretes y dicharachos lesivos a su dignidad y personalidad.
“Entonces, uno se dice, ¿pero qué es lo que quiere el señor presidente? ¿Por qué no se dedica a conciliar y a tratar de arreglar tantas cosas en este país, atacado por la pandemia, por el narcotráfico y por las circunstancias económicas? ¡Hay muchas cosas qué hacer! Y para hacerlas hay que unir no disgregar”, reclama.
Como buen analista, Núñez advierte de que se está creando una peligrosa sensación de inestabilidad. Sobre todo, con las renuncias o destituciones constantes en el gabinete.
Agradece al periodismo de investigación el haber destapado “la olla del grillo” y lanza votos para que se fortalezca por el bien de la democracia y la libertad. El periodismo que nunca dejará de correr por sus venas.