“Traten de conservar todo esto hasta el último momento”, fueron las palabras que Uriel Alfaro, recuerda haber escuchado decir a su padre, Eloy Alfaro Corrales, fundador del taller de carretas del mismo nombre, en Sarchí de Valverde Vega, Alajuela.
Semanas antes de morir, don Eloy había manifestado su deseo de perpetuar aquella fábrica tradicional que él mismo puso a rodar en 1923 y de la cual han salido cientos de coloridas carretas.
El sueño de este emprendedor sarchiseño se hizo realidad en manos de sus hijos, pero también con el respaldo del Estado costarricense. El edificio que alberga el taller Eloy Alfaro fue declarado patrimonio histórico arquitectónico de Costa Rica, según lo establece el decreto ejecutivo N.º 38393-C, publicado en el diario oficial La Gaceta, del 15 de mayo del 2014.
Es la segunda vez que el legado de don Eloy recibe un reconocimiento nacional pues en agosto del 2013 había sido declarado patrimonio industrial de Costa Rica.
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Raíces ticas. El decreto subraya la relación de este taller con tres hechos relevantes para la cultura costarricense: la declaratoria de Sarchí como “cuna de la artesanía nacional” (10 de noviembre de 1983); la declaratoria de la carreta costarricense como “símbolo nacional del trabajo” (11 de junio de 1989), y la declaratoria de la carreta y el boyeo costarricenses como “obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad”, así reconocido por la Unesco (abril de 2005).
También se reconoce el aporte en cuanto a la fabricación de carretas por medio de técnicas artesanales. “Este taller es un testimonio excepcional del desarrollo industrial en la zona de Sarchí, que conserva con integridad y autenticidad su función y operación hasta esta fecha”, dice el decreto.
El documento destaca la rueda hidráulica que gira sin cesar para mover el agua que genera la energía necesaria para poner a funcionar todas las máquinas.
“Cuando mi papá decidió montar este taller, hace 90 años, en estas zonas rurales no había electricidad. Él construyó una rueda de madera, porque era muy difícil conseguir soldadura y otras cosas que se necesitaban para colocar una rueda de metal”, contó Uriel Alfaro, quien a sus 74 años es el menor de los ocho hermanos Alfaro Castro y el sobreviviente en el taller.
Su hermano Fernando –quien también trabajó ahí toda su vida– falleció en febrero pasado, a los 84 años. “En 1934, mi papá por fin instaló una rueda hidráulica de hierro, y en 1965 se cambió por otra que es la que se utiliza hasta hoy”, dijo.
Uriel Alfaro celebró este reconocimiento como un triunfo del esfuerzo y trabajo de toda una vida.