Paredes levantadas desde la colonia, o cerca de nuestra independencia, sobreviven en cada uno de los cuatro templos en uso más antiguos del país, que resisten el paso del tiempo y el golpe de terremotos, para resguardar la historia de Costa Rica.
Se trata de las iglesias de Orosi, en Paraíso; Quircot, en el cantón central de Cartago; la Inmaculada Concepción, en la parroquia de Heredia; y San Blas, en Nicoya.
En Orosi, antes de la edificación actual, existió una pequeña ermita de paja construida por misioneros franciscanos en 1743. Fue hasta 1766 que acabó la construcción del templo actual, en adobe y caña brava.
A unos 20 kilómetros al noroeste, yace la iglesia de la Purísima Concepción, en Quircot. Esta localidad fue una de las primeras reducciones indígenas del siglo XVI, asentamientos creados por los españoles para facilitar la cristianización de la población nativa.
Sobre este templo de adobe y techo de teja no hay datos claros del año de su construcción. Algunos la fijan en la segunda mitad del siglo XIX, aunque hay registros históricos que debaten esa tesis.
En 1911, la estructura perdió su torre lateral, y en 1976 se trató de volver a su diseño original.
Por su parte, en 1815, en Heredia, se inauguraron las paredes de piedra del templo de la Parroquia Inmaculada Concepción.
Su fachada principal y la torre norte sufrieron daños severos en un terremoto en 1851. Eso obligó a su reconstrucción y posterior ampliación de su capacidad.
Los desastres también afectaron con frecuencia la iglesia de San Blas de Nicoya, Guanacaste. En ese sitio se erigió originalmente un templo rudimentario entre 1522 y 1544, pero un incendio a mediados del siglo XVII afectó la iglesia de madera y techo de paja.
Otro incendio, y repetidos sismos, incluido el de Sámara del 2012, siguieron estropeando sus paredes.
Su remodelación más reciente la efectuó el Centro de Patrimonio Cultural, que reabrió la edificación el 24 de julio del 2019.