Cuando cursaba cuarto año del cole, Antonio Álvarez Desanti perdió su primera elección presidencial. La razón fue muy simple, en su nivel tenía apenas 40 compañeros, mientras su rival, de tercer año, contaba con 120. Ese primer revés no lo hizo desistir, como él mismo lo dice, de querer ser protagonista y no un simple espectador.
Cuatro décadas después, la contienda es mucho más salvaje: un millón de los electores (36% del padrón) escogerán a su candidato para la Presidencia de la República apenas una semana antes del 4 de febrero y Álvarez ni siquiera encabeza las encuestas.
Al momento de redactar este artículo, el abogado de 59 años capturaba, según el último estudio del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, apenas el 11% de intención de voto e intentaba ganarse uno de los dos cupos para la casi obligatoria segunda ronda.
En el 2001, había quedado de último en la convención interna del Partido Liberación Nacional (PLN) frente a Rolando Araya y José Miguel Corrales y, en el 2006, fracasó estrepitosamente.
Ese año, Álvarez abandonó las tiendas verdiblancas, a las cuales calificó de corruptas, fundó su propio partido (Unión Para el Cambio) y apenas obtuvo el 2,44% de los votos de la elección nacional. No le alcanzó ni para cobrar deuda política.
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Regresó a un PLN dividido en el 2008. Volvió arrepentido de lo que él califica como su propio “error político”.
Su adversario en las primarias verdiblancas del año pasado, José María Figueres, ni siquiera lo acompaña en esta campaña, a pesar de que Álvarez fue su subjefe de campaña en la elección que lo hizo presidente, en 1994.
Otras figuras liberacionistas como Leonardo Garnier y María Luisa Ávila adversan sus ideas y su propuesta de gobierno.
Pese a todo este panorama, Antonio Álvarez Desanti, el chiquillo que creció en barrio Vasconia, en una numerosa familia de clase media, no desiste de su sueño: gobernar a Costa Rica.
No obstante, esa vena política que lo convirtió en presidente de Fertica y luego en presidente del Consejo Nacional de Producción en el mismo año (1985), ministro de Agricultura dos años después, con apenas 28 años, en el primer gobierno de Óscar Arias, y presidente del Congreso en dos ocasiones, no le viene de familia.
Su papá, Isaías Álvarez Alfaro, era médico cirujano y apolítico y siempre le aconsejó que siguiera su carrera de abogado y se dedicara a los negocios.
Entre ellos el vínculo era más fuerte por razones más triviales: el fútbol. Aunque vivían en la capital, ambos son “tremendamente” liguistas (su papá nació en Sabanilla de Alajuela), y cuando Antonio Álvarez era niño iban juntos al estadio y sufrían juntos las derrotas.
“En mi casa el tema del fútbol era importante, si Alajuela perdía no había almuerzo, o sea, en sentido figurado, porque nadie tenía apetito, el ánimo familiar se caía”, relató el candidato, el pasado 16 de enero, en una entrevista biográfica para este medio.
Los temas de conversación con don Isaías salían de las revistas de la época, como Sol y Sombra, de Jorge Pastor Durán y los programas deportivos. “Oía a Juanito Martín Guijarro, que tenía Parrilla Deportiva los domingos en la tarde, luego le contaba a papá lo que había dicho y oía a Javier Rojas y a Luis Cartín y al Rápido Ortíz”, recordó.
De esas idas al estadio tiene los mejores recuerdos.
“Papá era médico y no había beepers, no había teléfonos celulares, entonces más de una vez estábamos en el estadio, y decían en el altoparlante, ‘doctor Álvarez, urge que vaya al hospital, porque hay una emergencia’. Entonces papá me decía: ‘Vámonos ya’ y nos salíamos a medio partido, entonces yo llegaba y me sentaba en algún lugar en el hospital Calderón Guardia, con el radio de transistores, a oir el partido.
“En esta vida política, me he encontrado a dos personas, en diferentes lugares, que me han dicho que me recordaban a mí en la sala del hospital, con el radio en la mano, esperando a papá”, contó.
Su mamá, Dora Desanti Arce, en cambio, fue "indiferente", tanto en el fútbol, como en las aspiraciones políticas de su retoño.
Una fijación desde adolescente
Cuando cursaba tercer año en el Colegio Calasanz dejó de pensar en la Medicina como una carrera propia. Los debates de aquella época lo inclinaron por el Derecho y empezó a madurar esa idea de que quería ser mandatario.
El tercero de seis hermanos ingresó a la Universidad de Costa Rica (UCR) en los setentas y fue electo presidente de la Federación de Estudiantes en 1980. Una década después, obtuvo una maestría en leyes, impuestos y fiscalidad en la Universidad de Harvard.
Sin embargo, desde mediados de los 80 ya era una figura descollante en las juventudes verdiblancas y dio sus primeros pasos en cargos públicos en la administración de Luis Alberto Monge (1982-86) y luego con Óscar Arias (1986-90).
Según su relato, nunca negó cuán altas eran sus metas políticas y la gente influyente a su alrededor, en aquella época, aunque no quiso citar nombres, no le cortaba las alas.
“La primera vez fue en una entrevista a La Nación en el año 84, 85 u 86, en una entrevista con José David Guevara (hoy director de El Financiero), es la primera vez que digo que quiero ser presidente”.
De sus etapas como legislador, fue presidente del Congreso en dos ocasiones, en 1995 (durante la administración Figueres Olsen) y en el 2016, periodo que cerró el 2 de mayo del 2017, día en el que renunció a la curul para dedicarse a su propia campaña.
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En su primera gestión en cuesta de Moras, recibió críticas por haber fungido como abogado de la firma de telecomunicaciones Millicom, que operó telefonía celular en Costa Rica desde 1988 y hasta mayo de 1995, gracias a un controversial permiso de concesión otorgado durante el primer mandato de Óscar Arias.
Su ejercicio privado con esa firma coincidió durante algún tiempo con sus labores como subjefe de campaña del entonces aspirante liberacionista, José María Figueres.
Ya desde 1985 la Contraloría General de la República había advertido al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), que la administración del sistema telefónico celular no podía cederse a grupos privados sin el consentimiento de la Asamblea Legislativa.
Millicom salió de operaciones tras un fallo de la Sala IV que declaró inconstitucional el contrato.
En esa primera experiencia en el Congreso, logró llegar a la presidencia legislativa en 1995. Durante su administración, se echó al hombro la tarea de promover una sanción contra el entonces ministro de Seguridad, Juan Diego Castro, lo cual lo llevó, incluso, a enfrentarse a sus propios compañeros de bancada. Dicho episodio terminó en un voto de censura en contra de Castro.
"Esta histórica amonestación se produjo en medio de presiones solapadas del Poder Ejecutivo y del temor de algunos legisladores del PLN, contra los que Álvarez Desanti tuvo que lidiar a última hora, para consumar su propósito", dice la nota de La Nación de aquella época.
La censura contra el entonces ministro, actual candidato del Partido Integración Nacional (PIN), fue el resultado de los hechos ocurridos el 7 de diciembre de ese mismo año.
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Sin embargo, alega el texto, el mandatario prestó oídos sordos al tema y el desagravio se redujo a tres mociones de censura del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), el PLN y el independiente, Rodrigo Gutiérrez.
El abuelo que ve fábulas
Paralelo a su vida pública, Ántonio Álvarez desarrolló varias empresas, entre ellas una distribuidora de zapatos y varias iniciativas vinculadas al agro, como una productora de maní y varias propiedades bananeras, en el Caribe costarricense.
Además, se casó dos veces y tuvo dos hijas, Adriana y Andrea. El matriarcado lo completan sus dos nietas, con las que disfruta los escasos momentos libres.
La última vez que estuvo en el cine fue el 26 de setiembre del año pasado, justo con la pequeña Isabella, de siete años, a quien acompañó a ver "Ardillitas 2” (Locos por las nueces 2).
En ese círculo más íntimo se declara sentimental y muy romántico. Quizá por ello, sus recuerdos más tristes tienen que ver con la muerte de su abuelita paterna, cuando se quemó su casa en el 2006, el accidente en bicicleta que sufrió hace nueve años, y la enfermedad de su segunda esposa, Nuria Marín Raventós.
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El 9 de diciembre del 2009, cuando un furgón lo golpeó en la carretera Florencio del Castillo (donde está prohibido andar en bicicleta) la historia lo cambió. Según relata, tuvo que aprender a caminar de nuevo, dejar que lo bañaran, lo vistieran, le dieran de comer y le lavaran los dientes. Eso lo hizo más tolerante con el error de otros y más atento al día a día.
“Muchas veces, cuando yo llego a la casa, claro la campaña electoral es un mal momento para decir eso, pero en condiciones normales muchas veces yo llego a la casa y digo: ¿Y si hoy hubiera sido mi último día, así hubiera deseado pasar el día? Entonces me he vuelto una persona que disfruta muchísimo más las cosas, los momentos", admitió.
Empero, el cáncer de seno de su esposa Nuria es el recuerdo más fuerte y doloroso en su memoria.
“Lo más duro fueron los primeros 8 días (tras la detección de la enfermedad), porque en esos 8 días no sabíamos si había órganos afectados y, por supuesto, esos 8 días son de los días más terribles que he pasado en mi vida, porque yo estoy acostumbrado a vivir con ella las buenas y las malas. Pero en ese caso, yo tenía que pasar todo el día como una persona tranquila, fuerte, dándole ánimo, diciéndole que nada iba a pasar, que todo va a salir bien. Recuerdo que lloraba en la ducha porque era donde ya no me veía”.
Con ella, con Nuria, toma las decisiones estratégicas de la campaña; ella es su consejera y su amiga.
"Nuria es la persona más cercana conmigo, por mucho. (...). Con ella es con quien yo discuto todos esos temas más íntimos, con ella me preparo para los debates, con ella tomo las decisiones más complicadas. Es a la persona, finalmente, a la que le pido el consejo".
Si no gana las elecciones, Álvarez pretende volver de lleno a la actividad empresarial, el ciclismo y a sus nietas.