Resulta muy difícil pensar en el cantón de Grecia sin que se venga a la mente el edificio de metal, color rojo ladrillo que se instaura en el centro de esta comunidad alajuelense.
Su color, sus materiales, su arquitectura y el órgano tubular son característicos de este templo, que data de 1891.
Sería lógico pensar que este ícono es parte del patrimonio histórico y arquitectónico de Costa Rica, pero oficialmente no lo es pese a dos intentos realizados.
Según consta en el expediente del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC) del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), desde hace 33 años se gestiona la declaratoria, sin lograrlo.
La primera vez el trámite quedó varado en 1988; otro proceso se inició en 2003, sin que avanzara.
El caso del templo rojo de Grecia es quizá el más extremo, pero no el único que revela la encrucijada que puede representar para las parroquias y comunidades la posibilidad de una declaratoria patrimonial.
Algunas abrazan el proyecto, otras, en cambio, rehúyen.
En el primer intento que se hizo en Grecia, incluso se llegó a redactar el decreto; solo faltaba la firma del entonces presidente de la República, Oscar Arias Sánchez, y de su ministro de Cultura, Carlos Francisco Echeverría Salgado.
Sin embargo, la comunidad se opuso y la rúbrica no se dio.
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Quince años después, el CICPC realizó la investigación y, de nuevo, recomendó su declaratoria, que topó con la negativa en el obispo de Alajuela de aquel momento, José Rafael Barquero, ya fallecido.
“La experiencia nuestra con los casos que han sido declarados patrimonio nacional ha sido negativa, porque en vez de facilitar el mantenimiento lo entraba con burocracia.
“Experiencias anteriores nos dicen la gran cantidad de problemas que se han generado en las comunidades. Incluso fue necesario derogar un decreto en relación con el templo de San Ramón”, argumentó.
La iniciativa fue archivada en 2004 a la espera “de mejores condiciones”.
Han transcurrido 17 años y la situación se mantiene. Luis Ángel Solís Hernández, sacerdote vocero de la diócesis de Alajuela, aseguró que de existir una nueva iniciativa el pueblo griego la rechazaría.
Afirmó que las experiencias no han sido gratas.
“Vimos mucho entrabamiento en el proceso de una intervención. Una comunidad tendría más capacidad de respuesta que un ministerio.
“Al tener nuestra propia legislación como Iglesia católica y nuestras propias políticas de conservación y mantenimiento, creemos que un templo no va a estar en mejores manos que en las de la propia Iglesia, de las propias comunidades”, agregó.
¿Es esto así? La Nación conversó con voceros de cuatro diferentes diócesis y encontró que hay comunidades que, más bien, luchan para que sus inmuebles reciban esta declaratoria.
“Las solicitudes normalmente salen de las comunidades, ellos mismos se organizan para montarlas. Si ven que su templo tiene características, no hay ni que hablarles”, manifestó Eduardo Abarca, coordinador de la Pastoral de Cultura y Educación de la diócesis de Tilarán-Liberia.
Esta diócesis tiene siete de los 51 templos patrimoniales en Costa Rica. Allí, los grupos se organizan con ventas de comidas, bingos y otras actividades para hacer las mejoras de sus templos patrimoniales (o candidatos para serlo) y no perderlos.
“A veces más bien nuestro temor es que queremos rescatar nuestros templos para que no se pierdan y el Centro de Patrimonio dura en hacer su estudio, pero siempre hemos tenido mucha apertura de ellos al diálogo. Ahora nos enviaron una funcionaria muy ‘pellizcada’ y con ganas de trabajar”, señaló Abarca.
La arquidiócesis de San José es la que tiene más templos patrimoniales, con 26.
Experiencias ‘mixtas’
Para Diego Meléndez, director del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC) las experiencias con la Iglesia católica han sido “mixtas”.
“A veces, por desconocimiento, los personeros de la Iglesia rechazan la declaratoria; quienes ya conocen la saben apreciar”, afirmó.
“Dicen: ‘es que si se declara patrimonio, nos quitan la iglesia’. Es totalmente falso. No se quita. Sigue siendo de la comunidad o del propietario registral. ¿Qué es una declaratoria? Un reconocimiento oficial del valor de una estructura” agregó.
Vanessa Zúñiga, abogada de la arquidiócesis de San José, y quien lleva el seguimiento a las necesidades de los edificios ya declarados, confirmó la existencia de ese rechazo por parte de algunos curas.
“Todavía hay algunos sacerdotes que mantienen esa visión de que es como si fuera una expropiación, y el mensaje que dan a la comunidad es ‘no nos dejemos’, y eso no es así. Patrimonio está cuidando, protegiendo y velando por mantener el valor y que lo que se haga no lo dañe”, expresó.
De acuerdo con Méndez, no existe una institución que tenga tantos edificios tan valiosos como la Iglesia católica. Y una declaratoria, añadió, no les quita derechos ni despoja a la comunidad.
Lo que busca Patrimonio, manifestó Méndez, es ser aliados.
“La relación con el Centro de Patrimonio no es mala. Solicitar arreglos en un templo patrimonial no es un trámite engorroso. Yo tengo aquí casi 14 años y no hemos tenido problemas. Hace un tiempo se le hizo una intervención grande a San Rafael de Heredia y no hubo problemas”, relató la abogada de la arquidiócesis josefina.
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‘El patrimonio es necesario’
Jorge Eddie Solórzano, vocero de la diócesis de Cartago y párroco de Orosi, es de los sacerdotes que avala estos reconocimientos. Él incluso afirma que “el patrimonio es necesario”.
“La declaratoria sobre un un templo tiene el objetivo de conservar ese paso de la historia. De lo contrario, parece como si saliéramos de la nada, como si Costa Rica no tuviera historia”, declaró.
Sus manifestaciones se dan tras la experiencia en otros templos patrimoniales, como la basílica Nuestra Señora de los Ángeles.
En el caso del templo colonial de Orosi, es el más antiguo del país, data de 1743. Fue declarado patrimonio en 1920.
“Es el único que conserva toda la parte icónica, arquitectónica y pictórica del tiempo de la colonia”, resaltó Solórzano.
Este sacerdote considera al CICPC un apoyo: “para restaurar Orosi se necesita tanto. Ellos montaron alianzas con la Universidad de Costa Rica y con el ICE (Instituto Costarricense de Electricidad) para hacer cosas que con nuestros recursos no podríamos”.
Otros ejemplos son el de de San Blas, en Nicoya, conocido como “iglesia colonial”, donde el MCJ invirtió en tres etapas de su restauración, o la parroquia de la Inmaculada, en el centro de Heredia, donde se hicieron trabajos en conjunto con el CICPC.
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“La conservación no puede estar sujeta a gustos personales. Yo, la pared de fondo que tengo es blanca. Si no me gusta el blanco no le voy a poner un celeste, o poner un azulejo. No. Todo corresponde a criterios de los cuales uno tiene que ir aprendiendo”, dijo Solórzano.
Para Eduardo Abarca, de la diócesis de Tilarán, la guía del CICPC ayuda a preservar mejor cada edificación y a atraer a las personas.
“Hay capillitas que podrían entrar en proceso y podríamos realizar giras culturales a ellas. Invitar a la gente, dar tours que cuenten la historia de la capillita y del pueblo. La comunidad se beneficia de las visitas”, manifestó.
Según dice, en ocasiones le gustaría que Patrimonio llegara más seguido a la zona, pues hay edificaciones muy deterioradas, que no les gusgaría “tocar” sin asesoría.
“Nos da miedo que tengan que botarse”, agregó.
Para Meléndez, esas iniciativas benefician a toda la comunidad, sin ser exclusivas de Guanacaste.
“En el cantón de Mora hay seis comunidades que tienen unas iglesitas de principios del siglo XX, son muy modestas: básicamente madera y lata, pero son iglesias tan ‘corrongas’ ¡es un gusto verlas, parecen sacadas de un cuento!.
“La comunidad se está organizando para hacer tours. Tienen muy claro que el patrimonio histórico arquitectónico es un plus”, comentó.
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¿Cómo preservar?
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Cuando se le pregunta tanto al CICPC como a la Iglesia, los objetivos son los mismos: preservar y mantener las edificaciones.
El problema es que no siempre comparten la visión de cómo lograrlo.
“No necesitamos de una declaratoria para mantener bellos nuestros templos. San Isidro de Heredia, por ejemplo, no está declarado, pero sí se le invierte y se le mantiene. Hay templos que tienen todo para estar declarados y no lo están”, declaró Zúñiga.
Meléndez contradice: “San Isidro de Heredia no se pudo declarar. Cuando íbamos muy avanzados con la declaratoria, el sacerdote arrancó planchas de mármol que revestían las fachadas para vestirlas con fachaleta de cerámica, de lo más ordinario del mundo. Quitó el mármol original y todas las pinturas”.
Para el funcionario, una declaratoria evita “que se echen a perder todas esas obras tan valiosas”.
Zúñiga, sin embargo, considera que la declaratoria no es el único camino. Prueba de ellos, dice, es que muchos templos están declarados, pero muchos más no lo están y no por eso están abandonados.
Luis Ángel Solís opina igual: “en Alajuela tenemos la dicha de que la gran mayoría de los templos no solamente son muy hermosos, son íconos representativos en muchos de los cantones, la comunidad los mantiene así”.
¿Qué preservar y qué no? Historias como las de la antigua parroquia de Puriscal confunden a la Iglesia.
“Se dio una orden de demolición. El pueblo se levantó en protección de la estructura e inician el proceso para declararla patrimonio. Eso fue en el 2009. ¿Y qué se ha hecho de ese momento hacia acá? Está igual o peor”, dice Zúñiga.
“La Iglesia quedó en medio de dos órdenes del Estado: por un lado ‘demuelan’, por otro lado ‘no toquen’”, recordó.
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Seminario carece de formación en valores patrimoniales
¿Cómo es la formación en cultura de los sacerdotes? Los entrevistados coinciden en que hay carencias.
“Quienes estamos al frente de edificios patrimoniales tenemos una corresponsabilidad importantísima”, reflexionó Solórzano.
“A nivel de nuestra formación como sacerdotes sí nos falta mucho por aprender del valor histórico. Quizás es un vacío de formación que, a pesar de su evidente importancia, no se ha podido pulir, pero de cara al futuro es importante abrir un apéndice para estudiar el valor histórico y patrimonial de nuestras infraestructuras”, agregó.
Solís coincidió: “en los últimos años ha sido carencia. Hace muchos años, en la formación sí era muy importante. Hacía que el sacerdote tuviera una formación mucho más integral. En este momento no la tenemos, pero sí es necesaria”.
Abarca concluyó: “sí, hay carencia en el proceso de formación en el seminario, pero está en nosotros trabajarlo, la cultura es fundamental en la evangelización, no podemos quitar la cultura para poner el evangelio, la cultura nos ha formado”.