La Navidad es una fiesta y en toda fiesta hay comida. Los tamales, el rompope, los panes caseros y otros platillos típicos que, por lo general, son degustados en los hogares costarricenses durante esta época, son reflejo de la mezcla de culturas que ha experimentado el país.
Por eso, además de deleitar su paladar, recuerde que muchos de los bocados que podría consumir durante estos días festivos y durante los rezos de enero, concentran siglos de historia e incluso se remontan a la época precolombina. Es decir, además de su valor sentimental, poseen valor cultural.
“La comida alimenta el cuerpo, pero también va más allá. Podría haber alimentos con bajo valor nutricional, pero con alto valor espiritual, emotivo o afectivo”, opinó el nutricionista y antropólogo Romano González
Olla cultural. Varios expertos consultados por La Nación coinciden en que el tamal es el rey de las comilonas navideñas ticas.
Y no solo en Costa Rica, sino en varios países de Latinoamérica como México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Colombia y Perú. La razón es que su origen se remonta a las culturas precolombinas americanas. El maíz, producto esencial en la dieta de los indígenas americanos, es el ingrediente principal del tamal.
“El misionero franciscano fray Bernardino de Sahagún, por ejemplo, dejó constancia en sus escritos de la enorme variedad de tamales que se vendía en los mercados aztecas”, destacó la investigadora y crítica gastronómica Marjorie Ross, en su libro Entre el comal y la olla.
“Como parte de su alimentación cotidiana, los aztecas comían lo que se conoce como ‘tamal mudo’; es decir, sin relleno. Para el cierre del ciclo, una época definida en su calendario solar y que coincide con la celebración de nuestra Navidad, ellos realizaban una ceremonia dedicada al dios Sol y, como ofrenda, presentaban tamales con relleno”, destacó Patricia Sedó, nutricionista de la Universidad de Costa Rica (UCR). Ese relleno era con chiles, tomates, semillas molidas y carne de aves silvestres, como faisanes y codornices.
El libro de Ross también especifica que los chorotegas en Costa Rica aliñaban sus tamales con semillas de ayote trituradas y carne de chompipe, venado, tepezcuintle e iguana.
El ingrediente “estrella” de los tamales modernos, el cerdo (o el chancho, como le decimos los ticos) fue traído por los colonizadores españoles, al igual que el arroz y los garbanzos.
Dulce tentación. Una mezcla de leche, huevos, azúcar y licor es la bebida que endulza y alegra las fiestas de Navidad: el rompope.
“Esta bebida empieza a elaborarse en la época de la Colonia en las haciendas españolas. Tiene fuertes raíces en Cartago, debido al papel que tuvo esa provincia en el periodo colonial. Luego, los cartagineses que migraron a otras provincias del Valle Central llevaron esa tradición consigo”, explicó Sedó.
La nutricionista señaló que esta bebida era parte de la llamada “visita a portales”.
“Las personas visitaban las casas en las tardes o noches de diciembre y llevaban botellas de rompope como regalo o los anfitriones ofrecían la bebida a los comensales”, agregó. En esas veladas también se repartían panes dulces artesanales que se fabricaban en hornos de barro, colocados en las casas.
“Antes, en Navidad, era común ver en las mesas costarricenses postres como arroz con leche, miel de ayote, conservas, cajetas y toronja cristalizada”, dijo Sedó, al aclarar que estos alimentos tienen herencia española.
En San Ramón de Alajuela todavía hoy se preparan melcochas con la miel de la caña para la fiesta de la Purísima Concepción de María, el 7 de diciembre.
Con el maíz también se comenzó a elaborar panadería, como el bizcocho y el tamal asado, principalmente en el Valle Central. En Guanacaste están las rosquillas.
Es importante aclarar que estas tradiciones tienen sus variantes geográficas.