En la primera exposición de arte abstracto que realizó en Costa Rica el premio Magón 2008, Rafael Ángel Felo García, escuchó decir a una de las asistentes a la muestra: “Yo siempre he tenido pesadillas, pero es la primera vez que veo una colgada en la pared”.
La misma desilusión que sintió en aquel momento la experimenta hoy, más de medio siglo después, al enterarse de que un mural que elaboró en la fachada del edificio Crisol, en San José, en 1963, fue borrado tras una remodelación reciente.
“Yo creí que iba dejando huella, pero cuando vuelvo a ver para atrás, veo que en muchas partes la han borrado sin ningún miramiento ni misericordia. Es triste ver cómo borran la huella que uno cree que dejó”, le expresó a su hija, Anabelle García, el prolífico artista y arquitecto en una conversación que tuvieron la tarde de este sábado 3 de marzo, a propósito del desaparecido mural.
Ella compartió con La Nación las principales impresiones del diálogo con su progenitor.
Según dijo la también arquitecta, al preguntarle a su padre cómo se sentía con lo ocurrido –sobre todo porque, al modificar el diseño externo del edificio, es imposible recuperar la obra–, respondió con una frase acuñada por él en el pasado: “En Costa Rica el arte es totalmente dispensable”.
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Para el artista, la falta de sensibilidad cultural es un vacío que el país no ha logrado superar, por más que pasen las décadas.
“Para él, lo que hay es una carencia de cultura. Por mucho que creamos que hemos avanzado en ese aspecto, no es así, y se refleja no solo con lo que pasó con el mural, sino en todo nivel, en diferentes campos y épocas”, expresó Anabelle García.
Otra de las apreciaciones de don Felo es la falta de identidad del país, especialmente de la ciudad de San José.
“Es otro punto que él toca, que siempre hemos sido una ciudad sin identidad. Es una indiferencia heredada de generación en generación. En el caso de las municipalidades, por ejemplo, de personeros a personeros, donde a nadie ya le importa nada. Es este famoso cuento de los ticos de que ninguna desgracia dura más de tres días”, prosiguió la hija de García.
Un revolucionario
Como buen artista, acostumbrado a lidiar con la incomprensión social y a cargar con los estereotipos de quienes no ven valor en su obra, don Felo no mira con asombro el episodio del mural.
“En su carrera artística y profesional, papá ha llevado tanta posición necia que cuando vio lo que habían hecho con el mural, lo que le dio fue eso: tristeza… Él ha visto cómo se han borrado edificaciones y cambiado fachadas que él mismo hizo. Para él, se ha vuelto una cuestión cotidiana que las obras que están expuestas se vuelven de orden público y, de un momento a otro, se eliminen de la faz urbana y se pierdan”, prosiguió García.
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Asimismo, enfatizó, se trata de un profesional que ha abierto camino desde todos los ámbitos.
“Abrió trecho en un medio donde todo lo que él aportaba en ese entonces contravenía con lo establecido artísticamente. Es arquitecto urbano graduado en Inglaterra en los años 50, entonces venía con una concepción riquísima, pero también muy distinta de lo que eran el arte y el urbanismo, y por eso fue un hombre totalmente incomprendido. Entonces, se llevó mucho golpe, a nivel institucional, del público, en todo terreno”, aseveró.
El eterno artista
A sus casi 90 años –los cumple en julio– don Felo sigue activo y en perfecto estado cognitivo, aseguró su hija.
De hecho, continúa pintando y trabajando en algunos proyectos privados, pero en pequeña escala.
Es padre de cinco hijos (Anabelle, Rafael Alberto, María Gabriela, Marco Antonio y Laura) y tiene trece nietos y siete bisnietos.
Sigue viviendo con su esposa, María Eugenia Sáenz, en barrio Escalante.
Es un personaje emblemático en la cultura nacional. Fue uno de los integrantes del Grupo 8, que marca un hito en la historia del arte costarricense; fue jugador profesional de fútbol y fundador y primer director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica, así como la primera cabeza de la naciente Dirección de Artes y Letras, la cual luego se transformó en el Ministerio de Cultura.
Trago amargo
La noticia de la desaparición del mural del edificio Crisol, ubicado frente a la antigua Casa del Tornillo, en el centro de San José, trascendió la semana pasada, pese a que la remodelación del edificio se llevó a cabo desde el año pasado.
El hecho indignó a miembros del sector, como el arquitecto Luis Alberto Monge, quien hizo la denuncia en su perfil de Facebook.
A él se sumaron el arquitecto especialista en San José, Andrés Fernández, y Ofelia Sanou, presidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés).
El inmueble fue comprado por un empresario colombiano quien, según confirmó a La Nación un allegado a él, desconocía el valor artístico del mural antes de realizar la intervención arquitectónica.