Uno de los edificios más representativos de la Vieja Metrópoli, el Club Social de Cartago, resguardó con verjas su vestíbulo, para evitar que este espacio siga siendo tomado por los indigentes.
Epicentro de las más renombradas actividades de ocio de la ciudad y punto de encuentro de ciudadanos que se reunían ahí para debatir sobre temas de actualidad, la estructura fue inaugurada en 1923 y declarada patrimonio histórico y arquitectónico de Costa Rica en el 2000.
Sin embargo, por su ubicación, inmediata a la acera de la avenida Central cartaginesa, indigentes utilizaban de dormitorio y hasta de vivienda las emblemáticas bancas de cemento ubicadas en su fachada.
Por lo tanto, la junta directiva de este centro de reuniones decidió cercar esa zona con verjas, trabajos que tuvieron un costo de ¢1.700.000.
El monto lo donó la Asociación Cultural Prorreestructuración de las Ruinas de Cartago, la cual contaba con fondos de la última intervención hecha por el Ministerio de Cultura en las mencionadas ruinas, con una partida de ¢400 millones.
“El dinero era un remanente que nos había quedado de la campaña para reestructurar las Ruinas, trabajo que llevamos en conjunto con el Ministerio. Como el Club Social también es patrimonio, acordamos hacer esa donación”, explicó Eduardo Castillo, quien en aquel entonces fue secretario de la asociación administradora de los recursos.
La colocación de las verjas es parte de un refrescamiento por el que pasa el inmueble, que también será pintado y remodelado bajo la supervisión del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC), del Ministerio de Cultura.
Icónica estructura
El emblemático Club Social de Cartago fue inaugurado, aún sin terminar, el 1° de junio de 1923, tras una inversión de casi ¢80.000, según consta en el libro Señales en el cielo… El terremoto de 1910 y la transformación de la arquitectura de la ciudad de Cartago.
Tres años más tarde, en junio de 1926, se terminó su construcción y se dotó de un suntuoso mobiliario. Todo por un costo total de ¢125.000, según dicha publicación, de la autoría de Carlos Luis Fallas Pastor y Sonia Lucrecia Gómez Vargas.
La obra fue diseñada por José Francisco Salazar y su edificación fue dirigida por Carlos Arias. Se trata de una estructura de bahareque con alambradas y relleno de mezcla y escombros.
“El edificio es símbolo claro de quienes lo erigieron, pues el estilo neoclásico en el que se proyectó fue el lenguaje de los grupos poderosos del país, que lo utilizaron para ostentar su condición socioeconómica, su abolengo y su poder político para diferenciarse de otros sectores sociales”, reza la publicación.
La Escuela de Párvulos
El sitio donde ahora se erige el Club Social de Cartago estuvo ocupado por otra edificación a finales del siglo XIX: la Escuela de Párvulos (niños en edad de kinder), institución donde cursó sus primeros estudios el tenor costarricense Manuel “Melico” Salazar.
Ese fue un edificio de dos plantas, de ladrillo y piedra labrada, el cual presumía de una influencia neoclásica, muy de moda en aquella época.
No obstante, el histórico Terremoto de Santa Mónica, en 1910, lo destruyó.
Ya para entonces –cuenta el libro– “un grupo de ilustres ciudadanos cartagineses solían reunirse para conversar sobre realidad nacional y local, así como para realizar actividades de ocio”.
Después del sismo, la agrupación perdió notoriedad, pero en 1915 se reorganizó y sus miembros decidieron construir una sede.
En 1922, tras una asamblea, decidieron comprar para ese fin el terreno donde se había levantado la Escuela de Párvulos, y fue en 1923 cuando el sueño se hizo realidad.
Desde entonces y hasta hace poco, ese centro de reunión, y particularmente su fachada, fue testigo de extendidas tertulias de vecinos, quienes se apostaban ahí a conversar sobre realidad nacional.
El grupo que recientemente se congregaba en las afueras del edificio, se hacía llamar La Sala Cuarta. Estaba integrada por conocidos cartagineses; uno de ellos, José Rafael ‘El Negro’ Sancho (q.d.D.g.).