Santa Cruz. La comunidad de Ortega, en Santa Cruz de Guanacaste, lleva 200 años de celebrar la “lagarteada”: una tradición que reúne al pueblo cada Viernes Santo.
La actividad consiste en atrapar a un lagarto en el río Las Palmas, ubicado a 30 kilómetros del centro de la comunidad, para exhibirlo vivo en la plaza. El lagarto es un símbolo de salud para los lugareños.
El viernes pasado, el calor del mediodía marcó el inicio del festejo, en el que participaron 30 lagarteros y unos 4.000 espectadores.
Humberto Cascante, oriundo de Ortega, dijo que pese a que desde hace 30 años se fue a vivir a Siquirres, siempre regresa a su pueblo natal para no perderse la tradicional “lagarteada”.
“Recuerdo que hace 15 años un lagarto mordió a uno de los lagarteros y le dejó una herida de 36 puntadas, fue impresionante, pero no pasó a más. Es una actividad que se disfruta bastante y que uno no se quiere perder”, dijo Cascante.
La tradición se originó cuando a un lugareño se le ocurrió ir de caza un Viernes Santo y capturó a un enorme cocodrilo para extraerle la grasa, a la cual se le atribuyen propiedades curativas, según indica la investigadora Patricia Sedó.
La fiesta en el río despierta curiosidad y emoción ante quienes asisten por primera vez, así como para aquellos que llevan años de vivir la experiencia.
En el río. Tras varios intentos fallidos dentro del río Las Palmas, la captura fue después del mediodía, cuando los 30 lagarteros ingresaron a una cueva para sacar al lagarto de tres metros y ochenta centímetros de largo.
Luego de más de media hora de pelea con el animal para sacarlo, estos guanacastecos cumplieron con todas las normas de seguridad para que el animal no saliera maltratado. Luego, cargaron al animal sobre sus hombros al grito de: “¡Vivan los lagarteros! ¡Viva Ortega!”
Una caravana de carros, motocicletas y cuadraciclos, acompañaron al lagarto y sus lagarteros hasta la pileta ubicada en el centro de la comunidad, donde fue colocado el cocodrilo para ser exhibido.
Yamil Cascante, lagartero con 45 años de experiencia, dijo que el grupo estaba satisfecho con el trabajo realizado, pese a que no se logró capturar el espécimen más grande en el tradicional arreo.
“Ya teníamos ubicado un lagarto, en una cueva de tres metros de profundidad, la idea era agarrar a otro más grande que ese, pero al no lograrlo nos tocó sacar este y cumplir con las expectativas del público. La gente aquí viene a disfrutar”, explicó el lagartero.
Años atrás, cada Domingo de Resurrección se sacrificaba al lagarto para guardar su manteca para uso medicinal; ayer el reptil fue devuelto al río y vivo.