La orden que recibieron los periodistas de La Nación para la mudanza del 23 de setiembre de 1978 fue clara: cada uno debía trasladar su máquina de escribir, junto a sus haberes personales, desde el centro de San José hasta Llorente de Tibás.
Había llegado el día de estrenar un edificio recién construido "en las afueras de la ciudad", y la mudanza implicó un cierre tempranero de edición aquel sábado –disculpas incluidas a los lectores– para dedicarse por la tarde a labores de acomodo en la nueva casa.
Quien narra los detalles de ese traslado es el editor de la sección "El Mundo", Víctor Hugo Murillo Solano, quien en enero próximo cumplirá 39 años de desempeñarse como periodista en La Nación.
¢2.000 al mes. Murillo tenía 18 años cuando, llamado por Eduardo Ulibarri, exdirector de La Nación y entonces editor de Internacionales, empezó a trabajar medio tiempo en el periódico. Le pagaban un salario ¢2.000 mensuales.
"Corría enero de 1978 y La Nación estaba estaba donde hoy se encuentra el edificio Omni, en el centro de San José. Allí funcionaba también el taller de plomo, donde se imprimía el cuerpo A, y en el segundo piso, la rotativa de offset, que imprimía los suplementos.
"En el tercer piso estaba la Redacción, que era una especie de caos organizado. Los periodistas trabajaban apretujados, en medio de un mundo de papeles, llenando cuartillas en máquinas de escribir, la mayoría de marca Olympia", recuerda.
Quizá por eso, recuerda con tal nitidez el cambio a la sede de Tibás. "Cuando nos pasamos, el lugar (Llorente) era desolado; no había ni una pulpería cerca. Y el edificio nos parecía enorme", narra Murillo, quien, a lo largo de casi cuatro décadas, ha sido testigo de las innumerables tecnologías usadas en La Nación para rastrear las noticias del mundo, recibir las fotografías del extranjero, levantar los textos o "formar" las páginas, como se llamaba, antes de la era digital, al proceso de armado manual.
Mucho tiempo ha pasado desde los días en que a Víctor Hugo sencillamente no le cabía en la cabeza que un diario pudiera hacerse sin necesidad de que mediara el papel.
Hoy, con gran soltura, trabaja en simultáneo para el subsitio de Mundo en nacion.com y para la versión impresa del diario, y está convencido de las mil y un bondades de la tecnología.