A simple vista, el órgano tubular Opus 3589 –ubicado en la basílica de la Virgen de los Ángeles, en Cartago– conserva el señorío, entusiasmo y solemnidad con los que emitió sus primeros rugidos hace 59 años.
Este instrumento fue construido en 1956 por la fábrica alemana E. F. Walcker y, un año más tarde, llegó a Costa Rica. Fue traído en barco.
En sus seis décadas de acompañar en las misas a los fieles a la Negrita, este gran órgano también ha estado expuesto a factores como el desgaste normal de sus componentes, así como al polvo, la contaminación, los sismos y, sobre todo, a su peor enemigo: la humedad.
Todo eso, sumado a un escaso e inadecuado mantenimiento, le han robado al instrumento el 80% de su potencia sonora.
Así, aunque por fuera se ve regio, por dentro lo ataca un mal que, cada día un poco más, le va apagando su voz.
Tradición familiar. Gerhard Walcker-Mayer pertenece a la sétima generación de la casa fabricante de órganos Walcker. El viajó hasta Costa Rica desde Ludwigsburg, Alemania, con el fin de evaluar el estado de conservación del Opus 3589, construido por su padre.
Aunque entre 1881 y 1958 se instalaron en el país 14 órganos de esa misma marca, solo sobreviven nueve.
El de la basílica está compuesto por unos 2.000 tubos, 31 registros (sonidos correspondientes a un instrumento) y tres manuales (teclados).
Para Walcker, este es el órgano más importante que actualmente existe en el país.
“Es un instrumento muy interesante porque sus características permiten interpretar música compuesta durante dos periodos culturales muy importantes: el Barroco y el Romántico tardío. Entonces, se puede interpretar un amplio rango de autores desde Bach hasta Mendelssohn y Lizst”, declaró Walcker.
Daños anunciados. El organero ya había realizado una primera revisión de este instrumento en el año 2007. En ese momento halló daños causados, no solo por el agua de lluvia que se filtraba por el techo, sino también por la humedad permanente que caracteriza a la provincia de Cartago.
Walcker lamentó encontrarse con un deterioro aún mayor desde su última visita.
“La humedad ha destruido la madera, el sistema de membranas y el sistema de válvulas que permite el paso del aire hacia los tubos”, declaró Walcker.
En un informe preliminar, el investigador y restaurador costarricense Bosco Ramírez ya había avisado a Walcker de los principales daños.
Ramírez aseguró que las piezas de madera invadidas por la humedad, podrían pueden llegar a hincharse y afectar todo el funcionamiento del instrumento.
Tanto Walcker como Ramírez notaron los daños en varias piezas llamadas magnetos, que cumplen un papel fundamental para hacer sonar el órgano.
“Cuando el organista acciona una tecla en la consola, activa el magneto y éste sube un dispositivo que abrirá el aire a la membrana y ella, a su vez, accionará el aire que necesitan los tubos para sonar”, explicó Ramírez.
El sistema eléctrico que usa el órgano para accionar el teclado y sus registros también se ha visto afectado por la humedad.
Después de la inspección, Walcker notó que la estructura de madera que sostiene los tubos de mayor tamaño muestra una inclinación y teme que, con el paso del tiempo, pueda ceder y hasta provocar un accidente.
Datos de reparación. Luego de recopilar la información en Costa Rica, Walcker regresará a Alemania, donde escribirá un informe final, en el que calculará el monto necesario para la restauración del órgano.
Por el momento no adelantó eventuales costos, pero recordó que, durante su primera visita, la cifra ascendía a 50.000 euros (unos ¢30 millones). “Es muy posible que ahora sea mucho más”, advirtió. ¿Y quién lo va a pagar?
El administrador de la basílica, Manuel Vega, reconoció que en la actualidad, la Iglesia no cuenta con los fondos necesarios para la restauración y adelantó que se estaría a la espera de algún patrocinio público o privado.
Los especialistas quieren evitar que corra la misma suerte de otros órganos que ingresaron a Costa Rica, como el Opus 3364 de San Marcos de Tarrazú, que está desarmado y guardado en una habitación de la parroquia.