Cuando el Teatro Nacional se erigió en el año de 1897, su presencia fue tan imponente que el resto del casco central de la ciudad de San José comenzó a levantarse respetando su señorío y estilo neoclásico.
Poco a poco, las casitas de adobe y modestas edificaciones, dieron paso a estructuras que en comparación con el país en aquella época, eran de carácter ‘monumental’ y de una gran elaboración arquitectónica.
Bibliotecas, colegios, estaciones del ferrocarril y correos, son algunos de estos edificios que paulatinamente transformaron la imagen de la capital y otras ciudades costarricenses, durante las primeras décadas del siglo XX, con el fin de reflejar el progreso del país.
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) y la Editorial de la Universidad de Costa Rica, decidieron dedicar a 12 representantes de esta época la edición 2019 de su tradicional calendario, el cual cubre principalmente los años 1900-1920.
Las estructuras se ubican principalmente en la provincia de San José, pero también cuenta con ejemplares provenientes de Heredia y Cartago.
Gigantes del pasado
A partir de 1880 comenzaría la construcción de grandes templos educativos, en San José, entre los que destaca el Colegio Superior de Señoritas, el Liceo de Costa Rica y el Colegio Nuestra Señora de Sión.
El Liceo de Heredia, el antiguo Instituto de Alajuela y el Liceo San Luis Gonzaga en Cartago, son otros destacados ejemplos.
También entran a escena edificios para el ocio para la población, aquí destaca el Teatro Variedades. Se suman la construcción de parques, paseos, y estatuas en el centro de los principales cascos urbanos del país.
En el plano de las comunicaciones destacan las construcciones estaciones ferroviarias, ocupando un lugar fundamental la estación al Atlántico. Los bancos Nacional, Anglo y de Costa Rica son parte de este desarrollo junto con la construcción de grandes boticas, hoteles, hospitales, mercados y palacios municipales.
Paulatinamente, en los principales centros urbanos del Valle Central, la arquitectura colonial de adobe se fue sustituyendo por el bajareque, la piedra, el ladrillo e incluso el metal.
Mientras que en el centro de San José, también comenzaron a surgir edificios para almacenes que se convirtieron en importantes referentes para los habitantes de la capital, como la Mascota y la Dispensa, así como La Alhambra, Steinvorth, Knohr, estos tres aún se mantienen en pie.
Herencia liberal
El cambio que sufrió el escenario urbano costarricense, se dio en el marco de un intenso intercambio cultural, acompañado de un crecimiento de las poblaciones y, en el plano ideológico, de un fortalecimiento de la ideología liberal con sus lemas de progreso, orden y civilización.
Así comenzaron a surgir desde finales del siglo XIX e inicios del XX, edificios “monumentales” de índole público y privado, que también buscaban afianzar el poder político de las élites gobernantes, por medio del fomento del comercio y las actividades económicas, pero también de la salud, la educación y la cultura.
“Por todas las tendencias liberales, se creía que por medio de la educación, y fomentando el pensamiento y las ideas artísticas, un país iba a adquirir desarrollo”, explicó Guillermo Barzuna, investigador y editor del almanaque.
Francia se convirtió en el principal referente de la clase intelectual de aquella época, de ahí la apropiación del estilo neoclásico como el dominante en las construcciones.
“El neoclásico es un estilo que define sus rasgos constitutivos con base en los cánones de la arquitectura grecorromana que se revive en los finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Estilo poseedor de una cierta monumentalidad en el cual predominan detalles constructivos como capiteles, columnas, uso del concreto y del metal", detalla el calendario.
Historia desaparecida
El calendario también dedica un espacio para otras edificaciones “de gran dignidad constructiva”, que dejaron de existir: Palacio Nacional, Imprenta Nacional, Universidad de Santo Tomas, El Banco de Costa Rica, Biblioteca Nacional; además de edificios de carácter privado como La Librería Española, Almacén Robert, Agencia R. Smith & Cía. y la Botica Nueva.
Su recuerdo persiste en los registros fotográficos, como los que se incluyen en el calendario.
El almanaque se puede adquirir a un precio de ¢7.000 en la librería de la Universidad de Costa Rica (UCR), ubicada al costado sur del edificio Saprissa, en San Pedro de Montes de Oca.