De las 15,8 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂) generadas por Costa Rica en el 2018, un total de 8,2 millones provienen del sector energético (transporte representa el 72%), mientras que 4 millones de la agricultura, 2 millones de los residuos y 1,6 millones de los procesos industriales.
No obstante, Costa Rica representa un caso muy especial en Centroamérica, pues su manejo de bosques le permitió capturar el 46% de esas emisiones contaminantes.
De esa manera, las emisiones netas costarricenses de CO₂ descienden a 8,5 millones de toneladas, muy por debajo del promedio centroamericano.
Este efecto positivo también lo registra República Dominicana. No obstante, esa nación solo logra captar 1,6 millones de un total de 39 toneladas de dióxido de carbono.
Guatemala y Nicaragua emitieron cerca de 38,7 millones de toneladas, al tiempo que El Salvador, Panamá y Honduras emitieron entre 13 y 28 millones en 2018.
Así lo expone el más reciente Informe Estado de la Región, elaborado por el programa Estado de la Nación.
“Costa Rica ha mantenido el nivel más bajo de emisiones de dióxido de carbono desde inicios del siglo XXI, y experimentó una reducción significativa a partir de 2010, al pasar de 13,1 millones de toneladas a 7 en 2011, año en que empezó a registrar niveles de captura (emisiones negativas) importantes asociadas con el cambio de uso de la tierra y silvicultura (cultivo, cuidado y explotación de bosques).
“Desde entonces, el promedio anual de este tipo de emisiones (capturas) se mantuvo en 7,7 millones de toneladas, aunque desde 2016 ascendió nuevamente a un nivel cercano a las 8,3 millones de toneladas”, señala el documento.
Debido a la captación de contaminantes por parte de nuestros bosques, las emisiones netas de dióxido de carbono de Costa Rica descienden a 8,5 millones de toneladas, cifra cercana a casi las seis millones de toneladas que ocasiona el transporte.
El Informe del Estado de la Nación 2020 advirtió al Poder Ejecutivo de que debía empezar a tomar las acciones necesarias para descarbonizar la economía nacional para el año 2050, pues es insuficiente definir la hoja de ruta para disminuir las emisiones contaminantes, como lo hizo en el Plan Nacional de Descarbonización.
En esa ocasión, Leonardo Merino, investigador del Estado de la Nación, afirmó que las metas del país están muy claras, pero no así la puesta en funcionamiento de los cambios requeridos para alcanzar esos objetivos trazados.
“No basta poner el norte sin empezar a transitar las cuestas del camino. Para eso se requiere disciplina y voluntad firme, una línea de trabajo clara y usar la información que existe, sin dejar de crear nuevos datos.
“Es como cuando uno tiene un plan de ejercicios, compró las tenis y ya la doctora y el instructor dictaminaron: ‘bueno, luego de años de sedentarismo y mala alimentación ahora el plan es este’. Lo que viene es duro”, aseveró.