Este señor es de linaje francés tiene más de 100 años y necesita de aire para dejar oír su voz dulce y profunda. Él es una orquesta en sí mismo, pues tiene la capacidad de sonar como 10 instrumentos musicales a la vez.
Sin embargo, los años, la falta de mantenimiento y el comején han dejado al órgano tubular de la iglesia Nuestra Señora de La Soledad sucio y desafinado.
Kevin Alvarado, Alejandro Bonilla y José Antonio Mora son los tres restauradores que tienen en sus manos la recuperación de este tesoro musical e histórico.
Ellos desarmaron el órgano, pieza por pieza, y sus 560 tubos yacen ordenados en un aposento de la casa cural.
“Este órgano se había dejado de utilizar hace varias décadas debido a su deterioro y por eso hoy queremos que sea restaurado para escucharlo de nuevo al servicio de la liturgia y de la cultura”, explicó el cura párroco de La Soledad, Carlos Humberto Rojas.
La inversión para recuperar el centenario órgano oscila entre ¢15 y ¢20 millones, estimó Rojas.
Cuidadosa tarea. Un órgano tubular como el la iglesia de la Soledad es una especie de “ rey” de los instrumentos, pues está diseñado para reproducir sonidos de una gran variedad de ellos. “Está conformado por un conjunto de tubos llamados flautas que proporcionan un sonido particular dependiendo de cómo sean combinados entre ellos”, explicó Kevin Alvarado, quien a sus 21 años alterna sus estudios de arquitectura con labores de organista y técnico organero.
Este órgano cuenta con 560 tubos por lo que se considera pequeño, en comparación con otros como el de la Catedral Metropolitana que cuenta con 3.000. Esos tubos son alimentados con aire para su funcionamiento.
Según explicó Alvarado, las distintas combinaciones de los tubos conforman los registros que corresponden a un instrumento.
“En este caso se tienen 10 registros, cada uno de ellos compuesto por 56 tubos que reproducen las notas de completas de un instrumento ”, agregó el organero.
De este modo, el maestro puede extraer del órgano sonidos de violines, flautas armónica, trompetas armónicas, ocarinas, bajos y hasta una imitación de la voz humana.
Con paciencia franciscana Alvarado, Bonilla y Mora deben limpiar cada uno de los tubos que conforman el instrumento. Algunos son de madera y otros de metal.
“Los de metal están hechos de una aleación de plomo y estaño. Este órgano acumula más de 100 años de suciedad y hay que limpiar la costra de polvo y grasa en los tubos. Cada uno de ellos tiene un grosor específico para producir un sonido y la capa de suciedad interfiere en ese sonido”, explicó Mora.
Los tubos de madera presentan daños causados por el comején.
Este órgano es de la casa fabricante francesa Mutin Cavaillé-Coll y aunque se desconoce la fecha exacta de su llegada a Costa Rica, se estima que fue a inicios del siglo XX. “Se sabe que el instrumento fue importado exclusivamente para este templo, quizá alrededor de 1906”, destacó Bosco Ramírez, investigador aficionado de los órganos tubulares costarricenses.
Por su antigüedad, este órgano tiene un sistema de funcionamiento que es mecánico y, después de la restauración, el objetivo es haber rescatado ese mecanismo para retomar su uso permanente.