Transportó las ideas liberales y el autoritarismo de quien fuera el primer militar en sentarse en la silla presidencial de Costa Rica. El carruaje de Tomás Guardia recobró su garbo gracias a una restauración y ahora espera sorprender a público en el Museo Nacional.
Pese a que no resultaba apta para las calles de lastre del siglo XIX, la estructura fue importada de París para uso oficial del mandatario, quien gobernó durante dos períodos (de 1870 a 1876, y como presidente de facto, de 1877 hasta su muerte, en 1882).
Casi consumido por el comején y tras dos siglos de desgaste, el histórico vehículo fue rescatado por el Museo Nacional.
Hoy, es el principal protagonista de la exposición Caminos, carruajes, carros, que abrió sus puertas en los salones de las Casas de los Comandantes de dicho recinto cultural este jueves 4 de mayo, y permanecerá abierta a los visitantes hasta finales del 2017.
Se trata de un carruaje tipo landó; o sea, pequeño, para viajes cortos en la ciudad. Fue el primero de su clase en ingresar al país.
Mide seis metros de largo y dos de alto, y presume de una línea de diseño característica de la época liberal, con lujosos acabados y la impresión del escudo de armas en algunas de sus partes.
Fue entregado al Museo Nacional en 1950, donde se exhibió por un tiempo y luego se prestó al Parque de Diversiones.
Desde el 2002, el vehículo permaneció en las bodegas del ente cultural, hasta que se le dio una nueva vida para sumarlo a la exposición, la cual conmemora el 130 aniversario del museo.
Un rescate de cuidado
“Es el objeto más complejo que el museo ha tenido que restaurar en sus 130 años de existencia”, aseguró Gabriela Villalobos, historiadora y curadora de esta institución.
No es para menos. Su restauración y reconstrucción tardó cinco meses.
Aunque la armazón conserva muchas de las piezas originales, otras tuvieron que repararse y hasta hacerse nuevas.
Por ejemplo, las maderas nórdicas con las que se construyó estaban muy deterioradas, por lo que fue necesario cambiarlas por otras tipo pino, que son más resistentes al clima tropical costarricense.
En el caso de las sedas con las que estaba forrada su parte interna, se conservaron las partes de estas que estaban buenas y se retocaron las áreas desgastadas.
Eso sí, el remozamiento respetó su imponente diseño original, aseguró Alfredo Duncan, conservador y restaurador de obras de arte a quien se le encomendó la ambiciosa labor.
“Cuando empezamos a quitarle la madera que estaba carcomida por la polilla, era una pila de escombros que parecía que iba ir a parar a la basura. ¡Y ya ve en lo que resultó!”, contó el artista.
Con Duncan trabajaron cuatro personas más, a tiempo completo. Entre ellos, Alonso Silva, también restaurador de esculturas, quien se hizo cargo de los detalles de ebanistería.
“Tuvo que ayudarnos un experto en metales, que no sé cómo hizo para soltar todas las piezas. Fue un trabajo exhaustivo”, explicó Silva.
Según expresaron los restauradores, una de las características más impresionantes de la estructura, que era toda una novedad en aquel entonces, es el sistema de suspensión que presenta, el cual hacía más confortables los viajes.
En contexto
Aunque el carruaje es el protagonista de la muestra Caminos, carruajes, carros, esta exhibición espera a los visitantes con más atractivos.
De hecho, su concepto central es la historia de los medios de transporte en Costa Rica.
Por eso, una exposición de 35 fotografías documenta la incursión de dichos avances desde el siglo XVI, cuando los campesinos empleaban hombres cargadores y mulas para transportar sus mercancías, hasta la aparición del primer automóvil, en 1902.
También destacan objetos relacionados con el tema. Por ejemplo, un billete alusivo a Tomás Guardia y varios platos de porcelana propiedad de la segunda esposa del exmandatario, Emilia Solórzano.
Ella fue la primera mujer declarada benemérita de la patria, debido a su influencia en la decisión de Guardia de abolir la pena de muerte en la Constitución Política de 1871.
Los interesados pueden apreciar tanto la exhibición como el carruaje en el horario normal del museo, de martes a sábado, de 8:30 a. m. a 4:30 p. m., y domingo, de 9 a. m. a 4:30 p. m.
La entrada tiene un costo de ¢2.000 para turistas nacionales y de $9 (unos ¢5.000) para extranjeros. Los nacionales menores de 12 años, estudiantes identificados y adultos mayores entran gratis. Los domingos, el ingreso es gratuito para nacionales con identificación.