Aunque su recuerdo es de hace dos décadas, Claudia Palma asegura que las sensaciones y la rabia que experimentó en ese consultorio médico siguen grabadas en su mente con mucha claridad.
“Yo estaba realmente ida, desconectada, de la furia que tenía. Y lo que me acuerdo es que empecé a llorar, muchísimo. Me fui llorando, desconcertada de lo que había pasado”, evocó.
La doctora en Antropología, docente e investigadora, contó que el mismo sentimiento la invadió de nuevo la semana pasada, cuando leyó la historia de las dos jóvenes que fueron acosadas sexualmente por un médico de la Universidad Nacional (UNA) en 2011 y 2014.
Reaccionó así porque, según afirma, el hombre al que ellas denunciaron es el mismo que la atacó a ella cuando era estudiante.
LEA MÁS: UNA mantiene en el puesto a doctor que acosó sexualmente a dos alumnas en citas médicas
Palma ubica su experiencia con el médico, de apellido Camacho, entre fines de 1999 e inicios del 2000, pues no precisa la fecha. Entonces tenía unos 25 años, era egresada de la carrera de Antropología de la Universidad de Costa Rica (UCR) y estaba preparando su tesis.
Ella contó que un día acudió a la oficina de Salud de esa institución, en la sede central de San Pedro de Montes de Oca, porque se sentía mal, y la atendió el doctor Camacho. Al cabo de la revisión, le diagnosticó una colitis. Hasta ese momento, todo le pareció normal, pero todo cambió repentinamente.
“Cuando me pongo la ropa y estoy saliendo, él se abalanza sobre la puerta, la cierra y me pega contra ella.
“La imagen que tengo es de mí cuando voy a salir, él me pega contra la puerta, me mete las manos, me manosea las tetas… Y yo lo siento encima mío, queriendo darme un beso y diciéndome: ‘es que no me puedo contener porque me encantás’.
“Yo me lo quité como pude y salí del consultorio vociferando, literal”, relató.
La académica dijo que cuando salió se topó a un amigo que intentó calmarla. Ella le dijo que estaba decidida a denunciar al doctor, pero él le insistió en que se abstuviera. Le habló sobre el desgaste que iba a sufrir y de cómo su denuncia posiblemente no daría resultados y le ofreció, en cambio, hablar él mismo con Camacho.
“A pesar del cariño tan grande que le tengo a él, esa es la complicidad entre los hombres también. Son estos pactos, es el pacto de silencio que más le ha hecho daño a las mujeres, porque incluso él, pudiendo reconocer que había hecho algo malo… Yo nunca supe qué le dijo”, dijo.
Aunque hizo algunas averiguaciones sobre cómo podía denunciar, no se atrevió. Y, pese a que revivir el momento le es difícil, afirma que desearía haberlo hecho.
Este medio consultó a la UCR el periodo en el que Camacho laboró en la institución; no obstante, al cierre de este artículo no se obtuvo respuesta. En la UNA, Camacho labora hace 18 años. Su nombramiento es de tiempo completo, en el departamento de Salud.
Nuevo encuentro
En el 2001, Palma empezó a trabajar en la UNA, en el Instituto de Estudios de la Mujer (IEM) y después se incorporó a la Fiscalía contra el Hostigamiento Sexual de la UNA.
Fue en esa dependencia donde, según dijo, volvió a tener relación con un presunto caso de hostigamiento en el que el médico supuestamente estaba involucrado.
Según la denuncia que presentó en el 2004 una estudiante en estado de embarazo, durante un chequeo y sin previo aviso, Camacho le levantó la blusa, le bajó el brasier y le tocó los senos, indicándole nada más que estaba revisando si estaba en condiciones aptas para amamantar a su bebé.
LEA MÁS: Los archivos de acoso sexual en la UNA: 22 años de actuar con laxitud
“Nosotros hicimos lo que pudimos. Evidentemente en Salud nadie iba a decir que sí, (decían) que Camacho jamás, él era un doctor maravilloso, nadie tenía quejas”, narró.
La Comisión de Resolución de Denuncias sobre Hostigamiento Sexual de la UNA, al final del procedimiento, no encontró evidencia de que Camacho hubiera hostigado a la muchacha, y lo absolvió, según consta en la resolución 05-2004, de la cual La Nación tiene copia.
Desde entonces, Camacho ha sido suspendido por acoso contra estudiantes en dos ocasiones: en 2011, por abrazar y dirigir comentarios de connotación sexual a una joven, y en 2014, por desabrochar sin permiso el brasier de una paciente. En esa ocasión, la Comisión recomendó despedirlo, pero una resolución de la Rectoría redujo su castigo.
Cuatro mujeres lo señalan
Denuncias entre 1999 y el 2014
FUENTE: ARCHIVOS DE LA COMISIÓN DE RESOLUCIÓN DE DENUNCIAS SOBRE HOSTIGAMIENTO SEXUAL Y RELATO DE CLAUDIA PALMA. || w. s. / LA NACIÓN.
‘¿Por qué les tiembla la mano?’
La académica, quien enseña en la Escuela de Antropología de la UCR desde el 2001 y labora en propiedad desde el 2011, afirma que le resultó impactante saber que una persona que la acosó hace veinte años aún labora para la UNA, pese a tener a cuestas dos sanciones por acoso contra alumnas.
Yo creo que esta relación de poder de él como médico, de uno como estudiante, de una institución que lo que tiene que hacer es protegerte… Es mucha contradicción al mismo tiempo, y es una contradicción que seguimos teniendo todavía.
“Me consterna, porque es un contubernio. Eso lo que ratifica es la forma en que está anquilosada la violencia contra las mujeres, lo que lo hace permisiva. Ese contubernio hace que se sostengan ese tipo de prácticas y que les tiemble la mano para despedir.
Yo no te puedo explicar el sentimiento que tuve cuando me di cuenta que eran denuncias posteriores. ¿Cómo pudo seguir pasando?”, cuestionó.
En marzo de este año, luego de que varias mujeres denunciaran por abuso sexual al exmandatario Óscar Arias, Palma escribió un artículo de opinión en el semanario Universidad en el que relató su historia, sin mencionar a Camacho porque desconocía que otras mujeres lo habían denunciado.
No obstante, dijo que ahora lo señala para reivindicar los relatos de las estudiantes de la UNA que sí denunciaron.
LEA MÁS: Jerarca de la UNA: sanciones por acoso sexual deben ser más coherentes en la universidad
Palma cuestionó que la Universidad mantenga al médico en su planilla pese a haber comprobado dos casos de abuso.
“Cuando una persona dice ‘esto no es tan importante’, está desestimando la violencia que ocurre en el cuerpo de la persona que lo recibe, y eso con las mujeres es violencia estructural que se mantiene año tras año, acto tras acto detrás del silencio. Es un silencio cómplice”, señaló la docente.
"El mismo que en un momento yo quise romper y no pude, lo rompí 20 años después, es un silencio cómplice que mantiene a estas personas aquí. ¿Y a costa de qué?
“Es decir, a la Universidad definitivamente no le sirve por sus propios principios, por su propio compromiso con el Estado, con la patria, con la educación, con los y las estudiantes, con las personas menores de edad que están ahí. No le sirve. ¿Por qué les tiembla la mano, qué es lo que hay atrás?”, cuestionó.