A partir del próximo 1.° de octubre la avenida central perderá a uno de sus inquilinos más antiguos, la Librería Lehmann. El negocio familiar abandonará en esa fecha el emblemático edificio que fue su hogar desde 1916.
La decisión puede parecer drástica para la mayoría de ticos que guardan recuerdos de las visitas que realizaban a este negocio para hacer sus compras, pero lo cierto es que está precedida por una larga serie de desavenencias entre la familia y las diferentes juntas directivas al frente del Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa, entidad dueña del inmueble.
Lo anterior no quiere decir que la compañía dejará de ser un punto de referencia en el escenario josefino, como ha sido el caso desde que fue fundada hace 123 años. Sus clientes actuales y futuros podrán seguir recorriendo sus anaqueles, en búsqueda del producto de su preferencia, pero esta vez ingresando por calle 3, al costado oeste del edificio Omni.
En ese punto se ubica el edificio adjunto de seis pisos que desde hace muchos años complementaba la estructura centenaria. El traslado del mobiliario y el acondicionamiento de la construcción ya está en proceso, pronto seguirá el traslado de la mercadería.
Una serie de rotulaciones colocadas el martes en las puertas y ventanas de la fachada original, avisan a los transeúntes del cambio: “En este edificio se hizo historia. En este continuaremos escribiéndola”, se puede leer en uno de los mensajes, que también cuenta con fotografías de ambas construcciones.
“Es difícil pensar en deshacerse de algo así, porque es un cariño que se le tiene muy grande a este edificio”, expresó Antonio Lehmann Gutiérrez, gerente de la empresa.
La noticia de que la empresa dejaría su emblemático edificio, fue dada a conocer primero por la Revista Somos CR, en su edición del mes de agosto.
Punto de inflexión
El final de la relación contractual entre los Lehmann y la junta directiva del Hogar de Ancianos, se venía gestando desde años atrás, en gran medida por la molestia de la empresa con respecto a los incrementos en las tarifas de los alquileres, que a criterio del titular de la compañía, han crecido de manera exponencial.
“Situaciones que se han madurado por muchos años y que lejos de mejorar van empeorando”, dijo en relación con el vínculo que han mantenido ambos actores.
Pero la ‘gota que derramó el vaso’ y que motivó finalmente la decisión de los Lehmann, tiene un origen más cercano, ya que se remontaría a finales de 2017.
El gerente de la empresa contó a La Nación que producto de los desechos acumulados de las palomas y las lluvias, se bloquearon los bajantes del edificio, provocando que parte del techo de la estructura se inundara y cediera ante el peso.
Este incidente habría dejado pérdidas millonarias en las finanzas, no solo por la destrucción de parte del inventario, sino que también porque lo invertido para corregir los daños, y así evitar nuevas afectaciones, no fue retribuido por la junta directiva del Hogar de Ancianos, según Lehmann.
“Prefiero quitarme un cáncer a que me quiten la vida, entonces usted tiene que llegar a soluciones muy difíciles”, señaló el gerente, sobre la carga económica que con los años ha representado alquilar el edificio que una vez perteneció a su familia.
Versiones encontradas
La presidenta y representante legal de la Asociación encargada del Hogar de Ancianos Carlos María Ulloa, Lisbeth Quesada, confirmó que una junta directiva anterior tomó la decisión de no resarcir a la empresa.
"La ley dice que para hacer esa cantidad de arreglos que ellos hicieron por su cuenta, tenían que pedir permiso y sobre todo que es edificio declarado patrimonio nacional, y ellos no pidieron permiso.
“¿Cuál es el sentido de pedir permiso? de que el dueño del inmueble esté de acuerdo con los arreglos que se están haciendo y poder diferir ese pago, verdad, poder decir: ‘lo vamos a hacer así, en estos montos y se va a rebajar esa cantidad de dinero en tanto tiempo’", manifestó.
La administración del Hogar también denunció que la empresa mantiene con ellos una deuda de más de ¢30 millones, correspondientes a seis meses de renta.
“Lastimosamente, nosotros al ser una institución tan grande, dependemos de esos recursos para poder ayudarnos a pagar la atención de los adultos mayores, son 220 adultos mayores que atendemos de diferentes tipo de estancia”, expresó por su parte Sonia Valerín, administradora del Hogar.
De acuerdo con la funcionaria, la estancia de un adulto mayor ronda los ¢677 mil, por lo que no contar con los fondos por el alquiler del edificio los tiene con “situaciones monetarias afectadas”, para atender la manutención, las diversas patologías y terapias que necesita esta población.
El gerente de la Lehmann reconoció que existe la deuda, pero justificó la existencia de la misma, en la necesidad de contar con capital para apoyar el “proyecto de reingeniería” del edificio al cual se hará el traslado parcial. “Nosotros no podemos abandonar uno sin preparar el otro”.
“En nuestros 123 años de historia hemos cumplido con todas nuestras obligaciones, y esta vez no será la excepción, con la salida de Lehmann del edificio del Carlos Maria Ulloa se cancelará cualquier deuda pendiente”, garantizó.
Costo de oportunidad
El empresario reconoce que abandonar el edificio representa un costo de oportunidad importante, pero fue claro en señalar que no está dispuesto a “descapitalizar total y absolutamente la empresa por mantenerme aquí”.
En su opinión, el edificio si bien es de gran atractivo, también cuenta con ciertas limitaciones que podrían retrasar la mudanza de un nuevo inquilino. Por ejemplo, el agua y la electricidad ingresan por la estructura adjunta, no por la avenida central.
“Este edificio dentro de 30 días estará oscuro y no va a tener protección. Ellos (la administración del Hogar) van a tener que meter seguridad, pero no van a tener ni siquiera electricidad”, advirtió.
También destacó las limitaciones que conlleva habitar un edificio patrimonial.
Por su ubicación, “miles de personas van a querer estar metidos en la avenida central, (pero) no miles de compañías van a estar dispuestas a meter ese capital y someterse a una restricción del patrimonio. Más todavía, la oficina de Patrimonio está a siete metros al frente de Librería Lehmann, entonces, cada vez que suene un martillo la gente de Patrimonio se va a dar cuenta", dijo.
Según sus cálculos, en términos comerciales, la estructura no estaría lista para la temporada navideña, a lo mucho para marzo-abril, que asegura es una temporada floja.
Valerín por su parte expresó que ya iniciaron las gestiones para pedir el agua y luz. Asimismo, se estaría buscando una empresa que les pueda asesorar sobre lo qué se requiere. Sin embargo, dijo que la persona que venga “tendrá que hacerse cargo de toda la remodelación porque el local no cuenta con recursos para eso”.
Por otro lado, Quesada dijo que varias personas ya les han manifestado interés en alquilar el edificio.
Cicatrices de guerra
El histórico edificio fue construido por la familia Lehmann en las primeras décadas del siglo XX y solo ha tenido como ocupante a la famosa librería. Mas les dejó de pertenecer como resultado de la Segunda Guerra Mundial.
Las repercusiones del conflicto llegaron a sentirse incluso en Costa Rica, pues se dieron violaciones a las garantías individuales y sociales de las personas de ascendencia alemana, italiana y japonesa.
“El gobierno costarricense dictó reglamentaciones para impedir que estos ciudadanos tuvieran acceso directo a sus bienes, como establecimientos comerciales, cuentas bancarias, fincas y plantas agroindustriales, entre otros; lo que se materializó en deportaciones, confiscamiento y expropiación de bienes”, indica el decreto ejecutivo que en el 2016 declaró la estructura como parte del patrimonio histórico-arquitectónico del país.
“(...) el edificio original de esta edificación, es testigo vivo de ese sombrío período de la historia nacional, donde sus propietarios originales -de ascendencia alemana-, fueron expulsados de nuestro país desde octubre de 1942 hasta julio de 1946, a un campo de concentración en Estados Unidos, viéndose obligados a pasar el edificio a manos de un tercero, perdiendo posteriormente, la titularidad de la propiedad; pasando de ser propietarios reales a arrendatarios de la edificación", agrega.
Mientras se daba esta situación, los Lehmann traspasaron la empresa al sacerdote Enrique Kern en 1933, para su resguardo. Sin embargo, tiempo después el religioso también fue sacado de Costa Rica por su origen alemán.
Él a su vez traspasó el edificio a nombre de una señora llamada María Ramírez, quien consideraba su mano derecha, de acuerdo con el gerente de la famosa librería.
Al finalizar la guerra y con el regreso del sacerdote al país, la mujer le devolvió la empresa. “Todo muy bien hasta ahí, no hay problema con todo ese procedimiento", indicó Lehmann.
Paralelamente, también se dio una disputa por la titularidad de las acciones de la compañía, que fueron traspasadas al doctor de la familia, Antonio Peña Chavarría, quien obligó al fundador de la librería, Antonio Lehmann Merz, a pagar por estas.
“El edificio no se le quería devolver a la familia, hasta que no se arreglara lo de las acciones”, señaló.
En el ínterin, se produjo la muerte del sacerdote Kern, pero antes de que esto ocurriera, él devolvió la titularidad del edificio a María Ramírez.
"Entre lo que se logra sacar un préstamo para pagar las acciones al doctor, la señora hace el traspaso del edificio al Hogar de Ancianos en 1951″, el empresario dijo que Ramírez actuó de esta forma como parte de una tradición que se tenía en la época de hacer donativos a causas de bien social, con el fin de "ganarse el cielo”.
Lehmann asegura que fue hasta 1979 cuando se enteraron de que Ramírez había hecho este donativo, cuando aparece el primer contrato del Hogar de Ancianos, dando inicio a una tumultuosa relación entre ambas partes.