En el año 2012, la editora Marta Araya Marroni trabajaba con el expresidente Óscar Arias Sánchez en la reedición de su libro Con Velas, Timón y Brújula. Fue entonces cuando, asegura, se convirtió en víctima de hostigamiento sexual por parte del político.
Araya Marroni reveló el miércoles pasado que enfrentó “múltiples avances sexuales no deseados” al diario The Tico Times.
Este viernes, la editora de 52 años compartió a La Nación en detalle y a profundidad lo ocurrido, el contexto y por qué, varios años después; decidió hablar públicamente al respecto.
Según la editora, en el 2012 el también premio Nobel de la Paz no era su jefe ni le pagaba sus servicios profesionales.
Ella estaba haciendo ese trabajo con el libro como parte de responsabilidad de la Editorial Jadine a cargo de la publicación. Dicha editorial es una empresa de Librería Internacional; su empleador.
“Mi trato con él era ocasional”, comentó. “Tampoco era el único libro en el que trabajaba en ese momento y además era un trabajo en equipo, otras personas estaban involucradas, principalmente su secretaria Mariángel Solera”.
Araya explicó que entonces estaba un poco enferma porque, uno o dos meses antes, un perro la había mordido en la pantorrilla y la herida se había complicado mucho.
Esto la obligaba a trabajar desde su casa donde también andaba con molestias.
“Solamente salía si era necesario. Ese día fui a mi oficina, a la imprenta y por último a la casa de don Óscar. Ya había estado allí en varias ocasiones y él siempre había sido un caballero. La pantorrilla me dolía cuando estaba mucho rato sentada y fue la circunstancia que él aprovechó para agarrarme el muslo de forma muy inapropiada y me preguntó si ocupaba un masaje”, explicó.
La editora asegura que dio un salto cuando sintió la mano y a continuación se movió para que él la retirara.
“Le dije que no y no pasó a más. Estaba aturdida, realmente no recuerdo cuál fue su respuesta inmediata”, comentó.
Ese día era la revisión de una versión casi final del libro (un dummy como se dice en la jerga), por lo cual aquella sería la última visita a su despacho.
“Cuando terminamos, le dije que pediría un taxi pero él llamó a su chofer para que me llevara a mi casa. Estaba nerviosa por lo que había pasado y tomé la precaución de no enseñarle al chofer donde vivía. Puse una excusa, me bajé en otro lugar y tomé luego un taxi”, revivió.
Araya Marroni cuenta que después de ese episodio lo vio dos veces más: en la librería el día cuando se puso su libro a la venta y luego en el lanzamiento del mismo en el Hotel Corobicí.
Otros avances
Sus otros avances, sostiene, los hizo por teléfono después del lanzamiento del libro cuando dice que la llamó al celular en dos ocasiones a preguntarle cómo seguía. En ambas, insiste ella, Arias le habría ofrecido un masaje en la pierna.
“Cuando me dijo que nos viéramos para darme una sobadita, fue la gota que derramó el vaso; no le iba a seguir dando espacio para su hostigamiento”.
“Lo que quiero es que sienta mejor, no lo tome a mal, no se ponga así, es amistad, me preocupo por usted”, insistía según el recuento de la editora.
Conforme hablaban, de nada habrían valido las palabras de ella tratando de detenerlo y llamarlo a la calma al punto que ella le advirtió que, de insistir, le colgaría la llamada. Y lo hizo.
“Cuando colgué, yo estaba sudando montones y temblaba, además pensaba en si eso tendría consecuencias para mí. Por un momento sentí miedo y también me pregunté si él me iba a volver a llamar y qué podría decir o hacer. Incluso temí que llamara a mi jefe a poner alguna queja”, comentó.
Viejo conocido
Arias Sánchez conoció a Araya Marroni entre los años 1986 o 1987 cuando se lo presentó su propio padre en el Hotel Tequendama localizado en Bogotá.
Ocurrió durante un cóctel ofrecido por los padres de la editora al Cuerpo Diplomático con motivo de la visita oficial del entonces presidente Arias.
“Yo entonces era estudiante de Diplomacia en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, mi papá era diplomático y me sentía orgullosa como costarricense en el extranjero de tener un presidente de esa categoría, lo admiraba y respetaba por sus logros respecto a la paz en Centroamérica”.
Conforme su memoria, lo volvió a ver hasta cuando trabajó con su libro y además Arias Sánchez la ubicaba “perfectamente, pues recordaba con admiración a su padre y también conocía a otros miembros de su familia herediana, quienes siempre han tenido amistad con los Sánchez.
Según la editora, esa situación a lo mejor la favoreció cuando él le toca la pierna, en el sentido de que no veía al político como una persona lejana o “superior” en ningún sentido. Según ella, en ningún momento se sintió acorralada y comentó que gracias a eso pudo reaccionar.
" Aún sintiéndome muy mal por su gran falta de respeto”, explicó.
¿Por qué no se habla en el momento?
De acuerdo con Araya, sí habló del hecho en aquel momento, y de inmediato, porque se lo contó a su jefe, a su hermana, a su mamá y a su amiga Adriana Carabaguíaz y a al menos dos amigos más. A través de los años, incluso se lo contó a otras personas.
“Me hizo sentir muy mal, me sentí asqueada por mucho tiempo, ese señor se aprovechó de mi confianza y hasta de mi respeto hacia él, ya que nunca ni en mil años se me hubiera ocurrido pensar que él era capaz de algo así”.
"Lo consideré algo grave a nivel personal, pero por alguna razón que no sé explicar, nunca se me ocurrió hacerlo público hasta que vi el caso de la doctora Arce von Herold y de repente entendí que debía hacerlo, tenía que poner mis cinco centavos para detenerlo. Yo no era la única y hay que decir basta”.
Araya Marroni señaló que cuando se divulgó la denuncia de la doctora Arce von Herold, quien esta semana presentó una denuncia contra Arias Sánchez por violación, se enfureció por los comentarios en foros digitales de muchas personas sin “un ápice de empatía”.
“El hecho de denunciar años después ha sido analizado por muchos expertos y cada caso es distinto. A mí lo que me parece importante es hablar, no importa si es en privado o en público, si es de inmediato o años después, ese no es el punto; cada quien actúa según sus circunstancias, lo relevante es hablar. Los delitos prescriben, pero el derecho de las víctimas a hablar no, nunca”, insistió.
En sus propias palabras
A continuación, parte de las reflexiones de la editora sobre porqué decidió hablar de lo ocurrido:
“Uno se siente confundido, es parte del trauma. Estamos tan domesticadas en esta sociedad patriarcal, que algunas veces al hostigamiento lo minimizamos, nos convencemos que es sólo un piropo pasado de tono, un malentendido, una falta de respeto circunstancial".
"Otras veces, los hechos simplemente nos dejan confundidas, aturdidas e incluso avergonzadas, así es como estamos funcionando y eso no está bien, debemos estar informadas y preparadas para reaccionar sin miedo y aun con él”.
“En circunstancias como la mía, uno tiene la oportunidad de detener a la persona, no es una situación en la que peligre nuestra seguridad, es decir uno está en un lugar conocido, hay gente cerca, no hay amenaza con un arma".
"Lo único que debemos vencer es el miedo, uno se queda petrificado y confundido, el primer movimiento siempre nos toma por sorpresa, claro, pero estoy convencida de que debemos empezar a hablar en otros términos, dejar de escondernos detrás de nuestros propios miedos, así cuando nos sucede podremos superar ese primer movimiento lo suficientemente rápido como para evitar una violación mayor a nuestra dignidad y a nuestro cuerpo”.
“A quienes nos critican por hablar, les digo que más bien quisiéramos no tener que estar en esta posición, es desagradable, no es una oportunidad, es un derecho. ¿Fama? Es una atención que no se disfruta, créanme. ¿Dinero? ¿Cuál dinero?”
“El daño causado a las personas no se resuelve con dinero, paren de minimizar el asunto, no es algo que se venda o se compre. Si hay consecuencias laborales o materiales para la víctima, es un tema distinto, pero la falta de respeto, la falta de escrúpulos y de responsabilidad, no tiene nada que ver con dinero”.
“Decidí hablar porque el silencio es cómplice, yo quiero apoyar a las denunciantes, a las que aun guardan silencio, quiero decirle a don Óscar basta”.