La vida de San José está llena de legendarias obras arquitectónicas, repletas de historias.
Esos relatos, que dieron a ciertos edificios la condición de inamovibles en la memoria colectiva de los costarricenses, no solo registran casi tres siglos, sino que edifican la evolución de la sociedad.
Todas las curiosidades sobre las principales estructuras del San José de finales del siglo XVIII hasta principios del siglo XX —muchas de las cuales ya no existen— las relata el arquitecto y cronista Andrés Fernández en su libro Pasado Construido: crónicas sobre arquitectura josefina.
"El libro cuenta cómo, conforme pasaban los años, los josefinos iban demandando más obras arquitectónicas que estuvieran en sincronía con la vida de aquellos tiempos", asegura el autor.
Se trata de una recopilación de 21 crónicas de Fernández, las cuales fueron publicadas en el suplemento Áncora, del periódico La Nación, y la extinta revista Su Casa, de Grupo Nación.
Variado repertorio
Entre los protagonistas del libro, destacan viejos conocidos como el parque Morazán, barrio Amón y las iglesias de La Merced y del Carmen.
Asimismo, llama la atención relatos sobre las razones que motivaron la construcción de obras como los teatros Variedades y Moderno, y hasta un cementerio para personas que no practicaban la religión católica.
La publicación también hace hincapié en edificaciones que marcaron un antes y un después en el desarrollo del país, como el edificio de Correos y Telégrafos y la estación del ferrocarril al Atlántico.
El libro describe, además, momentos históricos como la fundación de San José y su progresiva organización territorial, que empezó con el plano de Gallegos, el primer catastro de la ciudad.
Esta publicación es la continuación de un primer tomo, llamado Los muros cuentan: crónicas sobre arquitectura histórica josefina, y publicado por Fernández en el 2013.
LEA: Nuevo libro desgrana los secretos de la arquitectura de San José.
Según el autor, ambos libros son el principio de un gran proyecto que, por medio de 12 libros, pretende contar la historia arquitectónica completa de la capital costarricense.
A continuación, una pincelada de los principales contenidos de Pasado Construido:
Nadie quería vivir en San José
Pese a que desde 1737 se construyó una ermita alrededor de la cual se asentaría la ciudad de San José, los vecinos no querían vivir ahí por la falta de agua. Incluso, en 1750, el gobernador Tomás López del Corral tuvo que ir a traer a los habitantes a la fuerza, en medio de tropas y soldados, para que hubiera pobladores en la que hoy es la capital.
La ermita se ubicaba en la actual calle 2, entre las avenidas Central y 1, donde hoy se encuentra la tienda Scaglietti, detrás del punto donde después se construiría la Catedral Metropolitana (mostrada en la fotografía).
Los lavanderos públicos
Daban trabajo a las mujeres desde 1851. Entre los más representativos, figuran Los lavaderos del Padre Umaña, inaugurados en 1870 entre las actuales calles 1 y 3, en un terreno a orillas del río Torres, al norte de San José. Fueron una donación del cura Cecilio Umaña.
Otro benefactor fue el doctor Adolfo Carit, quien, además, en 1912 patrocinó un concurso para premiar a la lavandera "más pura, bella y virtuosa".
Cuenta la anécdota que como no consiguieron una que reuniera todos los atributos, entonces repartieron el dinero entre todas.
La fotografía muestra un lavandero a cielo abierto en Paso Ancho, en 1920.
El parque Morazán
El sitio donde actualmente se ubica el parque, poseía una rica veta de barro, de la cual se extrajo el material para construir San José. Tanta tierra fue removida, que en el centro del terreno se formó el "pozo de Villanueva", producto del agua de una acequia cercana y de la lluvia.
En 1881, el Gobierno rellenó el terreno y mejoró la "plazoleta de La Laguna".
El edificio Steinvorth y la Ferretería Macaya
Fueron dos referentes de la vida comercial de San José de finales del siglo XIX y principios del XX.
En 1907, en plena avenida Central, justo en el cruce con la calle uno, nació el Steinvorth, que dio acceso a los costarricenses a diversidad de productos importados, entre ellos, abarrotes, vinos y licores.
En otro punto de la ciudad, en la calle Central, entre las avenidas Central y 1, se erguía la Ferretería Macaya. Desde 1098, este comercio resolvió a los clientes cuanto pedido tuvieran; ahí se encontraba de todo, desde materiales de construcción, hasta alimentos.
El Teatro Moderno
En 1911 se presentó en el Teatro Nacional una bailarina y cantante española conocida como "La Vidal", aclamada por el público masculino por su atuendo de ropas "ligeras".
Aquel espectáculo indignó tanto a las damas de sociedad, que el día del debut de la joven, se levantaron de sus butacas y dejaron la función.
Ante esto, el teatro debió rescindir del contrato con la artista, quien se hacía acompañar de su esposo en un dueto con el nombre de Los Vidal.
Dado que ya no se podía presentar en el Teatro Nacional y para que la muchacha pudiera continuar con su show, varios empresarios fundaron el legendario Teatro Olimpia, el cual, en 1913, se convirtió en el no menos célebre Teatro Moderno.
El edificio de Correos y Telégrafos
La licitación para levantar este edificio, cuyo trámite empezó en 1914, desató un acalorado enfrentamiento entre dos figuras públicas.
En una acera, José María "Billo" Zeledón denunció en el diario La Información al entonces presidente, Ricardo Jiménez Oreamuno, y a su hermano, el ministro de Hacienda Manuel de Jesús Jiménez, por haber favorecido a una empresa en la adjudicación de la obra.
Irritado, el sobrino de los ofendidos, Arístides Jiménez Tinoco, retó a "Billo" a un duelo a balazos que nunca se concretó.
El asilo Chapuí
El doctor Carlos Durán, quien en 1885 asumió la presidencia de la Junta de Caridad (hoy Junta de Protección Social) durante el gobierno de Bernardo Soto, tuvo una insólita pero visionaria idea.
Estaba obsesionado con un lugar para los enfermos mentales, pero mantenerlo sería muy costoso. Entonces, determinó que el hospital se mantendría gracias al dinero producto de la venta de lotería.
En 1890, el sueño del médico vería la luz.
La casa de Matute Gómez
Santos Matute Gómez –hermano del dictador venezolano Juan Vicente Gómez– llegó a Costa Rica en 1936 proveniente de Curazao.
Si bien aquella pomposa vivienda esquinera que se posa sobre la avenida 10, sirvió como su centro de operaciones, esta no fue construida especialmente para él.
La razón de su edificación, en 1932, fue albergar la representación diplomática italiana en Costa Rica. Sin embargo, el venezolano la adquirió en 1937, con lo que abrió un imborrable escándalo para la sociedad josefina, pues se especulaba que contrataba los servicios sexuales de niñas y adolescentes.
En 1952, fue expulsado del país por corrupción de menores.
El cementerio extranjero
En el Cartago de 1839, el médico inglés Richard Brealey hospedaba en su casa al norteamericano David Cotheal (ambos de credo protestante).
Ante el inesperado fallecimiento del huésped, Brealey pidió permiso para sepultar a su amigo en el cementerio local, solicitud que fue denegada por un cura, pues era prohibido el uso de los camposantos católicos para quienes profesaran otra religión.
El inglés acudió al Jefe de Estado, Braulio Carrillo, quien envió dos pelotones a escoltar el cuerpo hasta el cementerio.
El funeral se realizó, pero al día siguiente, el cura corrió a bendecir el sitio.
Tal episodio dio origen a la construcción de un cementerio al sur del hospital San Juan de Dios, el cual, además de personas no católicas, acogió también a extranjeros.
El Teatro Variedades
Aquella estructura, que vio debutar al tenor Manuel " Melico" Salazar y que fue pionera en acercar al público espectáculos de primer mundo, daba sus últimos suspiros en 1917.
Ubicado en la actual calle 5, entre las avenidas Central y 1, el Teatro Variedades estaba tan deteriorado, que lo llamaban "el cucarachero".
Sin embargo, ese mismo año, el italiano Mario Urbini lo remozó, acto que le dio una nueva vida un edificio que se resiste al paso del tiempo.