La empresa Lehmann corre para desalojar definitivamente el edificio patrimonial, tras una larga disputa con el Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa, por el cobro de los alquileres y la no retribución de unos arreglos, que el negocio tuvo que pagar a finales del 2017. Foto: Mayela López (Mayela López)
Las estanterías ya desaparecieron de las paredes del edificio que sirvió por 103 años como casa de la Librería Lehmann. El sonido de la música y el murmurar de los clientes tampoco resuenan en la estructura, fueron sustituidos por el golpeteo de martillos y de equipo mecánico.
Con la remoción del mobiliario, que se encontraba empotrado en las paredes, quedaron en evidencia los daños que arrastra la estructura, pero en una de las secciones, se puede apreciar claramente la construcción original.
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El pasillo que unía la antigua estructura al edificio adjunto, donde la Lehmann concentrará sus operaciones de ahora en adelante, está cerrado por medio de una pared, solo queda una abertura del tamaño de una puerta, por la que pasa el material y los trabajadores.
En una de las paredes se puede apreciar la construcción original del antiguo inmueble josefino. Foto: Mayela López (Mayela López)
Será el lunes 30 de setiembre cuando la familia Lehmann diga finalmente adiós a parte de su historia y legado, esa fue la fecha acordada con el Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa, entidad dueña del inmueble.
Nuevo inquilino
El edificio fue construido en 1916 para albergar el negocio de la familia Lehmann, desde entonces la librería ha sido su único ocupante. Pero tal parece que no pasará mucho tiempo para que reciba a su nuevo inquilino, según indicó Lisbeth Quesada, presidenta y representante legal de la asociación encargada del centro.
“Nosotros ya alquilamos el edificio, está alquilado a una empresa internacional que va a poner algo de ropa, modas o algo así”, dijo a La Nación el jueves durante una entrevista telefónica.
“Nos sentimos muy contentos, en un principio nos sentimos muy descorazonados porque uno de los mensajes que nos habían enviado, es que alquilar en la avenida central no es posible (...) bueno el panorama que se nos pintó fue como muy duro y figúrese que recibimos una gran cantidad de ofertas, de empresas nacionales y extranjeras, inmediatamente”, agregó.
En las paredes se puede apreciar parte del deterioro del edificio, que tendrá que ser atendido por los nuevos inquilinos y la administración del inmueble. Foto: Mayela López (Mayela López)
Quesada no quiso revelar el nombre de la empresa, ya que aún están afinando detalles para la firma del contrato. Desde hace 15 días se venían estudiando las diferentes ofertas que recibieron por parte de “empresas importantes”, interesadas en ocupar el espacio, ya que "se dieron cuenta lo que implica estar ahí (en la avenida central)”, expresó.
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La noticia también fue confirmada por Sonia Valerín, administradora del Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa, quien expresó molestia por el estado en el que halló el edificio durante una visita que hizo.
Por otro lado, el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC), ante una consulta de este diario, indicó que Diego Meléndez, director de este organismo, adscrito al Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) se reunió “con la presidente de la Junta del Carlos María Ulloa y los interesados en alquilar el inmueble.
Las estanterías estaban empotradas en la pared y han sido removidas poco a poco, así como otros elementos del mobiliario. El nombre del negocio aún se puede leer en uno de los muros internos. Foto: Mayela López (Mayela López)
El encuentro tuvo como objetivo, “conversar sobre las posibles obras que harían los potenciales inquilinos, únicamente. Por otra parte, es necesario realizar obras de restauración principalmente en las paredes, además de la construcción de una batería de baños y la instalación de servicios de agua y luz, lo cual se valorará cuando presenten los permisos correspondientes", indicó la oficina de prensa del CICPC, por medio de un correo electrónico.
A la vuelta de la esquina
Mientras se define el futuro de la antigua estructura, construida en 1916 y declarada cien años después como parte del patrimonio histórico-arquitectónico del país; en el edificio adjunto avanzan los trabajos de acomodo. La empresa ahora concentrará sus operaciones en el inmueble ubicado al costado oeste del edificio Omni.
Fachada del edificio de la Librería Lehmann en donde la empresa concentrará sus operaciones, tras abandonar el edificio patrimonial que fue su sede por 103 años. Fotos: Mayela López (Mayela López)
Se trata de una torre de seis pisos, con los insignes colores blanco y azul que identifican el logo de la empresa; los clientes también podrán identificar el sitio por las letras Librería Lehmann que se ubican en la fachada de la construcción.
En el primer piso los interesados pueden encontrar las recomendaciones literarias, artículos de perfumería, cosméticos, material de empaque y regalos, objetos religiosos, suministros de oficina, tecnología y la cafebrería.
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La siguiente estación al subir las gradas o el ascensor, es donde se ubica la mercadería escolar, deportes, juguetes y otro material de oficina, mientras que el tercer piso, que antes era una bodega, fue acondicionado para albergar los libros y además, contará con una sala de eventos.
El resto de la edificación, seguirá usándose para oficinas y otras labores administrativas.
El cierre del espacio en la pared que divide el edificio patrimonial del adjunto, marcará la despedida definitiva de la histórica construcción, que desde un inicio, fue creada para albergar el negocio familiar. Foto: Mayela López (Mayela López)
Amarga salida
Una sucesión de traspasos del título de propiedad, a raíz de la Segunda Guerra Mundial y la persecución contra familias de origen alemán, como los Lehmann, hizo que en 1951, el edificio pasara a manos del Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa.
Esto desató una serie de disputas entre la empresa familiar y la administración del centro. De ahí que Antonio Lehmann Gutiérrez, gerente de la empresa, anunciara en agosto, en un artículo de la Revista Somos CR, que se desprenderían de esta parte de su historia de manera definitiva.
Pero la ‘gota que derramó el vaso’ y que motivó finalmente la decisión de los Lehmann, se remonta a finales del 2017, según contó el empresario a este diario.
Ese año, producto de los desechos acumulados de las palomas y las lluvias, se bloquearon los bajantes del edificio, lo que provocó que parte del techo de la estructura se inundara y cediera ante el peso.
Este incidente habría dejado pérdidas millonarias en las finanzas, no solo por la destrucción de parte del inventario, sino también porque lo invertido para corregir los daños, y así evitar nuevas afectaciones, no fue retribuido por la junta directiva del Hogar de Ancianos, según Lehmann.