Esta es una historia que demoró más de un siglo en escribirse.
Comenzó con la construcción del ferrocarril a Limón y ahora finaliza con la repatriación de 1.305 piezas precolombinas desde Nueva York.
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? En resumen: Minor Keith, empresario a quien Costa Rica contrató para la construcción de la línea férrea al Atlántico, era coleccionista de objetos precolombinos. Al irse del país, unas 4.500 piezas precolombinas se fueron con él.
Muchos de estos objetos terminaron, después de su muerte, en el Museo de Brooklyn, en Nueva York.
Años después, el museo estadounidense quiso devolver a nuestro país parte de las piezas. Este 2021 se obtuvo el segundo envío con 1.305 obras, que se suman a 981 recibidas en 2011.
“Probablemente, donde iba pasando la línea del tren iban saliendo restos arqueológicos. A Keith le llaman la atención y comienza a sacarlos. Hace una colección bastante grande y se la lleva a Nueva York a principios del siglo XX”, explicó Leidy Bonilla, arqueóloga del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR), institución que custodia toda esa riqueza.
“En esa época no existía una ley que protegiera el patrimonio precolombino de Costa Rica. Las piezas están fuera del país hace más de cien años”, enfatizó.
Con el tiempo, explicó Bonilla, la colección pasó al Museo de Brooklyn. Este Museo las recibe a mitad del siglo XX.
En marzo de 2010, el MNCR recibió una llamada. “De Brooklyn nos contactan para decir que tienen interés en devolver los objetos precolombinos de la colección Keith. Nosotros inmediatamente aceptamos”, recordó la arqueóloga.
Para ese entonces, ya se sabía que esta era una colección bastante importante. Los objetos pertenecían a sitios arqueológicos que, posteriormente, investigadores en Arqueología e Historia estudiaron a fondo. Estas piezas ayudaban a mejorar el conocimiento.
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El origen
La arqueóloga indicó que muchos de estos objetos provienen del Sitio Arqueológico Las Mercedes, en Guácimo, Limón. La mayoría datan de entre los años 800 d. C. y 1500 d. C.
“Puede que estas obras que recibimos nos llenen un vacío de investigación, aunque ya son piezas fuera de contexto, por todo el tiempo que pasaron fuera”, recalcó Bonilla.
Otros objetos tenían otro origen inicial, pero sí fueron descubiertos por Keith en el Atlántico, según la arqueóloga.
Hay piezas de Guanacaste, especialmente de la zona cercana al Tempisque y del Pacífico Sur. También hay algunos objetos provenientes de Rivas, Nicaragua.
“Estimamos que llegaron ahí por comercio en tiempos precolombinos, pero no tenemos una certeza. Había comercio grande entre las regiones precolombinas”, recalcó Bonilla.
De estos objetos, cuyos orígenes no fueron el Atlántico, se veían rasgos de clases altas o tenían otro tipo de utilidad, por ejemplo, para rituales funerarios.
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Las obras
Dentro de los objetos vienen algunos que no se tenían dentro de los registros arqueológicos del Museo Nacional.
También se incluye un conjunto de esculturas de la zona del Diquís, del Pacífico sur. Estas representan a los personajes bidimensionales, muy simétricos y están parados de frente.
Una de ellas es un personaje con un bastón de mando, signo de que era el cacique.
Hubo otra pieza que Bonilla calificó de “interesante”, pues no trae la cabeza de frente, está de medio lado. También trae las manos amarradas atrás.
“Yo interpreto que era un prisionero. Como ya él ya ha sido degradado, no tiene por qué tener la cabeza de frente, como señal de menosprecio, se le hace de lado. No teníamos una pieza como esas”, destacó.
También hay imágenes de guerrero, metates redondos, como los vistos en Guayabo, pero más pequeños. Además, hay piezas de cerámica y de piedra.
Otro punto importante es que hay objetos cuyos autores nunca terminaron de formar y quedaron en diferentes puntos del camino. Esto permitirá al MNCR hacer una colección especial solo con esto.
“Quedaron en un proceso intermedio de elaboración. Así sabremos cómo se elaboraban. Esa es la gran pregunta que siempre nos hacen, pues ahora, después de estudiarlas, vamos a poder decirles eso, porque vienen piezas con diferentes partes de proceso”, explicó Bonilla.
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El proceso
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El primer envío de la colección Keith llegó a Puerto Moín en agosto de 2011 y semanas después ya estaba en el Museo Nacional.
En aquel entonces se decía que la siguiente entrega sería tres años después, pero demoró casi diez.
“Durante ese lapso, en Brooklyn hicieron una selección más exhaustiva sobre qué querían dejar para una segunda entrega y qué les gustaría conservar de Costa Rica”, expresó Bonilla.
Para 2019, se tenían definidas la cantidad de piezas que se enviarían; junto con las de 2011 sumaban 2.686 objetos.
Se acordó que se compartirían los gastos, el MNCR dispuso de unos ¢18 millones para el traslado. El Museo de Brooklyn pondría los costos de embalaje (empaque de las obras para que no se dañen en el camino) y de envío al puerto de salida.
Se tenía previsto comenzar el traslado en marzo de 2020; la pandemia lo complicó.
“El Museo de Brooklyn cerró. Volvió a abrir en octubre. En noviembre fue que pudimos comenzar a sacar las piezas”, detalló Bonilla.
Además, durante esos meses, el museo estadounidense les informó de que ya no tenían recursos para sufragar el traslado al puerto de embarque, por lo que Costa Rica tuvo que reunir más dinero para el transporte.
Las piezas llegaron al puerto de Limón en una fecha incómoda: 23 de diciembre, justo el día en el que todo el sector público salía a vacaciones.
“Se volvió un caos. A partir del 5 de enero, se tuvo que comenzar a tramitar; cartas vienen, cartas van. Entre Hacienda, exoneraciones, reuniones con los directores para que nos liberaran la carga. Eso nos hizo pagar bodegaje extra”, afirmó Bonilla.
En total, el país dispuso de ¢23 millones.
La colección por fin ingresó en marzo al MNCR. Venía en 31 cajas de madera.
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Con esto comenzó un primer chequeo del estado de conservación para ver qué piezas necesitaban una intervención más inmediata.
“Ahora estamos en el registro a lo interno: ponerles el número de colección, restaurar las que lo necesiten, incluir las piezas de exhibición y ponerlas a disposición de los diferentes investigadores”, manifestó.
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Utilidad
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Para muchos costarricenses, la aspiración es ver las obras expuestas, pero este no es el único propósito. Un museo va mucho más allá de las salas de exhibición.
“No todas las piezas son ‘exhibibles’, por ejemplo, los fragmentos. O no todas tienen un buen estado de conservación”, declaró Bonilla.
Pero algunas sí serán vistas por el público. El MNCR trabaja en un nuevo diseño de su sala de exhibición de objetos precolombinos, para mostrar ciertas piezas de la colección Keith en la nueva sala.
Por otra parte, la investigación es un punto vital de los museos y estas piezas ahora serán un gran instrumento para los arqueólogos, historiadores, geólogos, biólogos y artistas que quieren realizar diferentes trabajos.
Todos estos estudios de diferentes profesiones ayudan a generar conocimiento sobre cada objeto.
Ya los investigadores han visto los primeros frutos.
Por ejemplo, dentro de los fragmentos pudieron ver piezas que correspondían a un mismo metate y restaurarlo.
“Los estadounidenses, tal vez por desconocimiento de lo precolombino, no le encontraban razón, pero nosotros con solo verlo sabíamos que eran partes de un metate”, comentó la arqueóloga.
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